Valladolid
Los ochos meses de investigación para dar con Ángel Benito: «Su entorno se movía mucho»La Policía Nacional centró las vigilancias en el entorno de Ángel Benito en Guillena (Sevilla) y Plasencia para seguir cada viaje de familiares y amigos a la espera de dar con el narco
Horas, días, semanas y meses de espera hasta que Ángel Benito, el preso fugado de la cárcel de Villanubla el 14 de febrero, asomó la ... patita. Y cuando lo hizo, ahí estaba una decena de agentes de la Policía Nacional. Lo hizo en una estación de servicio de Casarrubios del Monte (Toledo) y allí fue arrestado cuando iba a mantener un encuentro con familiares y miembros del clan de narcotraficantes de 'Los Hilarios'. Era la primera vez que los agentes se topaban con Ángel Benito (Pamplona, 1977) y tras reconocerle fisiológicamente procedieron a la detención. Hasta en ese momento, cara a cara con los policías, el preso fugado intentó engañarles al enseñarles un DNI falso con su fotografía pero con los datos personales de un familiar. Esta vez no coló y fue puesto a disposición judicial.
Con esta intervención, la Policía Nacional pone punto y final a la operación 'Cerbero25' (públicamente la han llamado 'Regreso') después de intensos meses con continuas vigilancias y seguimientos de todo aquel que tenía relación con Ángel Benito. Imposible cuantificar el número de personas a las que se han seguido. «Lo más difícil es que se movían mucho. Estábamos carretera arriba, carretera abajo», apunta el jefe de sección del grupo de Fugitivos de la UDYCO Central, quien habla oficialmente pero quien descarga todo el éxito de la actuación en sus compañeros de la Policía Judicial de Plasencia.
Tras la sonada fuga del centro penitenciario de Villanubla, el caso llegó hasta la oficina de Fugitivos. Era uno más dentro de los 400 que abordan cada año. A partir de ahí iniciaron su proceder, con la mente puesta en que Ángel Benito, en algún momento, recuperaría la vida que dejó atrás cuando fue decretado su ingreso penitenciario en Valladolid. Así que la lógica les decía que tenían que centrar el tiro en el entorno. Y ese es inmenso al pertenecer a un gran clan familiar dedicado al narcotráfico y el blanqueo de capitales en Extremadura.
Desde Sevilla
A la colaboración de la Policía Judicial de Plasencia se unió también la de Sevilla al tener constancia de que en Guillena residían familiares al ver en diferentes ocasiones a integrantes del clan y coches con los que se desplazaban. «El éxito está en establecer hábitos y patrones de conducta», agrega el jefe de Fugitivos.
Todo ello con la premisa de que es «raro» que un sospechoso de este tipo rompiera con su pasado. «En esa huida psicológica, hay gente que no aguanta mucho», añaden desde la Policía Nacional, conocedores de que Ángel Benito tarde o temprano iba a necesitar de sus seres queridos para tal vez volver a lo que había hecho gran parte de su vida.
Con todo eso, el trabajo de los agentes fue extenso en el tiempo e intenso cada segundo. No había espacio para bajar los brazos, porque en una de esas vigilancias podía saltar la liebre. Y esa saltó el 30 de septiembre en la provincia de Toledo. Este martes, investigadores de Plasencia, en las inmediaciones del domicilio familiar del fugado, se percataron de que uno de los vehículos de la familia ponía rumbo a Madrid. Rápidamente se movilizó los grupos de Fugitivos y Apoyo Operativo. Fueron intensas horas de vigilancia y seguimientos hasta que vieron, ya en el viaje de vuelta, de que estos parientes cercanos habían quedado con Ángel Benito en una estación de servicio. Se cercioraron de que era él y se le detuvo.
Doble investigación
Pero si el grupo de Fugitivos fue el encargado de establecer esos patrones de conducta, más relevante fue el conocimiento de la Brigada Policial de Plasencia. De igual manera se volcaron con la búsqueda del fugado al trazar y conocer los hilos del entramado criminal del grupo. Años de investigación en la lucha contra el tráfico de drogas que ponían al servicio de la UDYCO. De hecho, fuentes cercanas a la investigación apuntan que a este tipo de organizaciones nunca se las deja de analizar. Tenían los parentescos trazados, así como la jerarquía dentro del clan.
