La abuela quería un nieto oboísta
Juan Manuel Urbán, corno inglés de la Sinfónica de Castilla y León
VICTORIA M. NIÑO
Jueves, 3 de abril 2014, 17:58
Cada domingo acudía con ella al concierto de la banda de Santa Cecilia en el mercado. El enorme cuadrilátero de la plaza de Cullera se dividía en el área de las verduras, el pescado, la carne y la música. La misa dominical para aquel niño y su abuela consistía en estar allí a las 10:30 aunque el concierto no empezaba hasta las 12:00. «Según llegabas cogías silla e ibas haciendo las filas. Ella quería estar en la primera, le gustaba ver bien a los oboes», afirma Juanma Urbán, corno inglés de la Sinfónica de Castilla y León. Y aunque le pedía salir a jugar durante la espera, la amenaza de que les quitaran el privilegiado sitio reducía el conato de rebelión infantil. La atadura, que a otro niño le hubiera hecho aborrecer la música, en el nieto de la señora Isabel produjo el efecto contrario. El deseo de aquella mujer le llevó a abrazar el instrumento de viento-madera.
«En mi casa no había músicos que pertenecieran a la banda, pero en Cullera siempre acabas teniendo una relación con ella. El hermano de mi mejor amigo era oboísta y un tío abuelo que tocaba los platillos estaba al cargo de los instrumentos así que ¿cómo no le iban a dar al 'chiquet' el oboe? Abrían el cuarto que era un desván y había instrumentos antiquísimos». De allí salió su primer oboe, con el que se examinó por libre en el Conservatorio de Valencia y el profesor Martí, cercano a la jubilación, se admiró del cacharro. «¡Pero si eso no se estilaba ni cuando empecé yo!», le dijo al Juanma niño. Luego indagó en la historia de Santa Cecilia, «hubo una exposición en 1929 y ahí estaban los instrumentos. Supongo que los comprarían de segunda mano a otras bandas o a los militares».
«Quiero ver que te levantan»
Nunca faltó a un ensayo, vivió la infancia entre los amigos 'sin apellido' y los 'amigos de la banda'. «Cuando te decían los primeros, vamos a jugar un partido o a hacer algo, nunca podía porque tenía ensayo o concierto. Me lo pasaba bien. Llegaba del instituto, cenaba, me quedaba traspuesto pero me levantaba como un cohete cuando era la hora. Cogía el oboe y me iba». Ante eso los padres aceptaron que iba en serio y hubo que comprar un instrumento, ahí estaba de nuevo Isabel Mengual.
La ilusión de la abuela: «Me gustaría ver que te levantan», o sea, que tuviera un papel tan determinante el oboe en una pieza como para que los aplausos le obligaran de ponerse de pie. «Falleció sin verme ser solista, cuando yo tenía 15 año. Creo que sí escuchó un solo de corno inglés en la 'Sinfonía del Nuevo Mundo', de Dvorak». Y es que en la banda se turnaban dos oboes, primero y segundo, y corno. Juanma es el solista del corno inglés. «Hay varios oboes, el oboe pícolo, el clásico (en Do), el de amor que es más grave, el corno inglés, el oboe barítono y el 'heckelfon' u oboe bajo. El oboe de amor lo tocamos con Ravel, el barítono con Varèse o Holst ('Los Planetas'), el bajo en la 'Sinfonía alpina', de Strauss».
Urbán se siente parte de una generación que ha crecido a la vez que el fenómeno sinfónico en España. Desde mediados de los ochenta comienzan a constituirse las orquestas autonómicas y otras fuera de los dos grandes focos, Madrid y Barcelona. «La economía en casa estaba justa y a los 18 años me fui con la maleta hacia mi primer trabajo en la Banda de las Palmas de Gran Canaria. De la banda pasé luego a la Filarmónica de Gran Canaria». Ya era músico profesional y a la vez estudiante cuando hizo la audición para la Sinfónica de Castilla y León. Reconoce el privilegio de «poder elegir». El valenciano mecido por la brisa atlántica se queda en la meseta continental. «Aprendí lo que era la niebla meona, no era clima tan seco como decían». Y entre las brumas del Pisuerga encontró a una vallisoletana pianista con la que tiene tres hijos en distinta sintonía musical. La pequeña Aitana es la que ha solicitado sus servicios como profesor, a pesar de ser coincidente con la figura del padre, y ya han grabado sus pinitos como dúo.
Urbán es vocal de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas y ve con preocupación la gestión de algunas de ellas. «Ahora está todo congelado, no se habla de cerrar pero tampoco de mejorar ninguna. Se vive en un 'stand-by', hay muchas negociaciones de convenio abiertas y lo triste es que la mayoría están determinadas por la imposición. así no hay nada que negociar». Lamenta especialmente lo ocurrido en su autonomía, la Comunidad Valenciana, el despilfarro megalómano de edificios y proyectos y «figuras como Barenboim, Mehta o Maazel, directores muy solidarios, que en este caso han cogido el dinero y se han ido». Juanma, que ha visto nacer y desarrollarse a la Sinfónica de Castilla y León, celebra su «evolución natural, no tenemos nada que no haya sido ganado y que no haya sido refrendado por la sociedad. Se empezó poco a poco, ensayamos en la sala Borja, en el Calderón llamado a ser su sede pero salió rana, el Carrión, el Lope de Vega, hasta en Laguna de Duero. Hemos ido ganando el terreno que nos corresponde y el público ha ido creciendo y respondiendo, creo que es una Orquesta querida. En cuanto a la gestión, ha habido orden, no se han hecho nada por capricho».
La bici, mediterráneamente
Este lector de Chirbes, que disfrutó mucho con 'Crematorio', y sigue 'En la orilla', es también ciclista de paseo. «La bici sirve para llegar a la parada del relajo, a la Estrella Damm, mediterráneamente», aunque su profesión le obligue visitar el gimnasio. «Una vez, el segundo día de ensayo con la Orquesta Nacional de España, me tuvieron que llevar a urgencias porque no podía moverme. Logré llegar al concierto y tocar, eso sí, medicado. Así que de vez en cuando me pongo en manos de Tomás (percusionista especialista en lesiones de músicos)».
En el cuadro de autoridades de la banda de Cullera figura como profesor. «Coincido poco cuando están en plena actividad, pero si puedo les ayudo». Quizá se le vaya la mirada a la primera fila del público, buscando abuelas con sus nietos.