El vuelo mágico de Valladolid a Roma de un duende y el doctor Torralba
Según la leyenda, este médico era aconsejado por un geniecillo que le anticipó el Saqueo de la Ciudad Eterna, donde le llevó desde orillas del Pisuerga
«Acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire, caballero de una caña, cerrando los ojos, ... y en doce horas llegó a Roma, y se apeó en Torre de Nona», le dijo don Quijote a Sancho en la segunda parte de la obra más destacada de Miguel de Cervantes. El alcalaíno recogió esta leyenda con el doctor Eugenio Torralba como protagonista y su misteriosa relación con un duende que lo acompañaba.
Eugenio Torralba, nacido en Cuenca a finales de la década de 1480, comenzó sus estudios en Medicina y Teología en Italia, aunque su verdadera vocación era la astrología y la nigromancia, ciencias prohibidas en aquella época. Fue entonces cuando entabló contacto con un religioso dominico, al que había curado, que le hizo un insólito regalo: una especie de duendecillo llamado Zequiel, que cobraba forma humana.
Era un personajillo menudo que aseguraba ser un genio y prometió al médico acompañarle toda su vida, tanto en sus aventuras o desventuras. «Seré tuyo mientras vivas y te seguiré a donde quiera que vayas». Este duende se aparecía a Torralba como un joven vestido de rojo y negro que le hablaba en latín o en italiano, le aconsejaba en sus prácticas como médico y también adivinaba sucesos futuros que iban a acontecer en los meses siguientes.
Entre 1520 y 1527, Eugenio Torralba vivió en Valladolid, Cuenca, Roma y Bolonia, como médico y hombre de confianza de la Corte y la curia. En mayo de 1527, estaba en Valladolid con la Corte cuando la emperatriz Isabel iba a dar a luz al primogénito imperial. Nadie conocía el sexo de la criatura, excepto Torralba, que sabía que era un varón -Felipe II- gracias a Zequiel.
Este duende también anticipó la muerte de Fernando el Católico o el nombramiento del cardenal Cisneros como el regente de Castilla, lo que multiplicó su fama de adivinador. Aunque otro hecho adelantado por el duendecillo todavía estaba por llegar.
En volandas entre las nubes
El 5 de mayo de 1527, el geniecillo predijo el famoso Saqueo de Roma que tanto estremeció a toda la cristiandad. Entonces, tomó la decisión de coger en volandas al doctor Torralba para que lo presenciara en primera persona. La Ciudad Eterna era arrasada de nuevo casi mil años después del último gran asalto protagonizado por los bárbaros.
Según la leyenda, Zequiel se apareció al doctor para asegurarle que al día siguiente las tropas imperiales (alemanas y españolas) capitaneadas por el duque Carlos de Borbón asaltarían Roma. Torralba no quería perderse el acontecimiento y le pidió que le llevase esa ciudad.
Desde orillas del Pisuerga, el duende le dijo: «Cierra los ojos, no tengas miedo, ten este palo en la mano y no te resultará mal alguno». Así lo hizo y se encontró por los aires entre las nubes y sobrevolando el mar a tan baja altura que creyó poder tocar sus aguas con los dedos.
Zequiel le hizo aterrizar en Torre de Nona, desde donde Torralba recorrió las calles, contempló el asalto de las tropas, el saqueo de los palacios cardenalicios y los incendios que arrasaban la ciudad. Vio morir al duque de Borbón y huir al papa Clemente VII, que se refugió en el castillo de Sant'Angelo.
De la misma forma regresaron a Valladolid antes del amanecer y dieron la noticia del saqueo por parte de las tropas imperiales de Carlos V, antes que los mensajeros pudieran hacerlo. En Valladolid nadie podría saber nada de lo que había ocurrido en Roma. Tendría que pasar una semana para que llegaran los primeros correos, cuando su narración fue confirmada y su fama de adivino alcanzó las más altas cotas.
Arrestado por la Inquisición
Sin embargo, esto levantó sospechas y en verano de 1527, fue denunciado ante el Tribunal del Santo Oficio de Cuenca por Diego López de Zúñiga. Entonces, la Inquisición decidió arrestar a Torralba. En los interrogatorios, admitió ser aconsejado por un duende «bondadoso, que me reprendía cuando pecaba». Sin embargo, entre tortura y tortura, el doctor admitió que aquel misterioso ser podría ser un demonio y fue encarcelado en Cuenca a finales de 1528.
Su proceso, instruido por el inquisidor Ruesta, se prolongó hasta 1531, cuando el doctor Torralba fue admitido a reconciliación, y condenado a cárcel. En 1535, fue indultado por el inquisidor Alonso Manrique, con la promesa de no llamar nunca más a Zequiel y la obligación de llevar el sambenito. Una vez en libertad, Torralba fue nombrado médico y consejero del almirante de Castilla y vivió en Medina de Rioseco hasta 1538. No obstante, su historia podría haberse perdido de no ser por los archivos inquisitoriales.
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