Una valla para impedir el paso de peatones bajo el viaducto de Arco de Ladrillo
El Ayuntamiento quiere que los transeúntes respeten los cruces por los pasos de cebra y que no se aparquen coches bajo la plataforma
La valla va de pilote a pilote. Literalmente. Engarza con el hormigón de un pilote con la barandilla metálica, por un lado, y con la ... valla por el otro. Y lo mismo en la nueva acera de la vía de servicio pegada al bar Aljarafe. Así, debajo del viaducto de Arco de Ladrillo, recién remozado y hormigonado, se ha completado una miniplaza acotada sin uso y sin paso. Ni para peatones ni para vehículos. Explican desde el Ayuntamiento que se han instalado para evitar que la gente cruce por donde no debe o que utilice la acera recién construida, cuyo único objetivo es que los retrovisores de camiones y autobuses no se estampen contra los pies de las farolas.
Esta peculiar actuación urbanística se circunscribe a un lado del viaducto. Al otro, al no haber tráfico que obligue a cruzar -en la zona peatonalizada de las terrazas del Amberes y de La Flor de la Canela- no se va a actuar, aseguran, lo que respalda la explicación del Ayuntamiento y desmiente así que responda a la necesidad de evitar que un cascote se desprenda y cause daño a alguien.
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En la vía de servicio que desemboca en la salida hacia el Campo Grande y Filipinos se ha reducido la calzada de dos carriles a uno tras la intervención urgente en el viaducto. Al colocar las nuevas barreras de seguridad y guardarraíles en la parte superior, los zócalos en los que se asentaban las farolas del paso elevado quedaban, en su zona más baja, metidas dentro del carril más pegado al viaducto, lo que hacía peligrar los retrovisores de los vehículos pesados, incluidos autobuses. Por eso se colocó una nueva acera, muy estrecha, anexa a la infraestructura, que reducía la calzada y eliminaba ese carril. Esa acera, sin embargo, reviste peligrosidad para los peatones. No es una acera de paso, sino que actúa como mero espaciador. Es por eso que la valla, tal y como se ha instalado enfrente del bar Aljarafe, corta el paso hacia la propia acera, no solo el espacio bajo el viaducto.
El resultado de esta instalación es la creación de un coto de unos 100 metros cuadrados, aproximadamente, bajo el paso elevado. Un cercado que no cuenta con ningún modo de acceso, ni siquiera una portezuela que permita pasar a los empleados del Servicio de Limpieza llegado el caso, lo que puede convertir este punto en un foco de suciedad. A esto se añade que después de las reparaciones del viaducto se ha optado por dejar todo el suelo bajo la infraestructura con hormigón, sin embaldosar, tanto en el lado de la estación de autobuses como al otro lado de la vía, junto a la plaza de los Ferroviarios.
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