Valladolid
La vida vuelve al número 32 de Goya 25 meses después de la explosiónDos moradores, los primeros en rematar las labores de rehabilitación de sus viviendas, retornan a su hogar dos años después del trágico suceso en el que falleció una persona
Hay cierto recelo a las cámaras. Fueron noticia ese fatídico 1 de agosto de 2023 cuando tuvieron que salir corriendo de sus casas tras una ... terrible explosión de gas en su inmueble. Y desde entonces, en muchas ocasiones, han preferido mantener el anonimato en cada información que salía. Ahora, 25 meses después de la deflagración, la vida vuelve al número 32 de la calle Goya con los afectados sin querer relatar cómo han vivido estos dos últimos años. Sin micrófonos y grabadoras apuntan que ha sido «un horror». Que todo cambió desde esa noche y que nada será igual, por mucho que vuelvan al mismo emplazamiento.
Con una rehabilitación que encara su recta final en su conjunto, dos de sus vecinos ya han completado la mudanza para recuperar parte del pasado. Han sido los primeros y gracias a ellos, en los rellanos, han vuelto los corrillos. Uno de esos encuentros se vivía este jueves en la cuarta planta, la menos afectada tras la explosión de gas. El tema de conversación es la vuelta paulatina de los inquilinos, sin olvidar esa noche de hace dos años. «Tal vez, esa normalidad se ve más al colocar los números de las plantas y las letras de las puertas. Hasta hace una semana...», apunta el hijo de un propietario. «Sí, hasta hace una semana parecía un hospital», completa la frase otra moradora.
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La colocación de los letreros ha sido una de las últimas novedades en los pocos aspectos que quedan por rematar en la totalidad del inmueble. Desde el exterior, esa recuperación de la vida se ve con un tendedero repleto de ropa tendida en una galería. Es parte de ese día a día de cualquier familia. Por su parte, la fachada da más pistas de lo que queda por rematar en cada interior de cada casa con radiadores desmontados en una vivienda o con las ventanas abiertas de par en par desde donde se ve trabajar a albañiles.
Porque esas mudanzas, que se irán incrementando con el paso de las semanas, se entremezclarán con las empresas de reformas que continúan con sus trabajos. Sobre todo en los pisos más próximos al epicentro de la deflagración, ubicado en el 1º C y donde falleció su propietaria. Allí, la rehabilitación ha sido desde cero, después de que la explosión convirtiera la primera planta en un espacio diáfano. Por ese motivo, se solicita a los vecinos, a través de varios carteles en el portal, de cuidar del ascensor, ya que «no es un montacargas».
La odisea de los afectados
La odisea de todos estos afectados, que aún perdura en el tiempo, se retrotrae al verano de hace dos años. Tuvieron que ser realojados de emergencia en hoteles de la ciudad, en segundas residencias o casas de amigos o familiares. Hasta que empezaron de cero en alquileres provisionales. Desde entonces, no han vuelto a pisar sus casas. Algunos de ellos, como sucede en el caso de los herederos de la fallecida, han vendido el piso para alejarse de la pesadilla de ese 1 de agosto, en su caso agravado por la pérdida de un ser querido. Otros, tal vez, lo hagan cuando la reforma de los interiores llegue a su final.
Si las zonas comunes ya han sido rehabilitadas, sucede lo mismo con la fachada. Si uno pasa por delante del inmueble, pocos son los rastros que desprendan que allí ocurrió una terrible deflagración. Tan solo uno de los locales de abajo, vallado para evitar la entrada de terceras personas, muestra todavía tonos oscurecidos.
En estos dos años los problemas se han acrecentado, con asaltos continuados en el tiempo para desvalijar lo poco que quedaba. Hasta las mirillas de las puertas que no fueron arrancadas por la deflagración. Mirillas y puertas ahora repuestas, aunque en algún piso aún quedan las de obra a la espera de colocar las nuevas.
A pesar de recuperar parte de esa normalidad, los propietarios siguen inmersos en trámites. Además de volver a dar de alta los servicios de agua, luz y gas, tendrán que dirigirse al Ayuntamiento de Valladolid para recuperar el dinero que han abonado al pagar el IBI o la reciente tasa de basuras. Ya les adelantaron, cuando se cumplieron los dos años de la explosión, que se les devolvería íntegramente esas cantidades.
Explosión accidental
Sobre la explosión, la Policía Científica y el juzgado de instrucción la calificaron prácticamente desde el primer momento de «accidental». Ese 1 de agosto, Teresa Bergondo, la vecina fallecida, llegó a casa a última hora de la tarde después de pasear a sus perros. Se percató de un fuerte olor a gas e inmediatamente cerró la llave de la caldera (así la hallaron los agentes). Giró la llave que tenía a la vista, sin percatarse de la importancia de cerrar la llave general de entrada a la vivienda. Hasta abrió las ventanas para airear el inmueble.
Lo que no sabía la víctima es que el escape provenía de otro punto, concretamente de un codo sin soldar después de unas modificaciones en la cocina hace años (entre 2000 y 2012). Por motivos que se desconocen, aunque la Científica tiene indicios, ese elemento se soltó y el gas se expandió por todo el piso.
El escape de gas fue plausible con los datos de los contadores del edificio. Se constata que fueron 52 metros cúbicos los que se proporcionaron a la vivienda de Teresa desde el 7 de julio, casi un mes antes de la explosión, siendo «más de 17 veces lo habitual al consumo de los meses de verano, ya que el resto de vecinos gastaron entre dos y tres metros cúbicos».
Un fatal desenlace que tiene su origen hace unos años, cuando en esa vivienda había una cocina de gas. «En algún momento, donde está el lavavajillas, había una cocina de gas que ahora está en el trastero», declaró la hija de Teresa a los agentes.
Esa se retiró, pero las tuberías siguieron ahí en un enjambre de codos y varias 'T' para dar servicio únicamente a la caldera (renovada en 2021). Uno de ellos, según atestigua la Científica, sin soldar. Con esos antecedentes, la Policía Científica siempre ha considerado la hipótesis más plausible que «el escape de gas se produce cuando por algún movimiento previo del lavavajillas u otro golpe o vibración en la zona de la encimera (por manifestaciones de la hija una semana antes de los hechos habían procedido a recortar la encimera en la zona de la vitrocerámica situada en el lado contrario a la caldera, con la finalidad de poder colocar una nueva que era más grande y con sus bordes rectangulares), hiciera que el tubo B que estaba únicamente ensamblado y unido por presión, se desencajara aunque fuera parcialmente debido a la ausencia total de soldadura de esa parte del codo con el tubo horizontal que enlazaba con el tramo A que venía desde el patio de luces», inciden los expertos.
Fue el origen de la explosión, aún en el recuerdo de unos vecinos que devuelven la vida al número 32 de la calle Goya.
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