La vida después de la jubilación, más activa que nunca
La imagen de los mayores paseando ociosos o sentados en los bancos ya es solo anecdótica
Paula Velasco
Ávila
Domingo, 8 de abril 2018, 19:38
A las cinco y media de la tarde, María Teresa Calvo y Juan José Castell dejan con su madre a tres de sus nietos tras haberlos recogido a la salida del colegio un par de horas antes. Hasta el día siguiente. Su jornada como cuidadores podría acabar ahí y comenzar el tiempo para ellos, pero no es así. Este es su día a día y que no lo cambiarían. Les gusta.
Septuagenarios y jubilados desde hace cerca de diez años, Teresa y Juanjo han configurado su vida en torno a los horarios familiares y, en ningún momento, hablan de obligación al preguntarles sobre el cuidado de los nietos. La vida para ellos ha cambiado desde que dejaron de trabajar, pero se han adecuado a ello y siguen manteniendo una rutina familiar en la que continúan incluidos sus hijos, solo que ahora con familia aumentada. «A mí me preguntan a veces que cuándo hago mi vida, y yo les contesto que mi vida son mis hijos, mi familia», asegura firme y convencida Teresa.
Uno de sus hijos vive en Las Rozas (Madrid) y Teresa nunca ha dudado en coger un transporte hasta la localidad madrileña, de madrugada, cuando se la ha necesitado para cuidar de su nieto, antes de que sus padres tuvieran que irse a trabajar.
Más adelante, ya no hizo falta, pero llegaron más nietos abulenses, y estos dos abuelos se adecuaron a una nueva rutina. El padre de los niños trabaja fuera de la ciudad y su madre los deja con los abuelos media hora antes de que abra el colegio porque comienza su jornada laboral. Llevan a los niños al centro escolar, los recogen a la salida y, varios días a la semana, si hay actividades extraescolares, se los llevan a comer a casa para luego volver a dejarlos y recogerlos de dichas actividades. Es cuando los niños vuelven a su hogar y los abuelos pasan a ser solo Teresa y Juanjo, pero igualmente con multitud de cosas por hacer.
Durante la mañana, mientras los niños están en el colegio, y por la tarde, cuando se quedan solos, invierten el tiempo en variadas opciones que los mantienen activos no por obligación, sino por interés propio. Les gusta pasear, leer, viajar, hacer gimnasia, informarse, quedar con amigos y compañeros, acudir a charlas, presentaciones y, bien organizados, «nos da tiempo a todo», aseguran.
Disfrutan con esa actividad buscada. Tanto es así, que Teresa es la autora de 'Historias de las calles de Ávila', un trabajo de investigación exhaustivo sobre las vías de la ciudad, su historia y curiosidades, que ya ha agotado dos ediciones. Y acciones como leer o investigar solo son un pequeño ejemplo de las múltiples aficiones que tienen, tanto ella como él, que no pierden oportunidad para seguir enriqueciéndose culturalmente, acudiendo a eventos, leyendo e indagando sobre la historia y el arte, que les apasiona.
«No hemos roto en ningún momento el horario que teníamos cuando estábamos trabajando», comentan, «nos seguimos levantando temprano. Hay mucha gente que una vez jubilada no sabe qué hacer», pero está claro que no es este el caso. Cada día más, los llamados mayores se muestran más activos que los de generaciones más jóvenes.
Otro tiempo ocupado
Maribel y Rosa son otro ejemplo de mayores activos, pero en este caso ellas no tienen con quién compartir las tareas diarias. Ambas son viudas desde hace tres y nueve años, respectivamente, y la llegada de los nietos mantuvo en aquel momento su mente ocupada ante la inminente soledad y tristeza asociada a la pérdida de alguien querido.
Ambas acuden arregladas y puntuales a la entrevista. Pero también mirando el reloj; siempre hay algo que hacer y tienen su tiempo ocupado. En algún momento de estos años se han encargado, en mayor o menor medida, de parte del cuidado de sus nietos. En ocasiones, ha habido que llevarlos a clase, recogerlos, pasearlos y darles de comer. En otras, ellas han sido la solución alternativa a la guardería, en horario de mañana.
Ahora los niños han crecido, pero, en muchas ocasiones, siguen ejerciendo de cuidadoras. Nadie duda del amor que las invade, pero eso no quita para que las visitas sorpresa familiares o el requerimiento de sus 'servicios' para el cuidado de niños trastoque sus planes. «Te quitan la libertad en ocasiones. Hay días que vienen a merendar y ya no sales de casa en toda la tarde. Tú tienes tu vida, tus clases, tus cosas y dejas todo en el momento que te llaman par quedarte con los nietos, no sabes decir que no», asegura Rosa, ante el asentimiento de Maribel. «Te gusta que vengan a casa», dice esta última, «hay tardes que se hacen eternas, pero otros días, justo cuando vienen, hay algo que hacer». «¿Qué necesidad tengo yo de perderme mis actividades, el día que las tengo?», añaden.
Y es que esa es la otra cara de la moneda. Ambas mujeres, como tantas otras, llenan parte de sus horas libres con actividades de ocio o de mantenimiento físico, que les ayudan como «el yoga o la pintura en tela», comenta Rosa.
Mujeres que han sido trabajadoras, tanto en empresas como en casa, y que lo siguen siendo ahora, tanto en sus domicilios como con su familia. Se mantienen ocupadas a pesar de que aseguran que «la edad se nota» y que, con el paso de los años, «a veces cuesta hacer ciertas cosas y uno se vuelve algo perezoso». Los hijos, en ocasiones, propician que esta autonomía se vea mermada, al actuar «estando encima, pendientes» juzgando sus actuaciones o actuando de un modo paternalista, haciendo que se sientan incómodas en ciertas ocasiones.
En todo momento, durante la entrevista, las sensaciones son encontradas y se debaten entre el amor infinito hacia su familia y la alegría de verlos, con la ocasional falta de libertad en determinados días.
Igualmente existe una pugna entre la necesidad de ver a los hijos propios y la sensación de que «parece que están pendientes de venir obligatoriamente a verte para que no estés sola, o a despedirse ampliamente cada vez que haces un viaje», aseguran.
Pero si en algo coinciden es en que «la llegada de un nieto supuso todo», cuenta Rosa. El nacimiento de los niños —diez nietos de Maribel y siete, para ocho, de Rosa—, las ayudó a llenar un vacío en una época concreta de su vida, aligerando la tristeza en mente y corazón con su presencia.