Zamora
Los habitantes la Sierra de la Culebra recuerdan el infierno de 2022 e imploran una treguaVecinos de los pueblos que sufrieron el incendio de hace tres años, pero a los que no han llegado las llamas en 2025, desean que el horror no se repita: «No hay nada más que se pueda quemar»
Tienen nítidas en sus retinas las imágenes de hace tres años. Las del fuego cercando las casas y devorando parcelas. Arrasando su montaña y su vida. Los vecinos de la Sierra de la Culebra se emocionan y sufren al recordar aquel infierno. Lo rememoran con el miedo en el cuerpo, mirando a esas tierras que vuelven a ser presa de los incendios y suplicando no revivir aquella pesadilla, que comenzó el 15 de junio de 2022.
Ese día, tras una tormenta seca que dejó vientos huracanados y multitud de rayos, se inició el incendio de Riofrío de Aliste, que, según el Informe de Incendios Forestales 2022, de la Dirección General de Protección Civil y Emergencias, no se extinguió hasta el 29 de agosto, tras quemar 24.074 hectáreas. 2.690 personas de 26 localidades tuvieron que ser evacuadas.
El 17 de julio, a solo 30 kilómetros de allí, en Losacio (y por motivos muy similares), se desató el segundo fuego. Éste se extinguió el 31 de agosto, afectó a 26.182 hectáreas y 2.700 personas fueron desalojadas de sus casas. Ese año hubo cuatro fallecidos por incendios en España, todos en el de Losacio.
La crudeza de las cifras esconde millones de historias personales. De pérdidas humanas, materiales y vitales. Este diario ha hablado con vecinos y vecinas de algunas de las localidades afectadas en 2022 y que, de momento, están esquivando las llamas en 2025: «Ya no hay nada más que se pueda quemar», coinciden. La remembranza se distorsiona por un presente que repite la historia. Y lo peor, admiten la mayoría con dolorosa crudeza, es que no les sorprende.
«Se quemarán las 15 hectáreas que libraron en 2022»
Con una ironía que esconde una lacerante realidad, Lucas Ferrero, vecino de Villanueva de Valrojo, comenta que si el fuego llega otra vez se quemarán las 15 hectáreas que se quedaron sin arder en 2022. Un trozo de terreno, recuerda, «que defendió un amigo que es guarda forestal».
Afirma sin ambages que sabían que «volvería a pasar: sin haber hecho las limpiezas que prometieron, ni arar el terreno, ni reforestar, dejándolo todo a su libre albedrío, esto estaba más que cantado».
Ferrero es arquitecto, y también presidente de la Asociación La Culebra no se calla, donde estiman que la superficie realmente quemada en 2022 superó las 67.000 hectáreas, afectó a más de 300 negocios y generó pérdidas en torno a los 80 millones de euros. Sobre las ayudas, él, como autónomo, no ha recibido nada. Su padre, que perdió material de construcción almacenado en fincas, tampoco.
Este vecino percibe ahora muchas similitudes con lo sucedido hace tres años, principalmente en cuanto a la coordinación y la gestión: «Tengo colegas que son guardias forestales y la Administración no les deja incorporarse. Otros que están parados y no saben dónde ir».
¿Y si el fuego vuelve? «Pues si vemos que no hay medios, nos tocará salir a nosotros otra vez», afirma resignado.
«Esto es un polvorín»
A pocos metros de la de Lucas Ferrero tienen su casa Carlos y María Jesús. Son las 10 de la mañana y la lona que tapa su piscina ha amanecido con cenizas. Cuando he salido y lo he visto, comenta ella, he pensado: «Otra vez».
Aunque pasan mucho tiempo en el pueblo, viven en Zamora. Allí estaba él cuando se desencadenó el incendio de 2022: «Intenté venir y me costó mucho entrar. La Guardia Civil no me dejó, a pesar de que les dije que venía a ayudar y a sacar a mi padre (se emociona). Finalmente me metí por un camino y me puse a trabajar: los vecinos defendimos el pueblo. Si no es por nosotros...».
