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La huella de un director

Concierto de abono nº 19 de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en el Auditorio Miguel Delibes de Valladolid

EMILIANO ALLENDE

Jueves, 11 de junio 2015, 23:52

El concierto anunciaba la sustitución del director Yamada por John Axelrod. No se trata de un desconocido. Su biografía relata su amplia experiencia con orquestas importantes. Este discípulo de Bernstein dejó ayer la huella imborrable de un director magnífico. 'El pájaro de fuego' de Stravinsky nos revela la dimensión de un compositor que desde su juventud muestra una disposición natural por el color.

Pero la obra es mucho más. Parte de un modo particular de lo popular para someterlo a exigencias virtuosas en todas las secciones de la orquesta. Axelrod dictó una lección magistral de lo que debe ser un director. Conocedor a fondo de la obra, fue preclaro en la concepción de los planos sonoros, marcó los motores rítmicos cambiantes con exactitud, dejó expresar a la cuerda, graduó las dinámicas en metales y fue flexible para que la música fluyera desde los pasajes de los solistas a los encendidos 'tutti' , que sonaron con una conjunción casi perfecta. Sus manos transmiten mucho más que la marca: modelan, anticipan, mantienen la tensión y abren puertas para la expresión dramática. En definitiva su versión, fue extraordinaria. Para ello, contó con la calidad y la complicidad de una orquesta que respondió a un nivel muy alto. Es necesario recibir directores así para calibrar el verdadero valor de estos músicos.

En la primera parte, la joven pianista Kathia Buniathisvili se enfrentó al Concierto nº 2 de Rachmaninof, una obra que, por conocida y repetida, necesita de versiones como la que esta intérprete nos dejó ayer. Supo buscar con nitidez los pasajes que subrayan el continuo canto del tema principal, parando los tiempos, sin rehuir el desafío con una orquesta a la que el director no quiso poner sordina, porque la partitura pide ese enfrentamiento con el piano que por momentos desgrana los acordes y se inserta en la densa masa orquestal. La pianista dejo detalles brillantes en la articulación, aunque le faltó pulsación para salir a flote cuando la orquesta repetía ese mágico tema tantas veces aplaudido y tantas veces despreciado. Fuera de programa, la pianista hizo uso de su pulsación más delicada en un exquisito minueto de Haendel.

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