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Dice Beatriz, la abuela paterna, por primera vez con su nieta Triana en brazos, que la niña ha heredado la nariz de su abuelo Ángel y los ojillos de Marcos, el padre. «Ahora, ahora es cuando se le sacamos parecidos. Porque es que antes, tan pequeñita que es y nosotros en un segundo piso, no la podíamos ver muy bien desde el balcón».
Triana nació el martes 12 de mayo en el hospital Clínico. Pesó tres kilos 170 gramos. El parto fue tan rápido que Marcos cuenta que, cuando le avisaron para que entrara al paritorio, casi llega por los pelos. «Me dijeron a las 22:05 que podía pasar, porque por esta situación ni monitores ni nada. Doce minutos después, ya estaba aquí Triana». Sus padres le han regalado durante estos primeros días de vida todos esos besos y carantoñas que la crisis del coronavirus les ha robado al resto de la familia.
Desde que el viernes 15 salieron del hospital, sus abuelos, los primos, los tíos, solo han podido ver a Triana por fotos de Whatsapp, por videollamada, desde la ventana de casa, cuando Marcos y Crys paseaban al bebé y las abuelas lanzaban besos desde la terraza.
«Ha sido muy duro. Una tristeza enorme no poder estar con nuestra hija en los últimos meses de embarazo, no poder cogerle la mano, no ver a la nieta recién nacida», cuentan Mari y Miguel Ángel, los abuelos maternos. Este lunes, por fin, pudieron hacerle monerías. Regalarle mimos. Esos dedos que rozan la mejilla. Esas yemas que tamborilean en la tripita. Los besos aún no llegan, pero sí caricias de manos recién lavadas y ese olor a recién nacido que se cuela desde el otro lado de la mascarilla.
«Han sido unos días duros por no poder ver a la nieta», dicen entre lágrimas las abuelas. «Es que fíjate, un poco más, y la tenemos que conocer el día de la comunión», bromea el abuelo Ángel, leonés de Valdefuentes, una pequeña localidad del municipio de Valderas a la que está deseando regresar. «Con la nieta, claro, con la nieta».
Triana es la primera hija de Marcos, jardinero, y de Crys, hasta hace unos meses empleada de supermercado. La pareja echó a suertes cómo se llamaría el bebé. El padre apostaba por Martina. Ganó la madre. «Y ahora que está aquí, que le hemos visto la cara, no podía tener otro nombre que Triana».
«Durante las contracciones me sobraba todo el mundo. No echaba de menos a nadie», dice entre risas Crys, pero una vez con la niña en brazos, la falta de la familia se hizo muy cuesta arriba. «Solo pude ir a tres clases de preparación al parto, porque luego se suspendieron al obligar a quedarnos en casa. Y no tenía cerca a mi madre para pedirle consejo. Las enfermeras se han portado fenomenal para explicarme todo, claro. Cómo darle el pecho, cómo sacarle los gases...», reconoce Crys.
No ha sido sencillo pasar recluida los últimos meses de embarazo. «Menos mal que mi madre se puso pesada a principios de marzo para que compráramos las cosas. Tenían en 'stock' el cochecito que nos gustaba, en rosa, así que nos lo pudimos llevar. Sí que me falta algo de ropa. Porque me dijeron que el bebé venía grande... y al final no ha sido tanto. Así que hay cosas que aún no le puedo poner... Pero, al menos, ya estamos juntos», dice, con gran parte de la familia alrededor. Durante la semana pasada, los abuelos solo pudieron ver a Triana a distancia. Este lunes, con el ingreso de Valladolid en la fase 1, con la posibilidad de que se juntaran grupos de hasta diez personas, la felicidad inundó tantos rostros en torno a Triana: «Pero qué guapa, pero qué guapa que es».
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