María Jesús, que es de Codesal (a 15 kilómetros) no esconde su indignación: «No aprendemos de los errores, nos tienen completamente olvidados, y, en este caso, la responsable es la Junta de Castilla y León. Vienen por aquí esporádicamente a hacerse la foto, pero lo que tienen que hacer es proteger los pueblos».
Las quejas son muy similares a las de Ferrero: «No ha habido nada de reforestación. Esto lleva tres años quemado y aquí nadie se mueve». Si no lo hace la Administración, subraya ella, «al menos que nos dejen a nosotros, pero te ponen muchísimas tramas burocráticas para limpiar tus fincas, para talar un árbol, para todo. Si eso lo unimos a la despoblación y a la falta de cultivo, esto es un polvorín».
También coindicen en el reproche por la descoordinación: «Los primeros días había gente que estaba de vacaciones y en la base ni siquiera lo sabían».
«Es imposible trasladar lo que vivimos»
A poco más de 8 kilómetros desde Villanueva de Valrojo, por una carretera repleta de baches (que realmente son hoyos, provocados por el incendio de 2022, por el paso de los camiones y, obviamente, por la falta de mantenimiento) está Ferreras de Arriba. Antes de llegar al pueblo, en un pequeño promontorio con vistas privilegiadas hacia la Sierra, José tiene algunas de sus 500 colmenas (es el propietario de Miel Artesanal Los Castros).
Con la mirada en lontananza, en ese monte antes boscoso, que vuelve a estar amenazado, reconoce que lleva días con mucho miedo (él utilizó otro término): «Es que el fuego iba directo a otras colmenas que tengo allí (señala al horizonte), así que me he dedicado a limpiarlas a conciencia».
El camino hacia Ferreras de Arriba.
Los baches, en parte, provocados por el incendio de 2022, en la carretera hacia Ferreras de Arriba. Óscar F. Civieta.
Sierra de la Culebra.
Los vecinos aseguran que los que son de allí notan la diferencia brutal de la imagen de la Sierra. Óscar F. Civieta.
Trabajando en sus colmenas.
José trabaja en sus colmentas. Es el dueño de Miel Los Castros. Óscar F. Civieta.
El fuego arrasó la Sierra de la Culebra en 2022.
Los restos de los incendios de 2022 todavía son perceptibles. Óscar F. Civieta.
Bomberos Tierras de Aliste.
Un camión de Bomberos Tierras de Aliste. Óscar F. Civieta.1 /
Desde ese mismo lugar divisó el avance vertiginoso del fuego en 2022: «Por mucho que te lo explique, es imposible trasladar lo que sentimos y vivimos». Él perdió unas 40 colmenas, que ya ha recuperado. La Junta de Castilla y León le pagó una pequeña cantidad por ellas y le dio alimentos para que las abejas no se murieran.
Pero lo peor no fue eso, advierte, sino que durante estos tres años «las abejas no han tenido nada que pillar, porque se quemó todo, ahora está brotando, pero entre 2022 y 2024 estaba seco».
«Ha tenido que morir un chaval en León para que metan medios aquí»
Laura Fernández Gago lleva tres días sin dormir. Temerosa de volver a encerrarse en aquella congoja, que, en cierto modo, es esperada: «Se han cometido los mismos errores, en tres años no hemos avanzado. Y esto va a ir a peor», avisa.
Como José, vive entre abejas. Su empresa, La Miel de Laura, estaba en pleno crecimiento en 2022. Tenía 500 colmenas y perdió 200, pero el negocio pervive gracias a que tenía las colmenas aseguradas: «si no fuera por el seguro, ahora igual no estábamos hablando de este tema», puntualiza. Y también porque pertenece a una asociación de apicultores, que, con donaciones, «repuso todas las colmenas perdidas en los incendios, fueran o no socios». A lo anterior hay que sumar una pequeña cantidad (prefiere no concretar la cifra) que recibió de la Administración autonómica.
Esta apicultora vive en Escober de Tábara y asevera que, tanto ella como sus vecinos y vecinas, recuerdan minuto a minuto lo sucedido en 2022. «Es como si estuviera pasando ahora mismo, todos te cuentan cómo lo vivieron, dónde estaban...», dice emocionada.
