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Toneladas de nidos de cigüeñas amenazan la olvidada y ruinosa Cartuja de Aniago del siglo XVSus restos aún muestran el grueso de la estructura de la única y desconocida cartuja levantada en Valladolid, la de Santa María de Aniago, cuya ... fecha de fundación se remonta al 18 de octubre de 1441, cuando los monjes ocuparon el imponente monasterio edificado sobre otros anteriores a instancias de la reina María de Aragón. Por sus hoy maltrechas estancias, que bordean el colapso, pasaron reyes como Carlos V y su hijo Felipe II, hasta que el complejo religioso, enclavado al borde de la desembocadura del Adaja en el Duero y que sorprendentemente carece de protección alguna, cayó en el olvido después de pasar a manos privadas, y en ellas permanece, a raíz de la desamortización de 1835.
Los herederos de los herederos de los dueños originales, una familia (Ibáñez) con raíces en Arroyo y emigrada a Madrid, mantienen hoy su propiedad, enclavada en el término municipal de Villanueva de Duero, al borde mismo del límite de la capital, en un absoluto estado de abandono y las toneladas de peso de los nidos de la veintena de parejas de cigüeñas que anidan esta primavera sobre los muros de su iglesia amenazan con derruir, de entrada, la espadaña que sobresale de sus restos a 22 metros de altura y quizás causar el colapso definitivo de su edificación más singular. Otros inmuebles aledaños (botica, sala capitular, cuadras....) ya han sucumbido al paso del tiempo, si bien aún se conserva, aunque sin cubierta, el edificio de dos plantas que acogió las celdas de los monjes cartujos y la base, al menos, de la arcada de su claustro.
«Urge actuar, urge que las administraciones tomen medidas y urge evitar que acabemos lamentando la pérdida de un monumento religioso con tantísima historia después de años viendo cómo se pierde», advierte el historiador y profesor de la Universidad de Valladolid (UVA) Carlos Belloso, presidente de la Asociación de Amigos de Aniago, constituida hace tan solo tres años con la única finalidad de promover la recuperación de tan singular y olvidado vestigio de la historia. Y llama la atención especialmente sobre el «preocupante estado de la espadaña», en la que se puede apreciar a simple vista que la dovela o clave central del arco de la parte superior está literalmente a punto de desprenderse y causar el colapso de la estructura. A su lado, en torno a la clave, hay toneladas de nidos de cigüeña.
Saúl Ortega
Alcalde de Villanueva de Duero
Saúl Ortega, alcalde de Villanueva de Duero, término municipal al que pertenece hoy el antiguo despoblado de Aniago (una villa que en origen perteneció a Valladolid), donde se encuentra el monasterio, muestra también su «preocupación» por el más que deficiente estado de conservación de la cartuja y aclara que el Ayuntamiento ha iniciado un proceso de diálogo, y poco más de momento, con los actuales propietarios del monasterio para «intentar lograr su cesión» y que pase así a titularidad pública.
Pero, reconoce el regidor, «no es una cuestión sencilla». El problema, concreta, radica en que la propiedad de la finca completa de Aniago, que incluye una explotación agraria en torno al monasterio que hoy labra en alquiler una empresa de Villanueva, «es de numerosos herederos que no se ponen de acuerdo en cuanto a su cesión». El Ayuntamiento, en este sentido, cuenta con el apoyo de la Diputación, y así se lo ha comunicado su presidente, Conrado Íscar, para intentar sacar adelante la negociación. «Hemos contactado con el abogado de la familia y, a la espera de poder celebrar una reunión, les ofrecemos asumir el recinto del monasterio y estudiar alternativas posibles para cambiar, incluso, la calificación de agrícola del resto de la finca de su propiedad».
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Pero por ahora no ha habido avances. «Nuestra voluntad es que la cartuja sea propiedad de Villanueva de Duero para después impulsar su conservación y mantenimiento, así como su catalogación, buscando las vías de financiación que sean necesarias con la colaboración de las distintas administraciones», resume Saúl Ortega antes de lamentar que «su estado de conservación es más que deficiente y, aunque ese encuentra dentro de un recinto cerrado, mucha gente se cuela para verlo o para buscar objetos de valor con detectores de metales y eso supone un riesgo importante para las personas».
