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Valladolid
Los vecinos de Goya, 32 ultiman la vuelta a sus casas dos años después de la explosión de gasLos primeros propietarios entrarán en septiembre mientras las obras de las zonas comunes se encuentran en la fase final
Pilar Arribas e Ildefonso Morales no han vuelto a ser los mismos desde hace dos años. Ese 1 de agosto de 2023 no se ... les ha borrado de la retina. Por aquel entonces residían de alquiler en un piso del número 32 de la calle Goya cuando su inmueble sufrió una terrible explosión de gas. Recuerdan con el dolor en la mirada cómo fueron rescatados, la incertidumbre que vivieron sin saber qué sucedía y ese mar de incógnitas que nacían sobre su futuro. Esos momentos siguen presentes a pesar de que ahora residan, también de alquiler, a la vuelta de la esquina. Pasan día sí y día también por la que fue su casa. «Ahí estaban nuestros recuerdos y muchos objetos que luego nos robaron», apuntan 430 días después de la deflagración.
Han sido de los pocos que han visto los avances de la rehabilitación de forma diaria, si bien tienen claro que no volverán a ese inmueble. «Estábamos en renta y ahora estamos muy bien en nuestro nuevo piso. Sería duro volver al mismo sitio. Además, creemos que ya está vendido», remarcan Pilar e Ildefonso este jueves en plena calle Goya.
Ellos no volverán, en cambio otros vecinos apuran las últimas semanas para retornar a su casa, seguramente con sentimientos encontrados. Lo harán en septiembre y de forma escalonada mientras se rematan los últimos retoques de las zonas comunes de un edificio que estrenará muchos servicios, con una infraestructura reforzada y una fachada reconstruida. Nada queda, de manera visible, de lo que se presenciaba en la noche del 1 de agosto de 2023. Esa día, la primera planta prácticamente era diáfana, no existía parte del suelo y las llamas se extendían por el inmueble.
Con servicios
La incertidumbre se apoderó de los residentes desde ese momento. Fueron realojados (algunos en hoteles de la ciudad, otros en segundas residencias o casas de familiares y amigos) hasta que encontraron un alquiler. Ahora, todos ellos volverán poco a poco a su terreno en propiedad, aunque las primeras semanas aflore un sentimiento de extrañeza. De hecho, entre los próximos trámites que tienen que afrontar es la presentación de la declaración responsable de primera ocupación. Porque a todos los efectos será una vivienda nueva. A esa solicitud se añadirá, para que puedan retornar al edificio, el trámite de final de obra de los servicios comunes de la empresa que ha llevado a cabo la rehabilitación (Ezgonsa). Todo eso se espera que se entregue en las próximas semanas, según apuntan desde el Ayuntamiento.
Precisamente, todos los servicios ya están dados de alta en el inmueble. Ya hay luz, agua, ascensor y gas (se dio de alta esta semana), mientras se compaginan con los últimos retoques de las zonas comunes como el pintado. A la par, ya en el interior de los pisos particulares, la realidad es distinta. Muchos han optado por contratar a una misma empresa para que lleve a cabo las reparaciones de forma conjunta, otros, en cambio, lo hacen por su cuenta. Y es ahí, dependiendo de los desperfectos, lo que conllevará que unos vecinos entren antes o más tarde.
Por eso, los rellanos de las plantas ofrecen una instantánea diferente. Algunos ya han colocado la puerta principal de la vivienda, como sucede en el caso del 1º C, epicentro de la deflagración y donde falleció la que era por aquel entonces propietaria, Teresa Bergondo. La puerta contigua, la del 1º B, aún no está instalada y desde el exterior se aprecian aún los restos de la explosión. Las paredes han vuelto a ser levantadas, aunque el color oscuro de algunas zonas mantiene vivo el recuerdo de esa noche. Por su parte, muchas de las viviendas siguen aún con puertas de obra a la espera de completar las reformas.
Otra imagen ofrecen también los locales ubicados en la planta baja. Allí se calcinaron decenas de vehículos al registrarse la explosión justo en el piso superior. Se tuvo que derruir todo para empezar de nuevo y recientemente la puerta de lo que antes era un taller ya se ha instalado, incluida la placa del vado. Por su parte, el local contiguo sigue sin ese acceso principal y su interior se ve desde la propia calle.
