¿Viejo con 65 años? Cómo los servicios públicos se adaptan al nuevo perfil de los mayores en Valladolid
Los centros de vida activa priorizan los talleres de fuerza, cuidado de la espalda o inquietudes culturales mientras las residencias constatan que cada vez se ingresa en ellas a edades más avanzadas
«Por cambiar, ha cambiado hasta el nombre. Y varias veces», dice Ana Saldaña, responsable de los programas de envejecimiento activo de la Diputación. Cuando ... la institución provincial comenzó con este tipo de acciones, allá por el año 1990, todos los folletos hablaban de proyectos «para la tercera edad». Nadie que esté implicado en estas actividades utiliza hoy esta expresión. «Es el lenguaje edadista por excelencia. Lo de tercera edad remite a tercera clase, tercera división», cuenta Saldaña, quien explica que el siguiente paso se dio cuando se comenzó a emplear lo de 'programas de personas mayores'. Tampoco ya se habla así.
«Cuando dices personas mayores, metes en el mismo saco a gente de 70 y de 90 años, cuando no tienen nada que ver. Como tampoco una de 30 con una de 60». Por eso, cuenta, desde el año 2002 se acuñó lo de «envejecimiento activo», una expresión que en los últimos tiempos ha ganado una palabra más, «envejecimiento activo y saludable». Así es como la Diputación califica los programas dirigidos a ese grupo de población (cada vez más numeroso) que está por encima de los 65 años.
El Ayuntamiento desterró lo de centro de personas mayores para bautizarlos como centros de vida activa. Las palabras han cambiado para referirse a una realidad que también se ha transformado de forma radical durante los últimos años. Quien hoy cumple 65 años no lo hace en las mismas condiciones que quienes alcanzaban esa edad hace medio siglo. La esperanza de vida ha crecido, los hábitos de vida se han modificado, también las inquietudes, el bagaje laboral y cultural. Y todo eso se nota en los servicios que prestan las administraciones en forma de cursos y talleres.
El Ayuntamiento cerró el pasado 23 de mayo el plazo de inscripción para participar en alguno de los 676 talleres que ha programado para el curso 2025-2026 en los centros de vida activa de la capital. Recibió 16.192 peticiones para optar a alguna de las 10.196 plazas ofertadas. «La cifra así, de entrada, puede resultar engañosa», reconoce Rodrigo Nieto, concejal de Personas Mayores, Familia y Servicios Sociales.
«Es verdad que hay casos con lista de espera, pero no podemos decir que haya casi seis mil personas que se quedan sin plaza. En primer lugar, porque las cifras no se refieren a personas, sino a solicitudes. Y hay personas, además, que hacen la petición para un mismo curso en varios centros para tener más opciones de conseguir una plaza», indica Nieto, quien subraya que la oferta se ha incrementado el 5% con respecto al curso pasado. Pasa de 10.196 a 10.744 plazas.
De momento. El Ayuntamiento tiene prevista la ampliación del centro de vida activa de Arca Real lo que, al aumentar su superficie, permitirá también incrementar las actividades que alberga. Por espacios, las instalaciones de Huerta del Rey, Parquesol y San Juan son las que un mayor número de plazas oferta. Son, también, las que más peticiones reciben.
A principios de junio se publicaron los listados provisionales. Esta semana ha habido sorteo de las plazas en disputa. El viernes 20 se han publicado las plazas definitivas y ya será en septiembre cuando haya que formalizar la inscripción, de cara a un curso que comenzará el 1 de octubre. De esos 676 talleres, 336 son completamente gratuitos, impartidos por personas voluntarias. El resto (340), cuenta con una aportación municipal (592.896 euros) que se completa con el copago (entre 10,80 y 48 euros el cuatrimestre) que los beneficiarios abonan en función del número de horas de clase o de si están empadronados o no en la capital.
