«Tengo la nacionalidad australiana y española. Es como si mi mundo se hubiera expandido»
Raúl Ortiz de Lejarazu Machín vive en Sídney desde 2014, donde trabaja como fotógrafo profesional
Cuando Raúl Ortiz de Lejarazu Machín (1983) habla de Australia, se nota el enorme cariño con el que lo hace, ya que es su hogar. ... Pero sólo basta con mencionarle Valladolid, para que la nostalgia le invada porque aunque este fotógrafo profesional lleva más de una década viviendo en Sídney, el vínculo que tiene con la ciudad en la que nació y creció es fortísimo.
Tenía 31 años, se había graduado en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad Europea Miguel de Cervantes y se estaba labrando una sólida carrera en el mundo de la publicidad, trabajando como director de arte en una importante agencia del grupo McCann Erickson, en Madrid. Pero había algo que le faltaba. Fue entonces cuando decidió dejarlo todo y buscar un nuevo camino lejos de España. «Siempre me ha gustado viajar», cuenta. «Después de varios años en Madrid, sentía que necesitaba un cambio. Había algo dentro de mí que pedía ver más mundo».
Ese impulso le llevó a intentarlo en países como Inglaterra, Holanda y Estados Unidos, en los que no llegó a encontrar su sitio. Pero fue una conversación casual con una excompañera de universidad la que le abrió una nueva posibilidad como destino: Australia. «Me habló maravillas del país, de las oportunidades, de la calidad de vida... Y decidí lanzarme». Así, el 23 de mayo de 2014, con una mochila llena de ilusiones (y seguramente también algo de vértigo), aterrizó en Sídney.
Los primeros meses no fueron fáciles. El inglés lo hablaba bien, pero el acento local le dejó descolocado. «El acento australiano es otro mundo», subraya. Aun así, encontró pronto una red de apoyo entre otros emigrantes españoles que le echaron una mano con alojamiento, contactos e incluso con trabajo. El primer encargo fotográfico llegó de forma casi casual y a partir de ahí, la rueda empezó a girar. «Australia tiene una tasa de paro muy baja, así que siempre hay oportunidades. Recuerdo que en el primer albergue donde me alojé ya encontré un trabajo haciendo fotos para su web. A través de la escuela donde estudié también me ayudaron a conseguir empleos. Eso sí, hay que poner de tu parte, remangarte y lanzarte», comenta.

Una vez en Australia, se sacó un título de Fotografía y estudió un Máster en Diseño por la Universidad Torrens y hoy, Raúl es fotógrafo freelance. Trabaja para marcas, eventos y plataformas que buscan imágenes auténticas y con carácter. «Me dedico a crear contenido visual e imágenes para marcas, empresas y plataformas que necesitan mis servicios. Me centro sobre todo en la fotografía comercial y en cubrir eventos como festivales, conferencias, etc.», comenta. Su negocio le lleva por todo el mundo, incluidas ciudades españolas, lo que le permite mantener un pie en cada continente. «He vivido momentos mágicos como los viajes en coche por el centro del país, descubriendo paisajes únicos y fotografiando lugares sorprendentes. Mi trabajo ha sido seleccionado en festivales y he hecho exposiciones. Además, tengo clientes en España, por lo que voy temporalmente para trabajar, cubriendo bodas premium y encargos comerciales. Cuando migras, creas un vínculo muy fuerte con tu país, porque es parte de tu identidad, pero después de más de una década estoy muy unido a Australia. De hecho, tengo la nacionalidad australiana y española. Es como si mi mundo se hubiera expandido. No sé si volveré a España, pero mantengo un contacto estrecho con mi gente y trato de volver al menos una vez al año», afirma.
Sus datos

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Edad: 42 años
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Lugar de nacimiento: Valladolid
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Estudió en: Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad Europea Miguel de Cervantes. Erasmus de un año en Lovaina, Bélgica, en la KU Leuven. Máster en Diseño por la Universidad Torrens (Australia)
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Fecha de partida: Mayo 2014
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Lugar de residencia: Sídney (Australia)
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Profesión: Fotógrafo profesional
Australia, por su parte, le ha ofrecido mucho. Allí ha conocido a su pareja, de origen holandés y ha construido un amplio círculo de amistades que considera su segunda familia, lo que le hace sentirse «muy afortunado». Pero también ha tenido dificultades importantes, entre ellas, conseguir la nacionalidad. «El proceso de visados fue uno de los mayores retos que he vivido. Largo, caro y a veces frustrante. Pero también una lección de resiliencia», dice. También cuenta que de su país de acogida le sorprendieron muchísimas cosas, pero en especial la multiculturalidad. «Eso abrió mucho mi mente y me dio una sensación de libertad enorme. Australia me ha enseñado que soy más fuerte de lo que pensaba. He aprendido lo que es la resiliencia, la paciencia y hasta dónde puedes llegar cuando estás lejos de la red de seguridad familiar y de tus amigos de toda la vida. Mi gente sabe que pienso en ellos y no estaría aquí sin su apoyo. Han sido mi trampolín para lanzarme a este inmenso océano», comenta este vallisoletano, que reconoce que lo que más echa de menos de su tierra es «el sabor de una buena tortilla o un cocido bien hecho. Los paseos de invierno por el Campo Grande, la niebla del río, la luz de la meseta, las tardes de café con amigos de toda la vida».
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