Ni el regidor ni la Diputación, no obstante, han ofrecido una vía de contacto con los propietarios de Aniago -la finca completa luce aún su nombre y un cartel que indica su existencia desde la carretera de Rueda (Cl-610)- más allá de confirmar que se trata de la familia Ibáñez. Y, ¿quién son los Ibáñez? Pues la documentación y las informaciones sobre la propiedad de la cartuja y el despoblado recogidas a lo largo de los últimos lustros en El Norte confirman que la finca de Aniago, que hoy carece de habitantes censados, aunque sí están en uso las naves agrícolas de nuevas construcción situadas junto al monasterio y allí residen, al parecer, algunos trabajadores, pertenece desde hace lustros a una familia procedente de Arroyo de la Encomienda y que en 1984, al menos, su gestora era «doña Felisa Ibáñez».
Carlos Belloso
Presidente de la Asociación de Amigos de Aniago
Sus herederos, o muchos de ellos, al menos, se encuentran ahora en Madrid. La sorprendente ausencia de catalogación de la Cartuja de Santa María de Aniago, cuyo pasado rebosa historia con mayúsculas -su fundación coincidió con la apertura la mucho más cuidada y conocida cartuja de Miraflores en Burgos-, hace que no solo su estado de conservación sea deplorable, y basta con pasear por su perímetro, ya que a su interior no se puede entrar al tratarse de una propiedad privada, para comprobarlo, sino también que ninguna administración haya instado a los dueños a su conservación.
«Puede parecer sorprendente, pero la cartuja de Aniago no está declarada siquiera como Bien de Interés Cultural (BIC) ni cuenta con protección alguna y, lo que parece más sorprendente aún, tampoco nadie se interesa por frenar su imparable deterioro», lamenta Carlos Belloso antes de ahondar en que «año a año se observa el empeoramiento de su estado». Su mal estado lo confirman distintos artículos recogidos en este periódico, uno de ellos, de 1979, donde se informaba de la visita de escolares a «los restos de su antiguo convento» para poner en valor «su importancia histórica». Y en 1984 de nuevo se hace referencia al estado de ruina de la cartuja y a la imposibilidad de visitar su interior.
En cuanto a su conservación a corto plazo, el presidente de la asociación creada en 2022 para intentar promover la misma apunta a «la necesidad de retirar, al menos, los nidos de las cigüeñas cuando emigren en el otoño para quitar el peso que soportan los muros de la iglesia». Y es que sobre ellos anidan ahora una veintena de parejas de estas aves, cuyos castañeos (crotoreo se denominan) se escuchan a distancia en la inmensidad y soledad de la finca de Aniago, con sus correspondientes nidos, algunos enormes, cuya peso medio ronda los trescientos kilos. Eso, y a la baja, supone que sus muros de piedra de sillería y ladrillo están soportando seis toneladas de peso.
La vegetación, por otra parte, e incluso el propio terreno se están comiendo en paralelo los cimientos, sobre todo, de la iglesia, al igual que de las ruinosas edificaciones colindantes. Y todo ello en torno a una cartuja del siglo XV, que se asienta sobre los restos de otras anteriores ocupadas por distintas órdenes religiosas y que fue construida a instancias de la Reina María de Aragón (esposa de Juan II de Castilla).
Su acta fundacional se remonta al 18 de octubre de 1441 y estuvo habitada por los monjes cartujos, aunque con algunas ausencia forzosas durante la ocupación francesa (1808-1814) y el trieno liberal (1820-1823) , hasta su marcha definitiva con la desamortización de Mendizábal, ratificada a través de un real decreto el 11 de octubre de 1835.
La cartuja, cuyo rico patrimonio se dispersó por la provincia -algunas tallas y vestigios se encuentran en la iglesia de Villanueva y en los museos de Escultura y de Valladolid-, pasó después a manos privadas y desde entonces, de la mano de la «familia Ibáñez», ahora de sus herederos, languidece a la espera de un acuerdo para su cesión que no llega o de que las administraciones decidan tomar cartas en el asunto para garantizar, al menos, la conservación de los restos. Los restos de la historia con mayúsculas de la provincia vallisoletana.
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