Durante estos dos años, los vecinos también han tenido que hacer frente a las facturas que les han estado llegando por el mero hecho de ser propietarios. Se les han girado los recibos del IBI o la reciente tasa de basuras, si bien todo ese dinero les será devuelto. Precisamente, este jueves varios representantes vecinales han mantenido una reunión con el concejal de Servicios Sociales, Rodrigo Nieto, para abordar esa cuestión. Así que cuando se les reentreguen las viviendas tendrán que solicitar esas cuantías adelantadas al Ayuntamiento de Valladolid para proceder a la devolución.
Ese será uno de los últimos trámites antes de que los propietarios recuperen la 'normalidad', aunque nada volverá a ser lo mismo. Estos conviven con las secuelas psicológicas una vez recuperados de las lesiones físicas. Algunos siguen con tratamientos para superar lo que vivieron esa noche y otros se derrumban solo al recordar los momentos de pánico en el momento de abandonar el inmueble. De ahí que hayan sido varios los que han puesto a la venta la casa. Algunos ya la han vendido, como es el caso de los hijos de la fallecida. Ese 1º C, epicentro de deflagración, ya es propiedad de otra persona.
El Ayuntamiento devolverá a los propietarios el dinero del IBI y la tasa de basuras
En ese piso se originó todo. Fue una explosión «accidental», según recogió inicialmente la Policía Científica y lo certificó el juzgado que instruyó el caso antes de archivarlo. Ese 1 de agosto, Teresa Bergondo llegó a casa a última hora de la tarde después de pasear a sus perros. Se percató de un fuerte olor a gas e inmediatamente cerró la llave de la caldera (así la hallaron los agentes). Cerró la llave que tenía a la vista, sin percatarse de la importancia de girar la llave general de entrada a la vivienda. Hasta abrió las ventanas para airear el inmueble.
Lo que no sabía la víctima es que el escape provenía de otro punto, concretamente de un codo sin soldar después de unas modificaciones en la cocina hace años (entre 2000 y 2012). Por motivos que se desconocen, aunque la Científica tiene indicios, ese elemento se soltó y el gas se expandió por todo el piso.
Un consumo elevado
El escape de gas fue plausible con los datos de los contadores del edificio. Se constata que fueron 52 metros cúbicos los que se proporcionaron a la vivienda de Teresa desde el 7 de julio, casi un mes antes de la explosión, siendo «más de 17 veces lo habitual al consumo de los meses de verano, ya que el resto de vecinos gastaron entre dos y tres metros cúbicos».
Un fatal desenlace que tiene su origen hace unos años, cuando en esa vivienda había una cocina de gas. «En algún momento, donde está el lavavajillas, había una cocina de gas que ahora está en el trastero», declaró la hija de Teresa a los agentes.
Esa se retiró, pero las tuberías siguieron ahí en un enjambre de codos y varias 'T' para dar servicio únicamente a la caldera (renovada en 2021). Uno de ellos, según atestigua la Científica, sin soldar. Con esos antecedentes, la Policía Científica siempre ha considerado la hipótesis más plausible que «el escape de gas se produce cuando por algún movimiento previo del lavavajillas u otro golpe o vibración en la zona de la encimera (por manifestaciones de la hija una semana antes de los hechos habían procedido a recortar la encimera en la zona de la vitrocerámica situada en el lado contrario a la caldera, con la finalidad de poder colocar una nueva que era más grande y con sus bordes rectangulares), hiciera que el tubo B que estaba únicamente ensamblado y unido por presión, se desencajara aunque fuera parcialmente debido a la ausencia total de soldadura de esa parte del codo con el tubo horizontal que enlazaba con el tramo A que venía desde el patio de luces», inciden los expertos.
Ahí comenzó una fuga de gas que «rápidamente» empezó a ocupar toda la superficie de la cocina, pasillo y las habitaciones. Una negligencia anónima hasta el momento que pudo ser el desencadenante de la explosión.
La deflagración llegó en las primeras horas de la noche. La rápida intervención de bomberos, sanitarios y policías evitó una tragedia mayor. Los inquilinos fueron realojados para iniciarse un tedioso recorrido que llega ahora a su fin. Tuvieron que dejar sus casas y solo unos días después pudieron recoger parte de sus enseres. En estos dos años los problemas se han acrecentado, con asaltos continuados en el tiempo para desvalijar lo poco que quedaba. Hasta las mirillas de las puertas que no fueron arrancadas por la deflagración.
Dos años y un mes después volverán a recibir las llaves de su casa, pero nada volverá a ser lo de antes.
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