Del total de plazas, el 45% están orientadas a la promoción de hábitos saludables (2.862 para la salud física y 1.967 para la salud psíquica). Aquí se incluyen psicomotricidad, yoga, taichi, ejercicios de fuerza, de espalda, memoria o estimulación cognitiva. Este bloque ha perdido peso con respecto al año anterior, en beneficio del área de promoción del conocimiento (pasa del 43% al 52%). En este apartado se engloban talleres de pintura, de música, idiomas, historia del arte, teatro… Y hay un bloque más (420) de competencias cotidianas, por ejemplo, para el manejo de los teléfonos móviles.

«Las personas mayores de 65 años de hoy en día son más saludables, activas y participativas en la sociedad, con mayores niveles de educación, empleo y ocio, lo que exige una adaptación de los servicios y políticas públicas para satisfacer sus necesidades», explican desde el Ayuntamiento de Valladolid. «Hace años -evidencia el concejal Rodrigo Nieto- eran muy importantes los cursos de informática. Hoy apenas se demandan». Muchos de los que ingresan ahora en ese segmento de edad ya tienen la informática de serie (la han usado durante años en su trabajo) y el dominio de los móviles está a la orden del día.
Las peticiones ahora pasan (y por eso se han reforzado) «por los talleres culturales, como pueden ser Historia de Valladolid o Historia del Arte, y los de hábitos de salud psíquica». En la capital, los dos más demandados en los últimos años son los de Historia y la Escuela de Espalda. En esta última vertiente, los cursos vinculados con el envejecimiento físico se han especializado. Si hace años se apostaba por una «gimnasia de mantenimiento», ahora se trabajan aspectos concretos como los ejercicios de fuerza o pilates, que este año se imparte por primera vez en un centro municipal (el de Arca Real).
Envejecimiento activo
«En la mejora de la calidad de vida de las personas mayores tiene especial relevancia el concepto de envejecimiento activo», explican desde el Consistorio. «Su importancia radica en dotar a las personas mayores de una vida más larga y plena, con mejor salud, facilitándoles el acceso a actividades que les mantengan activos y les acerquen a la sociedad actual, para seguir siendo independientes y vivir plenamente esa etapa de la vida». «Esto ha cambiado muchísimo», dice Ana Saldaña, en los programas de envejecimiento activo de la Diputación desde 1997. «Cuando yo empecé, lo importante era crear grupo. Las personas se apuntaban a cualquier actividad, lo que fuera, porque el objetivo era salir de casa y encontrarse con otras personas. Hoy no, hoy hay que ofrecer alternativas que sean útiles, con programas que les interesen y que promuevan su autonomía», indica Saldaña, quien tiene clara una cosa.
El gran objetivo de estos talleres pasa por prolongar los años de vida saludable. «En la Diputación los llamamos 'Años de oportunidad'. El reto es prevenir la dependencia, con actividades de fuerza y equilibrio, marcha nórdica, cocina cardiosaludable, memoria y creatividad». Para eso, explica, son fundamentales los profesionales especializados (fisioterapeutas, monitores deportivos). Y todo, para prolongar todo lo que sea posible la autonomía personal. Valerse por uno mismo cuantos más años, mejor.
Y eso también se percibe en las residencias, donde las personas que allí ingresan lo hacen, de media, cada vez a una edad más avanzada. «Ahora se sitúa por encima de los 80 años», afirma Sonia Marbán, enfermera y directora de la residencia Cardenal Marcelo, de la Diputación. «Casi todos los que ahora optan por una residencia lo hacen porque vienen con pluripatologías crónicas o porque ya no pueden recurrir a otros recursos sanitarios o sociales. La extensión de la ayuda a domicilio, los centros de día o los servicios de cátering retrasan, si es que llega, la entrada en residencias», indica Marbán, quien explica que esto ha conllevado también cambios en la atención.
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«Hace décadas primaba el modelo hotelero». De hecho, muchas residencias están así diseñadas, con largos pasillos llenos de habitaciones ocupadas por un alto porcentaje de personas válidas. Hoy el grado de dependencia de los residentes es mayor, lo que obliga a adoptar «modelos de atención integral centrados en la persona, donde se atiende no solo las necesidades, sino también los gustos y preferencias, con planes de apoyo encaminados a preservar la autonomía».
