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Portada de Santa María de la Catedral de Burgos. Gloria Díez
Las otras polémicas que rodearon a la Catedral de Burgos

Las otras polémicas que rodearon a la Catedral de Burgos

La portada neoclásica de Santa María, del siglo XVIII, el derribo del Palacio Arzobispal a principios del XX o las réplicas de la Galería de los Reyes, en vísperas del nuevo milenio, son algunas de las intervenciones que más críticas suscitaron en sus épocas

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Domingo, 28 de febrero 2021, 18:55

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La Catedral de Burgos que ahora deleita a vecinos y visitantes es el resultado de una superposición de estilos artísticos desde que, aquel 21 de julio de 1221, se colocase la primera piedra para levantar un nuevo templo catedralicio sobre el románico existente. Han pasado ochocientos años, ocho siglos en los que la Seo ha sufrido innumerables intervenciones, unas más transgresoras que otras, en función del gusto artístico de la época, y no pocas acabaron siendo objeto de controversia.

El debate suscitado por el proyecto del Cabildo de Burgos para sustituir las puertas de la portada de Santa María por una creación del artista Antonio López no se sale de esa dinámica histórica. «Los añadidos han sido objetivo siempre de furibundas críticas e intentos de eliminación», afirma René J. Payo, catedrático de Historia del Arte. En los primeros momentos, se cuestionaban las obras por su efectos estructurales pero, a partir del siglo XVIII aparecieron las consideraciones estéticas. Y es que las intervenciones más polémicas han correspondido a épocas en las que la opinión pública ya tenía cierto criterio para juzgarlas.

Y la primera gran polémica que se recuerda tiene que ver, precisamente, con la portada de Santa María, y corresponde al momento en el que se instalaron las puertas que actualmente se pretenden sustituir aprovechando el VIII centenario. Nos situamos en el siglo XVIII, en concreto, en el año 1790, al final de una centuria marcada por los vaivenes artísticos. El Barroco dio paso al Rococó y, como movimiento rupturista, se llegó al Neoclasicismo, antes de desembarcar en el neogótico del siglo XIX.

La portada de Santa María presentaba un importante deterioro a consecuencia de las inclemencias meteorológicas. Desde mediados de siglo se habían realizado diferentes actuaciones, con retirada de esculturas y elementos ornamentales en riesgo de caída. Sin embargo, la intervención que generó la polémica fue la ejecutada por el arquitecto Fernando González de Lara, un neoclásico convencido, bajo el patrocinio del arzobispo José Javier Rodríguez de Arellano.

El palacio se derribó en 1914. Foto de Alfonso Vadillo Garía | Archivo municipal de burgos

El derribo del Palacio Arzobispal y la reforma del Claustro

Si la intervención en la portada de Santa María fue la primera gran polémica en torno a la Catedral de Burgos, un siglo más tarde el proyecto implementado por el arquitecto Vicente Lampérez para la restauración del claustro y la retirada del Palacio Arzobispal no se quedó corto.

Durante el siglo XIX, influidas por las corrientes neogóticas, hubo propuestas para la retirada de la Capilla de Santa Tecla explica René J. Payo, porque se decía que el barroco perturbaba a la Catedral. O también del coro. «Había escritos de gente muy sesuda que decían que había que quitar el coro del siglo XVII porque perturbaba la visión de la nave central».

A finales de siglo, y principios del XX, Vicente Lampérez ejecutó las principales obras en torno a la Catedral. Diseñó retablos, restauró la bóveda de la Capilla de los Condestables y aisló la puerta de Pellejería con una reja. Pero sus dos principales obras fueron la restauración de los claustros y el derribo del palacio del arzobispo.

La intervención en los claustros, que presentaban multitud de desperfectos por su uso cotidiano, tuvo sus más y sus menos con la Junta de Construcciones Civiles, a la que no siempre se la consultó a la hora de avanzar con las obras. Se realizó una restauración muy al estilo de la época, eliminando piezas de estilos anteriores, y muy drástica en algunos aspectos.

Y eso despertó numerosas críticas, las más destacadas las del conde de las Almenas, que intercambió puyas, cartas y escritos con Lampérez, cuestionando todas sus obras.

También fue polémico el derribo del Palacio Arzobispal, que respondió a la corriente de la época de dejar exentas las catedrales, eliminando todos los edificios aledaños. En este caso, se apeló a que era un caserón que impedía ver la belleza de la Catedral y los exteriores de las capillas, así que se eliminó igual que otros edificios, perdiéndose piezas de gran valor patrimonial en favor de la Seo.