También ella repite las críticas, que son una opinión absolutamente generalizada: «Hay mala gestión, falta de medios, pueblos descuidados, no puedes limpiar ni cortar. No hay ganado para limpiar el campo, no hay gente en los pueblos, cuya media de edad es altísima».
La Administración, asevera con rotundidad, «es una incompetente, te desalojan y al final somos los que apagamos y los que defendemos el pueblo. Los ganaderos que mantienen sus naves es porque las han salvado ellos. Y lo que más te duele es el abandono, la desidia, ha tenido que morir un chaval en León para que metan medios aquí. Es muy triste».
«Lo recuerdo todo verde, y después todo negro»
Con datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, la superficie quemada en España en 2022 superó en un 285% la media del decenio anterior para montes arbolados, en un 237% para montes desarbolados y un 184,30% para superficies forestales.
¿De qué sirvió? Según Teodoro Díaz Pino, alcalde de Olmillos de Castro (municipio al que pertenecen las localidades de Marquiz de Alba, Navianos de Alba y San Martín de Tábara), de nada. «Se podía haber hecho más. Hablan de que sobraban medios, pero en San Martín de Tábara, donde se quemaron varias casas, te veías con los cuatro vecinos (normalmente octogenarios) y la gente que estaba de vacaciones intentando apagar el fuego».
«Había lenguas de fuego a 100 metros, y mientras veías que por la carretera se paseaban coches de la Unidad Militar de Emergencia (UME) y de los bomberos, que a lo mejor eran más necesarios en otro lugar, pero nos sentimos abandonados», narra el ahora alcalde (no lo era en 2022) que remata con una frase esclarecedora: «Lo recuerdo todo verde y después todo negro».
El edil hace referencia a una cuestión polémica, como es la que tiene que ver con que muchos vecinos, a pesar de que les indiquen que deben marcharse, decidan quedarse en sus pueblos, algo que sucedió hace tres años y se está repitiendo ahora.
«Es normal que defiendan sus propiedades, pero es que son personas que no están preparadas», señala. Y agrega: «Es muy delicado quedarte, porque ya no es que venga la lengua de fuego, es que, cuando hay viento, ves el fuego, pero la flama de la llama viene 100 metros más adelante y es lo que te pilla. De eso mucha gente que va a apagar el fuego no es consciente, pero es supervivencia de toda una vida».
«Quizá no se podía evitar el incendio, pero sí sus consecuencias»
En San Martín de Tábara, Israel León trabaja en el negocio familiar: la Quesería Beato de Tábara. En 2022 perdieron 550 cabras, algunas se quemaron. Las que se salvaron se intoxicaron y, después de varios tratamientos, les dijeron que eran improductivas, por lo que su fin fue el matadero.
También se les quemó un sistema de cercas de más de 50 hectáreas y una cisterna de 2.500 litros que usaban para trasladar la leche de la granja a la quesería. Y tuvieron «muchísima suerte», resalta, porque la granja se salvó. Por todo ello recibieron una ayuda de la Junta de 15.000 euros y les han renovado las cercas. «Una décima parte de lo que perdimos», calcula León.
Después de tres años no han conseguido recuperar el 100% de la producción. Renovaron el rebaño, pero con algo más de 200 cabras y han producido mucha menos leche: «Ahora estamos en un 70% de lo que hacíamos en 2022», explica.
No falta la crítica: «La gestión de los montes ha sido nula. Se están quemando zonas que ya se habían quemado. Antes, en todos estos entornos, abundaba en ganadero extensivo y el pastoreo tradicional, que evitaba muchos incendios, eso ha cambiado por reforestación y por especies que no son autóctonas y que no ayudan en nada».
En sus palabras, «la prevención durante el invierno y las condiciones de los bomberos siguen siendo similares a las de antes, a pesar de las quejas». En estos tres años, «no es que no se haya hecho nada, pero se podía haber hecho mucho más. Quizá no se podía evitar el incendio, pero sí sus consecuencias».
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