Valladolid protege su patrimonio arquitectónico del siglo XX
La Fundación del Movimiento Moderno cataloga 56 inmuebles, 30 de ellos del máximo nivel, que se incorporan al Plan General de Ordenacion Urbana
Cuando Daniel Villalobos leyó su tesis, 'El debate clasicista y el palacio de Fabio Nelli', en 1990, sintió una gran decepción. Aquellos edificios de los ... que hablaba en ella, los del Valladolid del siglo XVI, se habían desmoronado casi ante sus ojos, fruto entre otras cosas de un desarrollismo mal entendido. Decidió entonces dejar de mirar con nostalgia y centró la mirada en algo más reciente, el Movimiento Moderno, datado entre 1925, fecha de la Exposición de Artes Decorativas de París, y 1965, cuando falleció Le Corbusier. En España el movimiento aún se prolongó unos años más, también como consecuencia lógica de la guerra y la posguerra. En 1993 se comenzaron a catalogar los edificios construidos en España al albur de esa modernidad que buscaba líneas simples, geometrías, «referencias maquinistas».
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«De los 584 edificios en la Península, 56 de los niveles A y B -los más destacados- están en Valladolid», explicaba ayer Villalobos al presentar la obra coral 'Do.Co,Mo.Mo_Valladolid' [Documentación y Conservación Movimiento Moderno]. (Un libro de 372 paginas en el que han participado Sara Pérez Barreiro, Iván Rincón y Eusebio Alonso, del Grupo de Investigación Reconocido Arquitectura y Cine, de la UVA). «La criba en las comisiones de estudio es muy dura, exigente. Ningún edificio entra porque sí. Algunos tienen un valor internacional, trascienden de la categoría, y otros tienen valor en su entorno geográfico», aclaró. Pues bien, de los 56 catalogados en Valladolid, «25 son del máximo nivel, A, y 30 del nivel B». Y el que queda suelto es una excepción, «un edificio magnífico pero muy dañado y podría ser incluso algo más que A», el Instituto Núñez de Arce.
Seis inmuebles han recibido una consideración especial por su valor por parte de una Comisión Externa
Valladolid se ha convertido así en la primera ciudad que incorpora completamente los registros de la Fundación Docomomo al Plan General de Ordenación Urbana. Así, «este conjunto de edificios extraordinariamente valiosos que hasta ahora, salvo algunos casos, no estaban protegidos», como admitió el concejal de Planeamiento Urbanístico, Manuel Saravia, pasan a formar parte «del catálogo que protege los bienes arquitectónicos más valiosos».
Es un primer paso para no repetir los errores que desembocaron en la pérdida del patrimonio arquitectónico de siglos anteriores. El segundo será a nivel nacional. Susana Landrove, directora de la Fundación Docomomo Ibérico, anunció que algunas obras «se integrarán en el Plan Nacional de Protección del Patrimonio del siglo XX del Ministerio», lo que equivale a concederles la misma protección que a una catedral gótica, por ejemplo.
Y es que Valladolid cuenta con seis inmuebles que sobresalen por entre todos los demás, evaluados y seleccionados por una Comisión Externa y capaces de brillar en encuentros internacionales. Son: la ampliación de la fábrica de Tafisa realizada en los años 1963 a 1965; la obra del Hogar Nacional-Sindicalista, de 1937-38; el colegio apostólico de los Dominicos y su teatro, de los años cincuenta; el colegio internado de la Sagrada Familia, a mediados de los sesenta; la escuelas de Cristo Rey, de 1963 a 1968; el mercado central de abastos, que hoy alberga entre otras cosas el centro cívico de Pajarillos (1965-66). «Algo no es patrimonio hasta que la sociedad lo hace suyo», advertía Susana Landrove durante la presentación en el Patio Herreriano. Y este es el primer paso para que Valladolid empiece a mirar con ojos de aprecio a esos edificios del Movimiento Moderno emergidos de la masa urbana.
La gran herencia de Fisac y su herencia incomprendida en el Núñez de Arce
Un nombre del que el catálogo vallisoletano presume es el de Miguel Fisac, arquitecto autor del Colegio Apostólico de los Dominicos, en las Arcas Reales, una construcción que 57 años después sirve íntegramente a los efectos para los que se construyó. La resolución de los espacios más simbólicos, como la iglesia o el teatro, fue tan del agrado de las autoridades políticas de la época que le encargaron la construcción de un instituto de enseñanzas medias en la Plaza de Poniente, el Núñez de Arce.
Este edificio, sin embargo, ha recibido el nivel C en el registro de la Fundación Docomomo porque, entre otras cosas, ha sufrido modificaciones importantes. Sin embargo, fue una obra destacada. «Es la primera vez que utiliza su célebre estructura de huesos pretensados», explicaba Daniel Villalobos, que defiende en el libro que se recuperen las formas originales y se le conceda a este espacio el valor que realmente merece.
El instituto es el ejemplo de que en muchas ocasiones es díficil comprender los porqués de los autores. Así, la gran tapia de cinco metros de alto que cierra el centro escolar frente al río esconde una explicación que Villalobos aporta en el libro presentado ayer. Esa zona de la ciudad era, en tiempos, una «macromanzana monástica» con tres instituciones religiosas que se abrían hacia el centro de la ciudad y cerraban sus huertos, hacia el río, con una gran tapia. Así «protegían sus bienes reservados de los hurots». Fisac también 'abre' el instituto, en la zona de recreo, principalmente, hacia el centro, mientras que lo 'cierra' hacia el paseo de Isabel la Católica. En este caso, apunta Villalobos, para «resguardar la atención de los alumnos de los ruidos y las vistas del paseo».
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