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El alcalde de Molezuelas de la Carballeda, Alexandre Satue. Óscar F. Civieta.

Molezuelas de la Carballeda: el pueblo donde comenzó el fuego y al que el viento libró de las llamas

En esta localidad de Zamora, la tierra sigue quemada; sus vecinos son críticos con la ayuda de 500 euros de la Junta de Castilla y León, aunque elogian el trabajo de la directora general de Vivienda: «Está yendo a los sitios»

Óscar F. Civieta

Molezuelas de la Carballeda

Domingo, 19 de octubre 2025, 08:24

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Son las 21:00 horas de un martes de octubre muy caluroso. Una veintena de personas (alrededor del 50% de la población empadronada) se reúnen en el bar de Molezuelas de la Carballeda (Zamora). En localidades tan pequeñas, éste no es un mero dispensador de vinos, sino un lugar de encuentro, de reunión, de debate. Y desde aquel fatídico 10 de agosto, el incendio ha sido el tema preeminente en las charlas. Pero ya no, señala Silvia Gallego (una vecina), «quizá porque aquí no es tan obvio como en Cubo de Benavente u otras localidades, en las que los restos del fuego están en medio del pueblo».

En Molezuelas comenzó (oficialmente, ya que hay varias teorías al respecto), el primer gran incendio de los muchos que asolaron la provincia de Zamora el pasado verano. Probablemente, hubo dos puntos de inicio, explica el alcalde, Alexandre Satue. En solo seis días, y únicamente en la provincia de Zamora (porque saltó a la de León), quemó 10.000 hectáreas en 10 términos municipales (unas 2.000 en Molezuelas) y obligó a evacuar 12 localidades. Si se suma lo arrasado en la provincia vecina, ha sido el incendio más devastador de España desde que hay registros.

La evacuación

Ya son las 21:15 y el ambiente no decae en el Bar Chicharro. «Aquel día también había mucha gente», apunta Celestino Trigal, dueño del establecimiento, aunque es su mujer (sordomuda) la que está detrás de la barra. Serían sobre las 15:00 horas, recuerda, «había personas tomando el vermú y otras que ya se habían ido a casa a comer. Entonces, llegó la Guardia Civil y nos dijeron que teníamos que desalojar el bar y el pueblo».

Silvia Gallego no estaba allí. Ella sí vio el fuego. «A las 14:30 era muy pequeño, una columna. Llamamos a los bomberos y no había nadie, porque estaban todos en Las Médulas. Quizá si se hubiera controlado entonces...» elucubra. Cuando les evacuaron, agrega, «yo no pensaba que fuera a llegar a las casas, y luego, si no hubiera sido por un cambio de viento, lo hubiéramos tenido aquí». Como en otros lugares, hubo gente reacia a marcharse, esta vecina es crítica con ese comportamiento: «Hay sitios en los que había gente joven, que controlaban, tenían maquinaria, y se quedaron a ayudar, pero aquí la mayoría es mayor, e igual lo que haces es entorpecer».

En Molezuelas de la Carballeda, el fuego se quedó a 150 metros del pueblo. Óscar F. Civieta
Imagen principal - En Molezuelas de la Carballeda, el fuego se quedó a 150 metros del pueblo.
Imagen secundaria 1 - En Molezuelas de la Carballeda, el fuego se quedó a 150 metros del pueblo.
Imagen secundaria 2 - En Molezuelas de la Carballeda, el fuego se quedó a 150 metros del pueblo.

No en Molezuelas (porque no es de allí) sino en Uña de Quintana, se quedó un ganadero que prefiere no dar su nombre. «Mi mujer tiene ovejas allí y cuando vi que el fuego iba en esa dirección –dos horas antes de que llegara–, hice una pista con el tractor a un kilómetro de la carretera. El pueblo (Uña) lo libré yo, como me dicen muchos vecinos, pero, claro, hay que empezar dos horas antes». Durante muchos años trabajó como guarda forestal para la Junta de Castilla y León, de hecho, en los primeros momentos les estuvo indicando a los guardas por dónde debían actuar, «pero no había maquinaria», lamenta.