Se actuó sobre el cuerpo bajo de la fachada, partiendo de un proyecto que incluía la eliminación del parteluz y de las estatuas y adornos góticos para crear una portada neoclásica, con tres nichos reservados para las esculturas de San Juan, San Julián y San Vitores. La obra se inició pero en octubre de 1790, la Real Academia de las Artes de San Fernando (la máxima autoridad del momento en materia de patrimonio), obligó a paralizarla.

El Cabildo había incumplido la norma al no haber informado de la intervención a la Academia, con envío previo del proyecto (una obligación impuesta por Real Orden en 1777). Además, tras analizar la documentación remitida, a finales de año llegaba una resolución demoledora: se debía de reponer la portada gótica, porque la clásica proyectada no tenía nada que ver, ni nunca lo tendría, con el resto de la Catedral, explica Ana Berta Nieto Plaza en su artítulo 'La obra de la puerta de Santa María en la Catedral de Burgos. 1790-1791). Pero, dado que no era posible, por lo avanzado de la reforma, se realizó una intervención mixta, neoclásica y neogótica.

Los nichos con las esculturas de los santos no llegaron a construirse, pero sí las figuras de Alfonso VI, Fernando III el Santo y los obispos Asterio y Mauricio en los nichos góticos. Y también se instalaron nuevas puertas, que son las actuales, obra de los hermanos Baztigueta, en olmo negrillo. Para los impulsores del proyecto original se trataba de una mejora, además necesaria, dentro de un edificio que estaba vivo y al estilo de la corriente neoclásica.

Corriente que, explica René J. Payo, era la que había defendido la Academia de San Fernando hasta muy pocos años antes, promocionándola incluso, pero que ahora denostaba en favor del neogótico. Y eso que la intervención en la triple portada no había sido la primera obra transgresora, por decirlo de algún modo, vista en la Catedral. A principios de siglo se había levantado la Capilla de Santa Tecla, de estilo barroco, para lo cual se tuvieron que eliminar cuatro capillas del siglo XIII.

Las estatuas se retiraron para instalar réplicas de resina. Federico Velez | EFE

Galería de los Reyes

Una polémica mucho más reciente se vivió hace dos décadas, cuando a finales de los '90 se decidió retirar las estatutas de la Galería de los Reyes, en la zona superior de la portada de Santa María, que se encontraban muy deterioradas.

Las firguras originales se trasladaron al interior de la Catedral, quedando expuestas en el Claustro, y fueron sustituidas por unas réplicas realizas a partir de molde. Se debatió mucho sobre la necesidad o no de dejar las esculturas originales en su lugar, a riesgo de aumentar su deterioro, pero finalmente se optó por su retirada.

René J. Payo insiste en que las polémicas, como muestra esta más reciente, son tónica general cuando se interviene en un edificio de tanto valor como la Catedral de Burgos. Por ese motivo, el catedrático de Historia del Arte entiende que ahora se haya abierto un debate sobre las nuevas puertas diseñadas por Antonio López.

Vista la evolución histórica, en el siglo XX «hay que ser cuidadosos y respetuosos», afirma, y las intervenciones deben responder a tres preceptos: mejorar lo existente, ser reversibles y que no dañen el bien, ni estructural ni estéticamente. Y, a su parecer, las nuevas puertas para la Catedral cumplen los tres requistios.

«Desde mi perspectiva, las puertas de Antonio López son un acierto». No hay daño estructural alguno. Pese a las críticas por el concepto, la idea de que sean reversibles supone que se pueden retirar si, llegado el momento, se considera que han sido un error. Y, a su juicio, «suman mucho más de lo que restan».

Insiste en que no se agrede a la Catedral, pero reconoce que lo que debe valorar es si cambian o no la fisonomía de la fachada, y ahí es donde puede residir el debate, de índole estético, sobre el proyecto.

Y, ya con el neoclasicismo avanzando, en torno a los años sesenta del siglo XVIII, también se construía la Sacristía Mayor, de estilo Rococó. Eran obras, estas dos últimas, que rompían con el estilo gótico original de la Catedral de Burgos, que sí habían respetado otras intervenciones posteriores a la construcción de la Seo como las afamadas agujas, el cimborrio o incluso la Capilla de los Condestables (un añadido posterior que supuso la eliminación de una capilla del siglo XIII).

Sin embargo, hasta el siglo XVIII nadie cuestionaba que las intervenciones en la Catedral fueran resultado del gusto artístico de la época. Se iban haciendo añadidos y cambios, unos más respetuosos que otros con el estilo original de la Seo, pero sin mayor preocupación. Fue a partir del siglo XVIII que empezaron a surgir corrientes como el neclasicismo, que abogaba por volver a lo clásico, o el neogótico en el siglo XIX, que abogaba por restaurar mirando al gótico puro, y se intentó condicionar esa amalgama de estilos que «permite tener una visión diacrónica de la Catedral», como algo vivo, reflejo de su tiempo.

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