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Ramón Andrés, musicológo y escritor.

Ramón Andrés, el pensar poliédrico

El musicólogo navarro clausura hoy el curso ‘Aprender a mirar’, del Museo de Escultura, con una conferencia sobre el pintor Matthias Grünewald

Victoria M. Niño

Jueves, 26 de marzo 2015, 13:08

El ensayo atractivo, riguroso pero sin que muera de academicismo, es un bien escaso entre los autores españoles. Si el marco elegido es la música, se acentúa la minoría. En esa nómina figura desde hace lustros Ramón Andrés quien vuelve esta tarde al Museo Nacional de Escultura para clausurar el curso Aprender a mirar con la conferencia Grünewald. La tentación del dolor.

Quién relacionara los interiores pintados por Vermeer, con la técnica de los artesanos y el pensamiento del pulidor de lentes Spinoza en El luthier de Delft (Acantilado), cambia Holanda por Alemania. «Grünewald es un autor que estudio desde hace tiempo, a través del Retablo de Isenheim. Es una obra que se encargó para que los enfermos acudieron a verla y su sola visión les sanara. Esas formas extremas, algo descarnadas, provocan una impresión muy fuerte. Con el paso del tiempo pienso en el devenir de Occidente y en cómo nos hemos recreado en estas imágenes, en el dolor y lo hemos identificado con el destino de nuestra mentalidad». Hindemith escribió una ópera sobre Mathias Grünewald, «cuando fue descubierto su nombre verdadero, desconocido hasta el siglo XX por un mal registro». Alaba a este compositor alemán «uno de los más interesantes de su tiempo».

Hubo un momento en el que Ramón Andrés fue cantante, intérprete de música antigua, hasta que decidió que no quería viajar. «Es una razón tan prosaica que casi me da vergüenza decirla. Soy más de estar recogido. Entonces viajé por toda Europa y no conocí nada». Abandonó el atlético entrenamiento del intérprete por el reto intelectual del pensador, a partir de la música eso sí.

«Creo que la música es un lenguaje tan poderoso que puede crear una realidad paralela, algo que existe en la enseñanza del lenguaje oral y otra realidad más abstracta. Unir ambos lenguajes facilita herramientas para lograr un grado de conocimiento que por separado carece de la virtud de abrir nuevos caminos». Formó parte de los primeros discípulos de la recuperación historicista de la música. «Ese movimiento ha dejado dos cosas muy buenas. Por un lado mostró al público una cantidad extraordinaria de compositores que se escondía bajo la capa de los grandes maestros como Bach, Händel o Telemann. Y una segunda, enseñó los colores auténticos de la música, como los de la pintura de Van der Weyden o Memling.Esa recuperación ha influido mucho en las pautas de la música posterior».

Sobre el consumo cultural

El autor de El mundo en el oído o el Diccionario de música, mitología, magia y religión, lleva tiempo «pensando la música» con una cadencia que contraria el ritmo que le circunda. «Vivimos en la ideología impuesta de la inmediatez, superados por tanta información que impide sedimentar una audición pausada. Queremos ver y oír rápido, así no se crea el poso del saber. Saber es ese poso».

Ahora anda enfrascado en un ensayo sobre el consumo cultural contemporáneo. «La conclusión va por ahí. La cultura se consume como se consume comida rápida, un lector u oyente no puede ser consumidor porque nos convertimos en clientes. Es como los alumnos universitarios cuyas exigencias sobre los derechos vienen de una mentalidad que no favorece a nadie, la del todo inmediato y de corta espera. Tampoco el estado tiene cuidado en preservar la cultura, crea ocio o vueltas al pasado». Otra de sus facetas es la de traductor, recientemente apareció su versión del Viaje musical por Francia e Italia.

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