Y todo ello, en unos profundos cambios sociales y demográficos que se dibujan con claridad en la estadística. La primera y más palpable realidad es que cada vez hay más personas mayores de 65 años. Hace medio siglo, en 1975, la provincia contaba con 41.424 personas por encima de los 65. Hoy esa cifra se ha triplicado, hasta las 129.922. Si entonces suponían apenas el 9,4% del total de la población vallisoletana, ahora son el 24,7%. Uno de cada cuatro vecinos de la provincia ya ha cumplido los 65.
Ya no cabe hablar de envejecimiento de la población. Ahora hay que ampliar el concepto para referirse al sobreenvejecimiento. Hasta 2001, la estadística llegaba a los 85 años. A partir de esa frontera, se ofrecía un único dato con todas las edades de quienes superan esa edad, porque se entendía que no era un grupo muy numeroso a efectos estadísticos. Eran 9.325 personas en el año 2002. El 1 de enero de 2024, último dato oficial, había 21.664 vallisoletanos por encima de los 85, 9.199 que ya habían cumplido los 90 y la provincia contaba con 271 personas centenarias. El INE se queda ahí, «personas con cien o más años», pero no sería de extrañar que, con el tiempo, haya de nuevo que incrementar el tramo de edades desglosado, con grupos de personas cada vez más numerosos.
En esto influye, por un lado, el progresivo incremento de la esperanza de vida. Cada vez vivimos más años. La esperanza de vida en 1975 era de 71,22 años para los hombres y de 76,9 para las mujeres. Medio siglo después, ese indicador se ha extendido en torno a los diez años (82,33 para los hombres y 86,96 para las mujeres). Pero el reto no está solo en vivir más años, sino con mejor calidad de vida.
El Ayuntamiento ha emprendido un estudio por barrios para conocer cómo evolucionará la población en los próximos años y cuáles serán las zonas que vivirán de forma más acusada los procesos de envejecimiento de su población. Esto, explica el concejal Rodrigo Nieto, es clave para planificar inversiones en los centros de vida activa. Por ejemplo, la necesidad más clara de instalaciones se aprecia ahora en un barrio considerado joven, pero que ve cómo cada vez es mayor su porcentaje de mayores de 65 años. «Hemos detectado que hacen falta instalaciones para atender a las personas de Covaresa y Las Villas. No es un volumen tan importante como para contar con un centro exclusivo, pero sí que tenemos que buscar espacios para organizar los talleres que impartimos en otros barrios», indica Nieto, quien recuerda que la próxima instalación será en la zona centro, en la antigua Escuela de Arte, con el objetivo de que las obras comiencen en el último trimestre de este año y que a lo largo de 2026 puedan utilizarse ya la planta baja y la primera planta del inmueble.
Este desbroce del padrón por tramos de edad es muy interesante, porque permite conocer no solo que zonas de la ciudad cuentan con mayor número de jubilados y pensionistas, sino también qué distritos están especialmente envejecidos. Si nos fijamos en los mayores de 65 años, vemos cómo Huerta del Rey Alta es la zona con más porcentaje de vecinos en esa franja (el 41,30%). Aquí se incluyen calles como Miguel Ángel Blanco, Pío del Río Hortega o Rastrojo.
Sin embargo, esta zona baja posiciones si se eleva la edad de comparación. Así es el séptimo barrio con más porcentaje de mayores de 80 (el 13,91%) y a la posición número 25 entre los mayores de 90 (el 2,09%). Esto quiere decir que hay barrios más envejecidos. En primera posición se encontraría otro núcleo de calles de Huerta del Rey, el más cercano al Pisuerga. Allí, el porcentaje de mayores de 80 años es del 17,5%. Por encima del 15% están también San Miguel y Santa Clara.
Si atendemos al lado más extremo de la pirámide de población (los mayores de 90), repite Huerta del Rey Baja en primera posición, pero después le sigue el Cuatro de Marzo (4,14%) y la zona de Hospital (3,78%).
Las zonas de expansión urbanística, donde más viviendas se han construido en los últimos años y que ha acogido a más familias jóvenes son aquellas con menor porcentaje de mayores. Aquí se incluye el Páramo de San Isidro, Arcas Reales, Las Villas o Girón (que incluye Pinar de Jalón).
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