Jesús Ignacio Panedas
Vallisoletanos por el mundo
«Los mexicanos te hacen sentir en familia de manera inmediata. Son sumamente cariñosos»El vallisoletano, que fue sacerdote agustino recoleto, lleva más de tres décadas en México dedicado a la docencia y al acompañamiento de jóvenes universitarios
Jesús Ignacio Panedas Galindo nació en Valladolid en 1966 y presume de que todavía «le tocó nacer en casa, no en el hospital». Era el ... menor de seis hermanos y perdió pronto a su padre en un accidente. Estudió en el colegio San Agustín, siguiendo la estela de varios de sus hermanos. Allí empezó un camino que marcaría buena parte de su vida. «En ese colegio había un seminario, en el que entré en 5º de EGB», recuerda. Su formación continuó en distintas ciudades como Fuenterrabía, Lodosa, Monteagudo y Marcilla, hasta que el 5 de septiembre de 1992 fue ordenado sacerdote agustino recoleto en Valladolid. «La convivencia y las distintas etapas en la formación se fueron pasando de manera natural», cuenta, aunque admite que «en ocasiones llegué a tener dudas sobre si ese sería mi futuro».
A finales de ese mismo año se subió por primera vez a un avión rumbo a México. «Todos los ruidos en aquel aparato me resultaban novedosos y peligrosos», confiesa entre risas. Viajó acompañado por su hermano José Miguel, también agustino recoleto, que trabajaba en Ciudad de México. Su primer contacto con aquella gran urbe, le resultó impactante. «Pisé una ciudad gris, con olor a gasolina quemada. Era intimidante, más de cinco veces Madrid, con avenidas inmensas y tráfico infernal», relata. Aquel primer contacto con la capital mexicana fue un choque cultural para él. «No me atrevía ni a cambiar de acera por temor a perderme», recuerda. Pero pronto descubrió algo que le enamoró por completo de su nuevo país, el carácter acogedor y hospitalario de los mexicanos. «Te hacen sentir en familia de manera inmediata. Son sumamente cariñosos y te abren su casa para compartir la mesa», opina.
El idioma, aunque era el mismo, también le jugó alguna mala pasada. «No entendía el tono ni las palabras ni el albur. Y a mí no me entendían por mis palabras gachupinas», añade con guasa. También le sorprendió que la noción del tiempo en México es muy distinta de la de España. «Escuchar 'ahorita', 'luego', 'en seguida'… no significan nada. El tiempo del reloj aquí es relativo. El tiempo es para respirar, no para atosigarse con la puntualidad», dice.
Su primer destino fue Bachíniva, un pequeño pueblo en la sierra de Chihuahua, donde sustituyó a un compañero fallecido. «Había indios tarahumaras, migrantes menonitas, pequeños propietarios y ejidatarios. Cuatro mundos y culturas totalmente diferentes. Nada, absolutamente nada, que ver con España», recuerda. Allí pasó casi tres años, «luchando porque fuera un lugar mejor», construyendo instalaciones y trabajando junto a la población local.
Después llegó su etapa en Ciudad de México, donde estudió Filosofía y colaboró en tareas pastorales. «En esa ciudad tuve muy de cerca el secuestro de integrantes de mi familia, la experiencia de trabajar en una 'ciudad perdida' sin servicios y también conocí familias adineradas que contrastaban con la pobreza que veía en la población local. En este lugar de casi 30 millones de habitantes puedes ver prácticamente de todo, lo pensable y lo impensable», prosigue Jesús Ignacio.
Más tarde se trasladó a Querétaro, a unos 200 kilómetros al norte, donde comenzó a dar clases en el colegio Fray Luis de León. «Dirigí el bachillerato y el colegio, que tenía cerca de 2.000 alumnos», explica. Esa experiencia le transformó «Estar al frente de los grupos juveniles me permitió entrar en contacto con los problemas reales de las familias y de los jóvenes. Salir de mi comodidad me ayudó a conocer y sentir como más compleja la realidad de la vida». Fue entonces cuando inició un proceso de reflexión que le llevó a dejar la vida religiosa y el sacerdocio.
Sus datos
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Lugar de nacimiento: Valladolid
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Estudió en: Colegio San Agustín
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Fecha de partida: 1992
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Lugar actual de residencia: Pachuca (México)
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Profesión: director de formación y bienestar universitario en la Universidad La Salle
En 2005 se trasladó a Pachuca, donde vive desde entonces. «En esta ciudad me casé y enviudé», prosigue. Desde entonces trabaja en la Universidad La Salle, donde ha sido coordinador, director de bachillerato, de posgrado y, actualmente, de formación y bienestar universitario. «México es un país muy desigual socialmente. Los jóvenes no tienen mayor esperanza en el futuro», reflexiona. Por eso su misión es «asegurar que todos tengan un trato justo, que aprendan que las normas son para todos por igual y que comprendan que no estamos condenados a repetir el modelo. Podemos tener un país más justo, sin muertes ni fosas, donde todos vivamos en paz».
A pesar de llevar muchos años en México, Jesús Ignacio regresa cada año a Valladolid, los dos últimos coincidiendo con la Semana Santa. «Veo gente en terrazas, pero también mucha gente siguiendo las procesiones. Tradición y religiosidad se unen en esas fechas y es un espectáculo bello», cuenta con emoción. De México, en cambio, dice que le da energía. «Los alumnos jóvenes te inyectan actividad y uno vampiriza su dinamismo vital para seguir adelante». Aunque reconoce que su «futuro final se percibe más en España que en México. Soy más de aquí que de allá por tiempo material, pero las vivencias de la niñez siempre tienen una relevancia incuestionable», confiesa. «De momento pienso seguir en México. Dependiendo de cómo se vaya planteando la vida tendré que ir progresivamente pensado en residir en España. La distancia te recuerda que no estás cerca de las personas que quieres», admite. Pero también sabe que vivir lejos le ha dado una perspectiva única. «Conocer otras culturas es increíblemente enriquecedor. Vivir en ellas transforma la manera de afrontar la vida. Abrir la mente y el corazón a los demás nos hace madurar, crecer y ser más tolerantes», concluye.
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