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El Pisuerga aporta su grano de arena a la Valladolid monumental. Discretamente, en silencio, casi a escondidas. Con vestigios que perduran entre sus aguas y ... en el entorno de sus riberas y otros que se han perdido, pero de los que queda constancia histórica. Se pueden ver las piletas del antiguo lavadero a la altura de la plaza de Tenerías o los vestigios de aceñas que empezaron a aprovechar el agua del río mediante rueda de noria en la zona del Puente Mayor, en el siglo XII, y que durante cientos de años proporcionaron energía a los batanes que procesaban la lana y a los molinos que convertían el grano en harina.
De los tesoros que el río que cruza de norte a sur Valladolid muestra a quien vuelve la vista hacia la ribera saben en la asociación A.M.A. El Pisuerga, que este domingo ha promovido una ruta arqueológica a la vera de sus aguas en la que ha guiado a los asistentes Arturo Balado. «Valladolid ha vivido de espaldas al Pisuerga, que era visto como un obstáculo», explica Balado al inicio de la actividad.
Hay elementos rescatados del río que están ahora en el Museo de Valladolid, en el Palacio Fabio Nelli. Son las bolas de piedra de paseo del espolón nuevo (el viejo se situaba entre Poniente y el Puente Mayor) que se levantó cuando la Corte se trasladó a la ciudad. Adornarían la bajada al río, y en el fondo estuvieron tras la ruina de ese entorno, entre los ocho y los nueve metros de profundidad. Aguas arriba, el paseante pasará sobre la desembocadura del ramal del Esgueva que discurría por lo que luego fue la calle Doctrinos, con agua que «sigue fluyendo» por la canalización que desemboca en el río frente a la Cúpula del milenio.
Elegir desplazarse por la ribera, en paralelo al Paso de Zorrilla, en lugar del asfalto, los pasos de cebra, semáforos y escaparates es una experiencia que ofrece otra visión de Valladolid. Entre árboles, casi sin ruido. Con un guía como Balado, gana en riqueza. Del espolón pasa a la referencia del entorno que albergó la primera inmersión de un buzo, un episodio revolucionario en 1602 en la capital del imperio, o relata los pormenores de la Electra, que está en Isabel la Católica, mirando al río. El edificio de ladrillo que abastecía de luz al centro de la ciudad contaba con dos escudos en pizarra, de Valladolid y Zamora, perdiéndose este último. Su próximo uso será transformarlo en apartamentos para mayores.
Y el Pisuerga, en Valladolid, va ligado también al Esgueva y sus ramales. «Era la cloaca de la ciudad, por eso se cubrió», apunta Arturo Balado sobre el cauce desdoblado del último. Con una solución definitiva cuando se desvió desde el Prado de la Magdalena hasta la actual desembocadura, a la altura del Parque Ribera de Castilla, otro paraje de interés. Sobre las plazas que quedaron libres cuando se soterró el Esgueva se construyeron mercados de hierros en Portugalete, el Campillo y el Val. Solo sobrevive el último.
De vuelta al Pisuerga, ya en el entorno de la playa de las Moreras y el Puente Mayor, con el medieval antiguo ensanchado a finales del XIX, se puede ver la fábrica de harinas La Perla, que fue hotel de lujo y centro cultural okupado, en un espacio en el que la pesquera que remansaba el agua del río permitió el florecimiento de actividades económicas e industriales como una fábrica de hilado. También está allí el derrame del Canal de Castilla y la estructura metálica que sostenía el ingenio de Zubiarre, que subía el agua del río hasta al palacio de la ribera del rey. «Tenía unos jardines imponentes, con esculturas que se han perdido, algunas están en Londres», resalta Arturo Balado, que aborda lo que ha sobrevivido al abandono de esa morada de recreo real: «Lo que queda es el ninfeo, que es una especie de cueva en la que el rey se refugiaba a tomar el fresco, algo propio de la cultura grecorromana».
Cerca de la playa está atracado el barco Leyenda del Pisuerga, que no es el primero de recreo público que surca el río. Hubo uno bautizado con el nombre del alcalde Miguel Íscar que hacía el trayecto entre ese punto y el merendero de La Goya, junto al Puente de Hierro. Un vapor de estampa similar al cinematográfico de 'La Reina de África', que acabó hundido en el río.
Socios y Voluntarios de A. M. A. Pisuerga dedican parte de los sábados a cuidar el río. A dejar la ribera limpia de basura. A colgar casas nido en sus árboles. A retirar troncos arrastrados por la corriente cuando avisan los piragüistas. A dar charlas en los colegios que se lo piden. «Animamos a la gente a que lo conozca y, conociéndolo, lo quiera cuidar», explica Soco Ortega, tesorera de la asociación, sobre esos sábados junto al río, que este domingo han extendido su actividad hacia los vestigios arqueológicos de un espacio que suele pasar desapercibido en el ajetreo cotidiano de la ciudad.
La asociación ha incorporado una plataforma flotante para impulsar sus actividades, gracias a la colaboración de socios, patrocinadores y empresas. Se llamarán La Guardiana del Pisuerga y, haciendo honor a su nombre, ayudará a cuidar el río y sus tesoros. Naturales e históricos, que son muchos más de los que el común de los vecinos se imaginan.
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