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Teodoro Esteban muestra uno de sus relojes de pared. M. G. MARBÁN

El artesano de Rioseco que construye relojes de pared

El ingeniero de telecomunicaciones Teodoro Esteban arma con madera, hierro y latón bellos artefactos

Lunes, 5 de diciembre 2022, 10:36

Existen aficiones para todos los gustos. Por eso, cada persona tiene las suyas. La del ingeniero de telecomunicaciones de Medina de Rioseco Teodoro Esteban Redondo es la de construir bellos relojes de pared, que, como si se tratara de un museo, cuelgan en su casa, marcando el inexorable paso del tiempo.

A sus 53 años, Teodoro recuerda que siempre «me ha gustado cacharrear y trastear en busca de la mecánica de las cosas». De niño ya desmontaba y montaba las bicicletas, y en las navidades ganaba los concursos de belenes porque siempre los hacía con movimiento al utilizar motores como los de las lavadoras. Siempre le gustó la relojería, pero hasta los 15 años no intentó construir un reloj, a pesar de que le motivara mucho ver su funcionamiento y que los arreglara desde hacía tiempo, como hacía también con otros electrodomésticos como las televisiones. Para lograr su objetivo, Teodoro estudió mucho, con numerosos intentos de ensayo y error, viendo y desarmando mecanismos, preguntando, investigando, comprando información «aunque no había mucha». La maquinaria del antiguo reloj de la iglesia de Santa María y la del Ayuntamiento del edificio anterior de su pueblo natal «me las sé de memoria». También vio de cerca el del Palacio de Santa Cruz de la Universidad de Valladolid, que sigue funcionando.

Estudio, tiempo y paciencia

El primero que construyó fue uno de madera, «porque mecanizarla es mucho más fácil». Era madera de haya, que es muy dura, «con el fin de que no se desgastara con el rozamiento». Sin embargo la cuerda duraba poco porque tenía mucha fricción y solo duraba un día. Con estudio, paciencia y tiempo, en fases por las que han pasado todos los investigadores e inventores, logró que la cuerda durara más reduciendo los elementos de roce. Las piezas de madera las realizaba en el torno que siempre hubo en la casa familiar, porque su padre, Seve, fue un excelente tornero. También se valió de otras herramientas que fue adquiriendo, como una fresadora.

El ingeniero riosecano en su taller con el rúter fabricado por él mismo.. M. G. M.

Después de construir distintos relojes de madera y mejorar sus mecanismos, dio el paso al metal fabricando los engranajes en latón y el piñón en hierro, «en dos materiales que al unirlos tienen muy poco desgaste». También realizó piezas de plástico, con un rozamiento muy fácil. Para ello se valió de un rúter mecánico fabricado por él mismo que «en vez de rellenar como una impresora 3D va desgastando».

En la actualidad son ya 20 los relojes de pared que ha construido. Unos son relojes mecánicos de toda la vida, con pesas y cuerda, y otros, para evitar la cuerda, usan un electroimán en los que al pasar la pesa por la bovina crea un pequeño impulso que la empuja y la hace no parar nunca por medio de un campo magnético. Después de tantos años trasteando, el ingeniero riosecano reconoce que siempre le ha gustado mucho investigar, «dar otra utilidad a mis conocimientos». Asegura que un reloj mecánico es un péndulo que está oscilando cada segundo y tiene un elemento divisor, de tal manera que cada 3.600 oscilaciones la aguja se mueve una hora. Porque «construir relojes está basado en leyes físicas con fórmulas matemáticas y la aplicación de las leyes de la mecánica». Unos conocimientos que también le han servido para construir las prensas para que su hermano, el artista Luis Javier, realice sus bellos grabados sobre papel.

Manecillas

Junto a las maquinarias que mueven las manecillas, los relojes de Teodoro no carecen de bellos y singulares diseños, que los convierten en pequeñas obras de arte. La construcción de unos relojes que no deja de ser un pasatiempo y afición, pero también un constante reto. Por eso, como cualquier científico que se precie, Teodoro no deja de descubrir nuevas posibilidades. Ahora se encuentra estudiando el mecanismo de Anticitera, una calculadora mecánica antigua diseñada para prever la posición del Sol, la Luna y algunos planetas, que permitía predecir eclipses que ya fue descubierto por los griegos. También está detrás de construir un reloj de carrillón para que dé los cuartos y las horas, «todo de forma mecánica, ya que con electrónica es demasiado fácil». Además quiere escribir un artículo para una revista especializada para contar todas sus experiencias. Pero siempre sin olvidar que su último fin sea seguir cacharreando y trasteando.

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