Así que estas dos investigaciones paralelas, la del grupo de Fugitivos y la de la Policía Judicial de Plasencia, se unificaron a mediados de septiembre. Se cruzaron todo tipo de datos para quince días después explotar la operación, en la que también se detuvo a otra persona por encubrir. Se cerraba el episodio de la fuga del 14 de febrero del centro penitenciario de Villanubla.
«En esa huida psicológica, hay gente que no aguanta mucho»
Con el arresto del narco extremeño, todos los implicados en el plan de huida ya han sido detenidos. Porque desde el primer día, se estableció la hipótesis de que Ángel Benito tuvo ayuda desde el interior. Y esa la encontró en miembros de una de las innumerables versiones de la banda del BMW. En prisión, el narco extremeño coincidió con Daniel B. I., Cristian B. B. y Álex R. D. al menos un año. Los tres miembros del grupo vallisoletano estaban ya en prisión cuando Benito fue trasladado a Villanubla para alejarle de su hermano y que siguiera cumpliendo los veinte años que le quedaban de condena.
En ese año de convivencia entre rejas, señalaron el 14 de febrero para poner en marcha la huida. Daniel, Cristian y Álex recuperaban la libertad después de cumplir condena por asaltar gasolineras en 2022 en plena ola de delincuencia en el otoño de ese año. Así que en un petate de uno de ellos, al parecer, Benito recuperó la libertad. Nadie se percató de que entre los grandes bultos se encontraba el narcotraficante.
Desde que se tuvo conocimiento de ese plan de fuga, la Guardia Civil de Valladolid se centró en los tres miembros de la banda del BMW. Analizaron minuciosamente cada fotograma para establecer dos «movimientos» sospechosos en una bolsa de cuadros. Se les atribuyó el delito de quebrantamiento de condena, aunque en ese momento no era lo que más les preocupaba a los agentes de la Guardia Civil.
Porque desde que Daniel, Cristian y Álex salieron de prisión, estos se centraron en su «forma de vida», relacionada con la delincuencia. Volvían a ser miembros de la organización criminal en una primavera cargada de asaltos y detenciones.
La delincuencia aumentó desde entonces en la provincia, una vez que el renovado grupo criminal retornara a la carretera con un sinfín de robos. Decenas de coches sustraídos para perpetrar alunizajes en establecimientos de la provincia y, sobre todo, en el barrio de Parquesol en la capital vallisoletana. Para este grupo no había nada al azar. Había análisis y vigilancias antes de dar los palos que les dejaban suculentos botines como los 60.000 euros en tabaco de un estanco de Alaejos, 25.000 euros en perfumes de una peluquería de Laguna y recaudaciones de máquinas tragaperras, entre otros aspectos.
La información introductoria del instituto armado era tan amplia que ya aventuraba en marzo el proceder de los sospechosos para centrar las posibles dianas de los delincuentes en negocios que ya han sido víctimas de este grupo en años anteriores. Buscaban no abandonar su zona de confort, donde se sienten cómodos, con seguridad y sensación de impunidad.
Es más, la Guardia Civil tiraba de números en sus primeros informes de este año para recalcar los centenares de robos con fuerza cometidos en Valladolid por este grupo. «Podríamos hablar de más de medio centenar de coches robados del grupo Volkswagen... Pudiéndose valorar sus daños en miles de euros en establecimientos, vehículos e infraestructuras», se agregaba en los primeros atestados.
¿Y qué recibió la banda del BMW de Los Hilarios? De una posible recompensa por ayudar en el plan de fuga, la Guardia Civil tampoco tuvo una constancia real. No hay pruebas, ni rastro de transacción económica alguna, pero se tiene claro que nadie se implica de forma gratuita. «En algunos casos, al ser clanes pueden alcanzar otro tipo de acuerdos que sobrepasen la mera cuantía económica», añadían fuentes cercanas al caso del único fugado del centro penitenciario de Villanubla en sus cuarenta años de vida.
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