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Castilviejo vuelve a tener ermitaño después de cinco añosTodo el mundo en Medina de Rioseco conoce a Javier Luna. De ahí la alegría generalizada al conocer vecinos y allegados que este popular y afable trabajador de la Residencia de Ancianos Sancti Spiritus y Santa Ana es el nuevo ermitaño del santuario de la ... Virgen de Castilviejo desde el pasado 1 de diciembre. Después de cinco años se cubre esta ocupación fundamental en el mantenimiento de la ermita de la patrona de la Ciudad de los Almirantes.
Aunque reconoce que siempre quiso tener un bar, fue una decisión repentina, casi por casualidad, la que llevó a Javier Luna a ser ermitaño. Era el pasado mes de julio, cuando al caminar por la calle Mayor de este pueblo de Valladolid, al encontrarse con el secretario de la Hermandad de la Virgen de Castilviejo, Antonio Galván, con quien había coincidido hace años en las Juventudes Marianas, «le solté un me gustaría ser el nuevo ermitaño, y aunque en un principio se lo tomó como broma, le dije que iba en serio». Pasaron un par de meses y, cuando terminó en septiembre la fiesta en honor a la patrona, «me puse en contacto de nuevo con la junta directiva hasta que finalmente dieron el sí a mi solicitud». Algo que tampoco pasaba a creérselo su esposa, María José Mateo, cuando se lo dijo.
Mantener el buen estado de conservación y limpieza de la ermita, además de la apertura para su ventilación y acceso a las visitas a la patrona o el mantenimiento de la pradera con sus diferentes espacios son algunas de las funciones que tendrá que llevar a cabo Javier Luna como ermitaño, además de abrir y gestionar el bar con los preparativos de las fiestas de la Virgen y del Cristo en septiembre. Unas tareas en las que tendrá la ayuda de su hijo, Javier, y de manera muy puntual de su esposa. Luna señaló que «estoy aquí para servir en un lugar de paz y reunión, en donde cualquier persona puede encontrar un sitio en donde alejarse del bullicio». Por su parte, su hijo expresó su intención de «ayudar, animar y dar todo el cariño a mi padre».
Su idea es compaginar sus estudios con la ayuda a su padre, al que «siempre que pueda echaré una mano». Para el joven, «es un orgullo que mi padre asuma un cargo tan bonito, pero también es una gran satisfacción poder estar junto a él en esta nueva etapa». El joven aboga por recuperar «la magia de Castilviejo, como un lugar de encuentro, reunión, celebración de reuniones, cumpleaños y en donde sus praderas han visto jugar a muchas generaciones de niños». Por eso tiene claro que «con la llegada de la pandemia y después de que se fuera el anterior ermitaño se perdió parte de ese ambiente». Ha sido la junta directiva de la hermandad la que estos años sin ermitaño se ha encargado de mantenimiento la apertura de la ermita y su pradera.
Como anécdota del primer día que abrir, el nuevo ermitaño cuenta entre risas que no tenía sacacorchos para el vino. Un día en el que recibió la visita de su compañero de trabajo desde hace décadas Luis García Curto, quien lo describió como «una buena persona, muy trabajadora, con gran educación en todos los valores», asegurando que «va a ser un buen ermitaño». Durante los meses de invierno, abrirá los fines de semana y festivos de 10 de la mañana a 6 de la tarde en un horario que se ampliará con el tiempo bueno, siempre compaginando las labores de ermitaño con su trabajo en la residencia de ancianos como encargado de mantenimiento.
Vallisoletano de nacimiento, llegó a Medina de Rioseco hace 38 años cuando las Hijas de la Caridad «me trajeron para trabajar en la residencia de ancianos, de forma que les debo toda mi educación a ellas», con un recuerdo muy especial hacia sor María, sor Juana o sor Eulalia, que fue su madrina de bodas. Quizás esa cultura que heredó de las religiosas es la que le ha hecho volcarse con las personas más necesitadas, y ahora también con la patrona de la que es su ciudad adoptiva, por la que siempre ha tenido una gran devoción. Javier Luna solo tiene palabras de agradecimiento hacia Rioseco y los riosecanos, «por haberme acogido en este pueblo, donde conocí a mi futura esposa, donde nació los ojos de mi vida, mi hijo, donde se me ha dado trabajo, y ahora con esta nueva responsabilidad en la que estoy en la línea que me enseñaron».
No cabe duda de que la ermita de Castilviejo es un singular espacio de referencia para los riosecanos y los vecinos de los pueblos de la comarca, ya no solo por motivos devocionales hacia la patrona riosecana, sino también como lugar hasta donde ir a pasear, de encuentro en el que reunirse con amigos y familiares para comer o merendar, donde jugar los niños, y de paso poder acercarse al bar para tomar algo en un lugar de gran encanto y sabor tradicional.
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