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Leo Nucci, en el escenario del Miguel Delibes. / HENAR SASTRE
MÚSICA

Leo Nucci: «Los valores no cambian, vivimos en la ilusión de que sí y nos hacemos mal»

El cantante italiano recorre algunas de las arias más populares de Verdi con la Sinfónica de Castilla y León

VICTORIA M. NIÑO

Miércoles, 20 de noviembre 2013, 12:57

Es un hombre sonriente, que transita por la vida y el escenario con calzado cómodo, un italiano que celebra su arte y su suerte unida al compositor que canta hoy en Valladolid, Giuseppe Verdi. No hay nexo físico alguno con el maestro de Busseto, pero cuando Leo Nucci (Bolonia, 1942) se pone serio tiene mirada 'verdiana' y devoción musical sí, pero sobre todo moral, por su compatriota. La melancolía campa en el rostro de Nucci hablando de los 200 años del nacimiento de Verdi y los 150 de la unificación italiana. La Italia de hoy le deja «sin adjetivos. Necesitamos recuperar nuestra identidad. Hoy somos el país más simpático del mundo, dice con pesar. Pero debiéramos recordar dos mil años de historia».

Nucci es barítono de tesitura y de corazón. La gravedad de su voz le ha llevado a unos personajes con los que se siente cómodo, «son padres, abuelos, que me van bien». Metáfora de una generación de cantantes que han ido sumando papeles y repertorio a medida que cumplían años, al ritmo que su voz y su porte se adecuaba a los personajes, sonríe al recordar su primer 'Rigoletto'. «Hace 40 años, con mi mujer en el papel de Gilda y embarazada de seis meses de mi hija. Hoy soy abuelo de dos niños. Sigo siendo el mismo con 40 años de experiencia».

Cuatro décadas de cambios. «Cuando vine a España a cantar por primera vez, gobernaba Franco. No había apenas teléfonos, los trenes se deslizaban por vías anchas, si un teatro debía decirte algo, lo hacía por telegrama. Pasaba no solo en España, sino en todas partes. En 1974 el 25 de abril me pilló en Portugal la Revolución de los Claveles al abandonar el país, hoy sería impensable. Ahora acabas un aria en el escenario y al momento está colgada en YouTube», dice Nucci, que no utiliza las redes sociales pero sí Internet. «Soy un hombre mayor que vive más o menos el momento, su actualidad, pero siendo consciente del pasado». En la última década ha cantado varias veces en Asia. «En Japón, en China, por ejemplo fui hace cinco años por primera vez y me conocían. No soy famoso, pero sí célebre por mis grabaciones, saben de mí por ellas», explica.

No quiso ser 'maestro'

«Vivo en el mundo que me toca, intento aprender y adaptarme cada día, pero con los valores del pasado. Estoy leyendo 'El camino de Santiago', de P. Coelho, y te das cuenta de que en esencia el mundo no ha cambiado, tampoco los valores verdaderos, solo la tecnología. Vivimos en la ilusión de que ser modernos pasa por cambiar esos valores y nos hacemos mal». Nucci hila este discurso para llegar a su verdad, la de la música «valor de la humanidad que nunca se perderá» y la de Verdi.

«La obra de Verdi es una lección sobre esos valores. No hay que olvidar que es uno de los principales compositores italianos y universales, que escribió 27 óperas y que no dejó nunca que le llamaran maestro. Está tan pendiente de su obra como de la Casa de Reposo para músicos que construye en Milán. Su testamento, que está publicado, da idea del hombre. En su pueblo, cerca de su Villa Sant'Agata, levantó un hospital ¿hay algún otro músico que hiciera algo así? Todos hablan de su ego, él nunca. Destaca por su gran humanidad».

Si se le pregunta a Nucci por la figura de Verdi en la Italia de hoy, en seguida hace una lectura política. «No es muy escuchado por los gobernantes hoy y eso que sus letras y sus temas son muy actuales». Y no se refiere solo a su música. El propio Verdi fue senador, «le convenció Cavour. Pero cuando asistió a la primera sesión, quiso dejarlo». Para Nucci hay otra vertiente de Verdi. «Contribuyó mucho a la unidad italiana más allá del '¡Viva V.E.R.D.I.!' (Vittorio Emmanuele Re d'Italia)», dice sobre el músico del Resurgimiento. Por otra parte, «cambió la historia de la ópera, que dejó de ser un espectáculo de la gente rica para ser también del pueblo. La ópera comenzó a hablar el italiano de la calle».

Nucci reconoce que el público italiano es sobre todo «de ópera, a diferencia de Alemania, por ejemplo, donde la música sinfónica tiene más peso. En Italia hay un teatro cada veinte kilómetros. La crisis se nota en temporadas más cortas pero la mayoría siguen funcionando». Considera que la coyuntura económica, «el gran problema del dinero, debiera hacernos reflexionar sobre la gestión. Por ejemplo en Bilbao la ABAO funciona muy bien y es privada. Con esto no quiero decir que se deje de apoyar públicamente, pero hay que acercarse a públicos nuevos, acercarnos a los jóvenes que sí que aprecian la música cuando se les pone a mano, y dejarnos de producciones carísimas. En Italia tenemos un dicho, 'se acabó el mundo del gozo, del placer'».

Nucci es «el único cantante italiano, exceptuando Pavarotti, pero si hablamos de barítono, el único, que ha trabajado con todos los grandes directores de la segunda mitad del siglo XX desde Kleiber, Karajan, a Giulini, Metha, Abaddo, Maazel...» De ellos ha aprendido la necesaria «vuelta a la verdad de la música. Hoy solo se piensa en el escándalo, montajes que provoquen durante dos o tres días, o meses, pero la ópera acaba sufriendo por esa necesidad de actualidad».

Nucci se refiere a los directores de escena que han logrado una celebridad ajena a la música, y aunque no cite nombres, entre ellos está Bieito. «Poner al coro sentado en vateres y leyendo el periódico es una vulgaridad promocional que olvida la música. Hay cantantes que pierden el sentido de la obra y solo buscan una semicorchea sin saber por qué. Con Verdi aprendes todo eso».

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