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Portada del tercer número con Lorca, Dalí, Buñuel y Pepín Bello con don Miguel de Unamuno.
El CNI de Lorca, Dalí y Buñuel

El CNI de Lorca, Dalí y Buñuel

Los tres compañeros de la Residencia de Estudiantes protagonizan una aventura gráfica de espionaje, humor y acción en el convulso Madrid de los años 20

José Antonio Guerrero

Domingo, 23 de agosto 2015, 08:05

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Luis estrella un formidable directo de derecha contra la mandíbula del rufián saltándole un par de muelas. Federico patea con brío el trasero de otro matón y Salvador, ay el indolente Salvador, yace desmayado sobre su pajarita en una sucia acera de la calle Carretas.

Sobrevolando la gresca el bastón blandido por una figura de barba blanca y lentes tan familiares que solo pueden ser de otro genio. Circunspecto como siempre, a pesar de la edad y la refriega, don Miguel de Unamuno, embutido en su terno negro, ayuda en lo que buenamente puede a sus tres pupilos universitarios de la Residencia de Estudiantes. Entre todos logran, finalmente, poner en vergonzosa fuga a los pasmados asaltantes nocturnos.

Luis Buñuel, Federico García Lorca y Salvador Dalí, tres veinteañeros con el ingenio en plena ebullición pero que aún no han escrito su nombre en letras de oro en la historia más luminosa de España, protagonizan la novela gráfica Los Caballeros de la Orden de Toledo, una deliciosa aventura de intriga, acción y humor en el Madrid de los años 20, que mezcla peleas callejeras, espionaje, timbas nocturnas y encendidas tertulias literarias y políticas bajo el humo de los cigarrones y el sol y sombra del Café del Pombo.

Las viñetas de Buñuel, que practicó el boxeo desde su adolescencia, repartiendo mamporros a las primeras de cambio contrastan con el jocoso desvarío de desdoblar a ese Lorca sensible y educado, y situarlo sacudiendo puñetazos con los dientes bien apretados. Salvo ese estimulante guiño a la ficción, todo en Los Caballeros respeta con rigor el guion histórico de la España de entreguerras. Los textos, obra de Javierre (Vallecas, 42 años), y las ilustraciones de Juanfran Cabrera (La Herradura, Granada, 40 años), contienen cuidadísimos detalles que no hacen sino subrayar el esfuerzo de los autores por ajustarse a la realidad de aquellos años de ebullición, marcados por las huelgas, el pistolerismo y los conflictos sindicales, pero también por las vanguardias culturales. Tanta meticulosidad le ha dado más de un quebradero de cabeza a Juanfran, el dibujante. Después de acabada, tuve que rehacer una página entera porque un edificio de la calle Alcalá, junto a la Academia de Bellas Artes de San Fernando, no se construiría hasta unos años después de cuando transcurría la escena, rememora el granadino entre botes de tinta y acuarelas.

Los Cuatro Fantásticos

El ambiente de las tertulias del Café del Pombo (con el famoso cuadro de Gutiérrez Solana de fondo) o los aires de tolerancia de la Residencia de Estudiantes, por poner un par de ejemplos, quedan fielmente reflejados a lo largo de las 32 páginas del cómic, que tiene el valor añadido de que ha sido posible gracias a las microdonaciones populares de ese magnífico invento de financiación que es el crowdfunding.

Acaba de salir del horno el tercer número (la serie consta de cinco) con las aventuras de estos tres genios universales que marcaron época en la escritura, el cine y el arte. Al trío calavera les acompaña su inseparable Pepín Bello, que no destacó en ninguna de estas disciplinas, pero que era el amigo para todo. Bello, por cierto, les sobrevivió largamente a todos: Murió con 103 años, en 2008, no muy lejos de aquella residencia madrileña de ideas renovadoras.

En este último cómic, a 4 euros el ejemplar, que se puede comprar en librerías especializadas y aquí, cobra relevancia la figura de don Miguel de Unamuno, a quien podemos ver en su papel de viejo profesor enfrascado en su empeño de difundir la educación y la ciencia y transmitir a sus alumnos los valores del pensamiento en libertad. De hecho, en esta tercera entrega, tras un incidente que la banda formada por Lorca, Dalí, Buñuel y Pepín Bello vive con el viejo profesor, son fichados por la Institución Libre de Enseñanza para formar un grupo operativo en la sombra, una especie de Los Cuatro Fantásticos, cuya misión última es agilizar la modernización de España, anclada en el caciquismo, los pucherazos y los gobiernos de turno.

A Javierre se le ocurrió la idea hace siete años cuando un dibujante amigo le solicitó que le escribiera un guión sobre adolescentes en tiempos de la Guerra Civil. Yo por aquel entonces era un apasionado de la serie de cómics de Alan Moore y Kevin ONeill, The League of the extraordinary Gentlemen, donde personajes de ficción de la época victoriana como el Capitán Nemo, el hombre invisible o el Dr. Jekill se unen en una especie de Patrulla X. Basándome en esa idea, andaba detrás de escribir un guión sobre personajes conocidos por el gran público viviendo aventuras inéditas. Supongo que, por algún mecanismo cerebral, las dos ideas se fusionaron en mi cabeza y apareció Los Caballeros de la Orden de Toledo donde Lorca, Dalí y Buñuel se juntan en un grupo secreto que vivirá grandes aventuras en la época de entreguerras.

Juergas en Toledo

El título de la serie obedece a la 'Orden de Toledo', una parodia de una orden de caballería que se inventó Buñuel con el fin de pasar fines de semana de juerga y surrealismo en Toledo. Por momentos, la novela gráfica de Javierre y Juanfran recuerda a la serie El Ministerio del Tiempo, aunque en este caso el viaje no va más allá de los años 20.

A Juanfran, el dibujante que fue también director de la revista de humor satírico El Batracio Amarillo, le gusta pensar en la banda como una especie de Liga de los Hombres Extraordinarios, o Equipo A a la española, donde cada uno de los protagonistas tiene un carácter y unas cualidades muy definidas. Lorca es el listo, Buñuel el de las tortas, Pepín Bello el conseguidor de cosas y Dalí... el zumbado.

Situar a nuestros protagonistas fuera de su contexto artístico no ha sido tan complicado. Lo apunta Javierre: Es que estos tipos aparte de su vida pública, vivieron una época digna de novelas de aventuras. Solo hay que fijarse en el trágico final de Lorca; Buñuel estuvo haciendo labores de inteligencia durante la Guerra Civil para la República y fue espiado por el FBI durante décadas; Dalí tuvo que huir de los nazis en Francia y Pepín Bello estuvo detenido en una checa. No se puede decir que tuvieran unas vidas carentes de peligros.

Si la aceptación del público continúa a la par de su generosidad en el micromecenazgo, las próximas aventuras de Los Caballeros contarán con Rafael Alberti, Maruja Mallo, Ramón J. Sender Hay material para que nuestros poetas, pintores y cineatas sigan ejerciendo de extravagantes espías en el Madrid de Alfonso XIII sin todas las de la ley.

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