Los Reyes inundan Valladolid con magia marina en la visita más esperada del año
Miles de familias siguen la cabalgata con mascarilla y espacio suficiente para evitar aglomeraciones
Es lo que tienen los Reyes Magos. Que son unos auténticos fenómenos. Lo mismo dan orden allí arriba para que cese la lluvia y ... la chavalería pueda disfrutar de su visita sin la incomodidad de los paraguas, que convencen a Neptuno para traer hasta la meseta a todas las criaturas del fondo marino a ritmo de tambores y bombos. Unos cracks. Sus majestades de oriente cumplieron este miércoles con los más pequeños de Valladolid en una cabalgata plagada de resbaladizos personajes, que se adaptaron a la perfección a tierra firme, a pesar estar acostumbrados a navegar en los abismos de los océanos.
Con unos diez minutos de retraso sobre la hora prevista, cuando el cielo ya se calmó, los monarcas de la ilusión desplegaron una espectacular comitiva en una ruta alternativa que acordaron con las autoridades municipales para intentar poner las cosas difíciles a otro bicho, de nombre Ómicron, que, en este caso, no era bienvenido al cortejo más importante del año. Después de los desfiles exprés que Melchor, Gaspar y Baltasar protagonizaron en 2021 para no faltar a su cita, al tiempo que se garantizaba la seguridad del público, hoy pudieron mostrar la grandeza de su magia en una ruta que permitió disfrutar de su fantasía sin apretones. Es verdad que junto al vallado no se guardaba la distancia recomendada del metro y medio –los peques siempre buscan primera fila–, pero el recorrido por el Paseo de Zorrilla, Isabel la Católica y Poniente hasta llegar a la Plaza Mayor daba espacio al personal, la grandísima mayoría con mascarilla, para seguir el espectáculo sin tener que estar pegados unos con otros.
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Sus majestades confiaron la apertura de la comitiva a los ángeles de la fuente de la fama, que con unas trompetas de las que salían pompas anunciaban la llegada de las carrozas. Tras ellos se formaba una gran ola –nada que ver con la sexta, ahora tan nombrada– y por ella se deslizaron desde un enorme caballito de mar hasta peces, medusas, anémonas, arrecifes de coral o grandes burbujas con unas criaturas que bailaban y hacían acrobacias en su interior.
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Los Reyes Majos
Lo que tiene ser mago es que incluso puedes invitar a Picoco, aquel cocodrilo del Pisuerga al que llegó a buscar hasta la Guardia Civil, e invitarlo a la fiesta. Y si lo mandan los de las coronas y el turbante pues hay que salir del anonimato. Sus majestades completaron el recorrido en una hora y media, tiempo en el que mostraron también un galeón pirata, una cuadrilla de pulpos y peces formados por globos, que se acercaban curiosos a los asistentes, y decenas de estrellas de mar, delfines o zancudos de los abismos marinos, ataviados con amplias faldas que se movían a ritmo de las mareas. Algo inédito en esta ciudad de secano.
Caramelos de gominola de impacto controlado
A esta Cabalgata marina, en la que los Reyes Magos se gastaron 180.000 euros y a la que invitaron a 265 criaturas de las profundidades, Melchor, Gaspar y Baltasar se trajeron un cargamento de dulces diferente. Nada de esos caramelos duros que las abuelas de antes daban a sus nietos. Sus majestades han apostado este año por las gominolas para evitar esos indeseados impactos en las cabezas cuando los lanzan desde la carrozas. Todo un detalle. Dos mil kilos se repartieron en el trayecto entre Filipinos y la Plaza Mayor. Pero lo realmente bueno llega hoy con el desayuno de su roscón.
La percusión de las batucadas fue la protagonista en los sonidos, la que marcó el ritmo de un cortejo en el que se mantuvo la tradición. Porque a los Reyes Magos, ya entraditos en años, les sienta mejor la túnica y la capa, que un traje de neopreno de submarinista. Haberlos los había.
Sus majestades llegaban a la Plaza Mayor sobre las ocho y cuarto de la tarde. Como es de ley, con el camión escala de los Bomberos en cola para poder acceder a los hogares de Valladolid por las ventanas. Una alfombra roja les esperaba en el espacio más céntrico de la ciudad y el alcalde agradecía su visita con un cordial saludo y a ritmo de la banda de la escuela de música. No se olvidaron de cumplir con lo que toca. Llevaron al pesebre el oro, el incienso y la mirra y, a continuación, subieron al balcón del Ayuntamiento para saludar. Una traca de fuegos artificiales ponía fin a la cabalgata. Comenzaba entonces el trabajo más duro. Una larga noche en la que sus majestades con sus pajes fueron visitando, sin ruido y con total discreción, a todas las familias vallisoletanas. Hoy, aseguraron, habrá poco carbón. Los niños ya han tenido suficiente con su valentía ante la pandemia.
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