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Tres de los indigentes acogidos por Cáritas descansan en una de las dependencias del Seminario de Valladolid. Ramón Gómez
Coronavirus en Valladolid: La segunda vida de 16 'sin techo' en el Seminario

La segunda vida de 16 'sin techo' en el Seminario de Valladolid

Dormían en la calle y en los cajeros. Desde hace dos semanas trabajadores y voluntarios de Cáritas intentan abrirles otros horizontes

Jesús Bombín

Valladolid

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Sábado, 4 de abril 2020, 08:22

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El confinamiento los ha expulsado de la calle durante el día y de los cajeros automáticos donde pasaban las noches. Se les considera «los últimos de los últimos», en palabras de un voluntario que trabaja con ellos, 16 'sin techo' con problemas de salud mental y adicciones y con graves dificultades para adaptarse. En el albergue municipal de La Victoria han sido recogidos sesenta indigentes y este último contingente, el más reacio a buscar acomodo bajo techo, lo ha asumido Cáritas habilitando varias dependencias del Seminario Diocesano.

En las instalaciones donde se forman los futuros sacerdotes están a punto de cumplir dos semanas de estancia. Allí son atendidos en tres turnos por una docena de trabajadores de la entidad caritativa y por una decena de sus voluntarios, además de tres seminaristas, el director y el rector de la institución diocesana, situada junto a la ribera del Pisuerga, en el barrio de la Rondilla.

«El vínculo de un trabajo más personal con ellos desde el cariño ha sido decisivo para que accedieran a venir aquí», defiende Alberto Diez, 44 años, educador del programa de atención de Cáritas a personas sin hogar. «Desde hace tiempo, en la parroquia de La Milagrosa, en las Delicias, se ha trabajado con ellos en grupos reducidos y se ha conseguido crear una relación».

Trabajadores y voluntarios departen con residentes alojados en el Seminario.
Trabajadores y voluntarios departen con residentes alojados en el Seminario. Ramón Gómez

Antes de que se decretara la alarma sanitaria los mendigos de la ciudad tenían fijada una ruta cotidiana: la comida y la cena la hacían en el comedor social de Huerta del Rey, a dormir acudían al albergue municipal situado en el complejo del antiguo Hospital Militar y, por la mañana, iban a desayunar, asearse o a guardar sus escasas pertenencias a la consigna de la sede de Cáritas en la calle José María Lacort. Ahora el grueso de los indigentes se aloja y es atendido en el albergue que el Ayuntamiento ha trasladado al barrio de la Victoria, a excepción de este grupo integrado por trece varones y tres mujeres, procedentes de Valladolid, de ciudades de la región y de otros países.

Rupturas y adicciones

La trayectoria vital de todos ellos, cuenta Alberto Diez, está unida por un hilo conductor, un momento de su existencia en el que se truncó la normalidad arrojándolos a la desesperación de la vida callejera. «Todos ellos padecieron o se enfrentaron a alguna dificultad ante la que no tuvieron oportunidades o herramientas para saber gestionarla y hacer una vida normal: unos quedaron marcados por una ruptura familiar, por un problema sentimental, adicciones... al final no pudieron romper el círculo de la pobreza», resume Alberto Diez, vinculado al programa de personas sin hogar de Cáritas desde 2012 y los seis años anteriores como misionero en la selva ecuatoriana.

En el Seminario los días se suceden con la sensación de que los 'sin techo' están viviendo una etapa que puede dar un giro a sus vidas. Cada tarde se reúnen en asamblea junto a voluntarios y trabajadores y se les plantea el reto de pensar en qué medida esta crisis podría ser una oportunidad para ellos. «Es interesante escucharlos, muchos agradecen tener un lugar físico donde dormir, comer, ducharse, otros hablan de la necesidad de superar su dependencia del alcohol, hay quien se está planteando qué quiere hacer cuando salgan de aquí y se han interesado por nuestros cursos de empleo, también hay quien está redescubriendo habilidades para incorporarse al oficio que tenía...».

Solitarios, habituados a buscarse la vida callejeando sin saber lo que les deparará el día siguiente, la atención que están recibiendo va más allá de la alimentación y el cobijo. «Hablamos con ellos y van viendo la necesidad que tienen de responsabilizarse y recuperar la conciencia de que valen para algo, que su vida tiene sentido. Que estén aquí ya es un logro».

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