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Ainhoa Arteta, probándose el vestuario para una ópera.
«Me pone Puccini, sí, me gustaría conocer al hombre que dibujó a esas heroínas»

«Me pone Puccini, sí, me gustaría conocer al hombre que dibujó a esas heroínas»

La cantante guipuzcoana suma hoy su voz a la celebración de los 160 años de El Norte de Castilla en la gala del Teatro Calderón

Manuel Cabrera

Jueves, 25 de septiembre 2014, 10:58

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La cara oculta del mundo de la lírica es un cúmulo de arcanos, de sutilezas, de intensidades emocionales que casi nunca sale a la luz, pues quienes ejercitan el noble oficio del canto son personas celosas en guardar para sí, sin apenas cercanías extrañas, todo aquello que acontece antes de salir al escenario. Ello es el resultado de una amalgama muy especial, en la que cada cantante tiene sus resortes y mucho celo en guardar para sí. Cuando se tiene la suerte de permitir al ajeno la entrada en este mundo tan particular, es como un fogonazo que hace brotar hacia afuera la magia auténtica del por qué emociona el escuchar una bella voz, hasta el punto de poder hacer saltar las lágrimas. Parece que los hados, en esta ocasión, permiten dicha proximidad con Ainhoa Arteta y no es cuestión de dejarla pasar de largo.

Parafraseando a Quevedo, ¿podría decirse de usted que «era una soprano a una maleta pegada»?

Me hace gracia la pregunta, pero es cierto. Aunque yo diría que más que a una maleta, a unas maletas pegada.

Madre, esposa y cantante. Un triángulo que no debe resultar fácil consolidar en tus tres vértices. ¿Cómo se las arregla?

Con mucha complicidad, de ida y vuelta, entre hijos, esposo y soprano. En muchas ocasiones, al poco de terminar una representación he tomado un vuelo de horas de duración para poder estar con ellos dos días seguidos, y regreso. Eso me produce una honda satisfacción y me carga de energía, a la vez que siento en directo sus vidas. Esa complicidad es el pilar fundamental. La carga perfecta de energía.

Además, para no aburrirse, existen compromisos sociales, familiares y de promoción artística a los que hay que atender y me imagino que cuesta decir no. ¿Cuándo hay que plantarse, aunque sea con pesar?

Sí cuesta, sobre todo si ello puede ir en detrimento del necesario descaso que necesita la voz.

Independientemente de la intensidad del estudio, de memorizar textos y de trabajar con el pianista de repertorio, dado su muy acreditado caudal dramático en la escena, cómo se mete usted dentro de los personajes, como interioriza a Adriana y luego lo hará con Tosca, dos mujeres en apariencia distintas y en el fondo tan vulnerables? ¿cómo Ainhoa se transfigura?

Siempre me ha gustado, desde niña, la escenificación. Mi cuerpo tiene unas facultades especiales para ello y creo que soy muy expresiva. Un personaje hay que comprenderlo desde dentro, no solo con estudio, más estudio y mucho estudio de la música compuesta, sino interiorizando determinados momentos o frases que hay en el libreto. Créame que cuando canto Tosca en escena no soy Ainhoa Arteta, soy en verdad Floria Tosca.

El peso de la ropa con la que se sale a escena, más el intenso maquillaje, con peluca incluida, el sofocante calor de los focos, los movimientos actuando y la tensión de estar dando permanente lo mejor de sí cantando; el cuerpo (sin duda alguna) se resiente. ¿Cómo se alimenta antes de una función y en los descansos durante la misma en su camerino, para que empleando el argot ciclista no le entre una pájara?

Cuidando mucho de nutrirme con una alimentación sana, que no perjudique todo el complejo sistema gástrico, para llegar al escenario en perfectas condiciones. Ante el desgaste que se tiene procuro alimentarme bien con alimentos ricos en hidratos de carbono. Y beber agua, para que el trasto vocal esté en las mejores condiciones de hidratación.

Ha terminado la representación. Ha sido, casi con seguridad, un éxito. Se desmaquilla y se cambia de ropa. Se cursan los necesarios partes de guerra telefónicos o de tablet. El camerino se llena de personajes que la quieren saludar, besar y abrazar. Se acaba ese trasunto de la comedia del arte. Sale a la calle. ¿Qué pasa entonces con tanta adrenalina acumulada durante varias horas?

Después de una función o estoy con amigos o con compromisos a los que he de atender. Siempre hay una cena o un cóctel. Entonces ya soy yo. Tosca, Mimí, Adriana o Desdémona se han quedado en el camerino. Esa relajación me viene estupendamente para luego poder tener un descanso reparador.

Entiéndame y se lo pregunto con todos los respetos, ¿Puccini le pone?

¡Pues claro que me pone! Me hubiera gustado conocerle y tratar en profundidad a un hombre que con tanta sensibilidad supo dibujar musicalmente a sus heroínas, con sus risas, llantos, alegría y miseria. También otros, como Verdi quien te deja maravillada con la intensidad sentimental que figura expuesta en la música de los personajes femeninos que se integran en su gran ópera Falstaff.

No sé si es bulo o una realidad, pero se dice que los cantantes de ópera son muy dormilones.

Cierto. El cuerpo humano es un complejo perfecto de armonía que ha de cuidarse. Nosotros cuando cantamos tenemos en tensión todas las partes del cuerpo, en mayor o menor grado, esa tensión se merece una adecuada atención proporcionándole el necesario y fundamental descanso. Cuando nos despertamos después del mediodía no es un capricho ni una excentricidad, es una auténtica necesidad para que nuestro instrumento fundamental, la voz, esté relajada y en perfectas condiciones para volver a cantar al día siguiente.

Educación musical

Newton en su teoría de la gravedad y Einstein en la suya de la relatividad, se basan en la conjunción del espacio con el tiempo; eso en realidad es la música. ¿Cree usted que la música debería ser obligatoria en la enseñanza desde temprana edad?

No me voy a morder la lengua. En la Edad Media se estudiaba el Quadrivium, que estaba integrado, como base para la educación, de astronomía, geometría, música y aritmética. Sin la música privamos a la sociedad del necesario equilibrio emocional y de la fundamental formación cultural. Es todo un despropósito. Nunca he escuchado ningún programa político donde se diga que la música va a ser asignatura obligatoria en la educación. ¿Qué cree usted?

En su trabajo hay alguna distinción en el listón de la calidad exigida para una ópera y para un concierto o recital.

¡En absoluto!, salvo que para la primera hace falta más tiempo de trabajo en escena y suelen ser papeles de más larga duración. Pero en ambos casos tanta tensión es la misma, idéntica la entrega y el afán de agradar al público. Los que nos dedicamos a esta profesión tenemos muy claro que sin el público no somos nada, ya que hemos de conseguir que exista un perfecta comunicación identitaria entre los sentimientos que expresamos y los que el respetable recibe.

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