El alcalde sí creía que el fuego alcanzaría al pueblo (Molezuelas). «Gracias al cambio de viento y a los bulldozer, el incendio no saltó a esos pinares (los señala), si no.…», prefiere no pensarlo. En lo que no duda es en denunciar la «desorganización total» que había. «Los bomberos nos pedían bocadillos y garrafas de agua porque no tenían nada. Los de la UME, sin embargo, disponían de todo», asegura. Lo que más le impactó de aquel 10 de agosto fue el ruido de las llamas: «Es alucinante».

2 meses después del incendio

Han pasado dos meses desde que comenzó el incendio, Alexandre Satue recorre con su coche esos caminos hogaño ennegrecidos. Esta era la Ruta del Sardonal, explica con lástima, «eran solo encinas, era precioso. Cuando paseabas te encontrabas ciervos, jabalís, aquí vivimos del coto de caza y de este lado se ha perdido, nos queda la parte que va a hacia Rionegro».

El 14 de agosto, solo cuatro días después, hicieron una ruta con los niños del pueblo (en verano sí hay) para que fueran conscientes de lo que es capaz de hacer el fuego. 60 días más tarde, el paisaje sigue siendo desolador, «y lo que ves limpio es porque hacía poco que habíamos limpiado los caminos para hacer senderismo».

El alcalde sostiene un crisol de pena e ilusión. Es muy duro, reconoce, pero tengo ganas de trabajar para que esto vuelva a ser lo que era. Con el coche llega hasta la ermita en la que se paró el fuego (a 150 metros del pueblo), «los vecinos creyentes dicen que fue un favor divino», comenta con cariñosa ironía. Entonces, se cruza con tres mujeres que están dando un paseo: «Ellas sí que tienen pena de ver todo tan negro».

500 euros

Pronto sale el tema de la ayuda de 500 euros de la Junta de Castilla para todas las personas que tuvieron que ser desalojadas de sus viviendas. Y los ánimos se elevan: «Esos 500 euros deberían dárselos a los Ayuntamientos para desbrozar. Aquí, en Molezuelas, hay vecinos que ya me han dicho que cuando los cobren, los van a donar al Consistorio», indica el edil.

Más crítica aún es Silvia Gallego: «Que sí, que fue un agravio que nos tuviéramos que ir, pero estuvimos bien tratados y bien cuidados, ¿a qué vienen esos 500 euros? Es un lavado de cara, porque hicieron una mala gestión y hay elecciones en marzo». Y añade: «No han limpiado, y ahora dicen que van a meter más dinero para prevención, lo mismo que en la Sierra de la Culebra, y que no hicieron».

Aparte de esa polémica ayuda, el alcalde reconoce que ahora la Junta sí está respondiendo. Como casi todas las personas con los que ha hablado El Norte de Castilla en estos días, tiene muy buenas palabras para la directora general de Vivienda del Gobierno autonómico, María Pardo: «Está yendo a los sitios. Aquí se quemó una bodega y ha venido a verla. Ya están con los papeles, aunque nos ha dicho que lo primero son las casas».

También está conforme Celestino, el dueño del bar. Afirma que, además de los 500 euros, le corresponden 5.500, ya que el negocio estuvo cerrado por fuerza mayor durante unos días. «Ya le he dicho a la gestoría que los solicite, pero todavía no nos han pagado nada», comenta.

El futuro

Todavía con el campo bruno, no queda otra que pensar en el futuro. En ese discernimiento, inevitablemente surge el miedo a que vuelva a pasar. «Lo que se quedó sin quemar, se tiene que quemar», advierte pesimista el ganadero de Uña. Habría que limpiar, subraya, «pero no nos dejan. Solicitas para desbrozar unas parcelas y no te dejan». Aunque a él sí se lo han permitido: «Pero porque yo voy haciéndolo bien», asevera.

Alexandre Satue pide que le ayuden a repoblar, pretende poner encinas y robles, empero no quiere saber nada de pinos ni de chopos. También le gustaría que hicieran una poza más amplia, y así habría agua suficiente para el pueblo y para apagar los incendios, porque, como recuerda, «aquí vinieron los helicópteros a cargar y nos han dejado sin agua».

El fuego ya no es el tema principal de las charlas en el Bar Chicharro, aunque hay otro que permea todas las conversaciones: el abandono del medio rural. Celestino lo explica con su ejemplo: «Hace un año que abrimos. En verano es rentable, pero en los meses de invierno no sacas casi nada. Lo tienes por hacer un servicio a los vecinos. Si tuviera que vivir solo del bar, sería imposible», zanja.

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