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Una cierva y su cría recorren la Sierra de la Culebra tras los incendios. Javier Talegón

La fauna de Zamora en peligro tras los incendios: «Se reduce el refugio, el alimento y los puntos de agua»

El biólogo Javier Talegón afirma que la devastación del fuego obliga a los animales a huir de sus territorios mientras la gestión forestal posterior añade nuevas amenazas

Lucía San José

Valladolid

Lunes, 25 de agosto 2025, 19:26

Donde antes se extendían densos pinares y matorrales, ahora solo quedan montes ennegrecidos y árboles convertidos en esqueletos. Los incendios de este mes han devastado ... una vez más grandes terrenos en la provincia de Zamora, en pleno área de distribución del lobo ibérico, lo que ha obligado a los animales a desplazarse ante la falta de vegetación, presas y puntos de agua. «Se han quemado miles y miles de hectáreas que han afectado a los territorios de varias decenas de manadas y a sus zonas de reproducción», explica el biólogo Javier Talegón.

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A esta fragilidad ecológica se suma la intrusión humana. El precedente de la Sierra de la Culebra en 2022 sigue vivo en la memoria, porque la tragedia continúa cuando el fuego se acaba; en este caso, ha durado tres años, en los que durante el día y la noche las pistas forestales se llenaron de «un trasiego constante de vehículos, maquinaria pesada, camiones circulando por cortafuegos o en cualquier rincón de la sierra, trituradoras de madera y personal», enumera Talegón. Además, esa actividad dejó tras de sí «una alteración enorme de los suelos, la creación de miles de roderas, la presencia de ruidos, vehículos y humanos en muchas zonas, lo que ha limitado la tranquilidad para esta especie y sus presas».

Javier Talegón capta a un jabalí después de los incendios de 2022. J. Talegón

La primera consecuencia es la pérdida inmediata de sombra. Matorrales y árboles, arrasados en cuestión de horas, dejan a los lobos sin el resguardo imprescindible frente a la insolación, especialmente en los meses estivales. «Se reduce el refugio, el alimento y los puntos de agua», apunta Talegón. Esa combinación de factores obliga a las manadas a abandonar temporal o definitivamente sus territorios.

El hambre también acecha. En las zonas incendiadas, los ungulados presa, ciervos, corzos y jabalíes, se desplazan hacia parajes no afectados, lo que reduce drásticamente su densidad en los territorios calcinados. El lobo, dependiente de estas especies, se ve obligado a migrar, a reorganizarse y a afrontar tensiones territoriales que pueden derivar en conflictos. «Un grupo de lobos que, tras un incendio, se ve forzado a cambiar las zonas de descanso o a trasladar a las crías varios kilómetros, puede acabar entrando en un área ocupada por otra manada territorial. Esta situación desemboca en estrés constante o en peleas intraespecíficas que pueden causar la mortalidad de ejemplares», detalla el biólogo.

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La vulnerabilidad se multiplica en el caso de los cachorros. Las camadas que nacen en primavera apenas cuentan con tres o cuatro meses de edad en pleno verano, una etapa en la que todavía dependen por completo de los adultos. «Coincidiendo con fuegos intensos, pueden perderse camadas enteras, formadas por cachorros con poca experiencia y movilidad», subraya. El fuego, por tanto, además de destruir el presente de los lobos, amenaza directamente su futuro inmediato.

En el Régimen de Protección Especial

Después, durante la regeneración forestal, las actuaciones no tuvieron en cuenta las necesidades de los animales, ya que se realizaron incluso durante los meses estivales, en la época de reproducción. Talegón lamenta la falta de sensibilidad: «A pesar de ser una especie incluida en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial y con un estado de conservación no favorable, no se han adoptado ningún tipo de medidas para minimizar las molestias a los lobos».

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La protección, según el biólogo, también pasa por la gestión de la caza. Tras el incendio de 2022, «se dejó sin efecto la suspensión de cazar durante cinco años en muchas zonas afectadas por el fuego, contraviniendo la legislación de Montes de la comunidad y bajo una supuesta presión de los ungulados sobre la cubierta vegetal», explica el zamorano. En aquel momento, «se abatieron corzos en celo y ciervos en berrea en los mismos bordes de las zonas quemadas; incluso, se autorizaron batidas de caza mayor en los límites de la superficie incendiada», afirma. Esa permisividad, lejos de favorecer la recuperación, añadió nuevas presiones sobre una fauna ya debilitada por el fuego.

Limitar la caza en las zonas afectadas y franjas periféricas

El biólogo considera que las catástrofes deberían servir para replantear las actividades humanas en los espacios quemados. «Con el objetivo de favorecer la recuperación de los lobos y de sus presas, parece lógico limitar actividades como la caza, tanto en las zonas afectadas directamente por los incendios, como en generosas franjas periféricas que faciliten la colonización desde allí», plantea.

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Un lobo atraviesa la zona quemada de la Sierra de la Culebra. Leandro Rivasés

«El zorro actúa como importante promotor de heterogeneidad forestal dispersando, a través de sus excrementos, miles de semillas de zarzamora, arraclán, cerezo o endrino», defiende Talegón. En tiempos de crisis ambiental, insiste, no tiene sentido mantener su captura autorizada.

Más allá de las decisiones locales, el gran marco de fondo es el cambio climático, que es «incuestionable», advierte el biólogo, consciente de que las olas de calor y la sequía intensifican la virulencia de los incendios. La adaptación no es ya una opción, sino una necesidad urgente para la fauna y los ecosistemas que conviven en la Sierra de la Culebra.

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«Se deben cambiar las políticas forestales, limitando, por ejemplo, las plantaciones de coníferas alóctonas»

Javier Talegón

Biólogo

La prevención aparece aquí como la herramienta más eficaz, aunque tradicionalmente la más olvidada. «Se deben cambiar las políticas forestales, limitando, por ejemplo, las plantaciones de coníferas alóctonas», afirma Talegón, ya que han demostrado ser un combustible perfecto para los grandes incendios.

Esta lucha pasa también por una respuesta firme contra quienes los provocan. «El código penal debe ser muy contundente con los pirómanos», subraya, ya que está en juego la supervivencia del lobo y la capacidad de Zamora para conservar un patrimonio natural único que hoy se tambalea entre el humo de estos años que siguen castigando a los mismos terrenos. Las llamas han vuelto a poner en jaque a las manadas, a sus crías, a sus presas y al delicado equilibrio que mantiene viva esta tierra.

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