Vallisoletanos por el mundo
«Siempre me sentiré vallisoletano, pero también soy un poco de cada sitio donde he vivido»Ugo Blanco San José vive desde 2023 en Trinidad y Tobago, donde trabaja como representante de la ONU
Ugo Blanco San José (Valladolid, 1978), trabaja como representante Residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Trinidad y Tobago. Él siempre ... soñó con conocer mundo y con entender por qué había lugares donde la gente vivía tan diferente. Hoy, aquel chico nacido y criado en el barrio de Las Delicias, ha visto cumplir su sueño y ha vivido en diferentes países. «Mi padre murió cuando yo tenía cinco años. Mi madre, carnicera, se dejaba la piel para sacarnos adelante. Mi abuelo fue mi referente. Él me enseñó a ser constante y a no rendirme», cuenta con orgullo.
Una de las primeras cosas que llaman la atención de Ugo es precisamente su nombre. «Mi nombre de pila era Israel, pero la vida internacional me obligó a cambiármelo. Cuando empecé a trabajar fuera, especialmente en países musulmanes, el nombre me cerraba puertas, visados, hoteles, reuniones…», recuerda. El cambio definitivo llegó en Indonesia, el país con más musulmanes del mundo. «Allí comprendí que, para seguir adelante, tenía que adaptarme. Al cambiarlo fue raro, incluso me sentía como si traicionara mis raíces. Pero hoy hasta mi madre me llama Ugo. Es curioso cómo un nombre puede abrirte el mundo, aunque nunca olvidas de dónde vienes», comenta.
Estudió en el colegio San Agustín, de donde todavía mantiene grandes amistades. Luego se trasladó a Madrid para estudiar Ciencias Políticas en la Universidad Complutense y un máster en cooperación internacional y desarrollo. «Siempre tuve claro que quería entender el mundo para poder cambiarlo. Así que, en 2002, cogí un tren en la estación de Campo Grande. Recuerdo la despedida con mi madre y mi abuelo. Llevaba una mochila y un billete de ida a Perú. No tenía ni idea de que ese billete era solo el primero de muchos», dice. Su primer destino fue la Amazonía peruana, donde colaboró con una fundación española que trabajaba con comunidades indígenas. Después vinieron Vietnam, Indonesia, Haití, Estados Unidos, Barbados y, desde 2023, Trinidad y Tobago.
En cada país ha sido un reto distinto. En Indonesia fue el punto focal de la Agencia Española de Cooperación para coordinar la respuesta al tsunami que arrasó varios países del Índico. En Haití, tras el terremoto de 2010 que dejó 300.000 víctimas, formó parte del equipo de Naciones Unidas que lideró la reconstrucción. Entre 2012 y 2018 trabajó en la sede del PNUD de Nueva York como asesor regional para América Latina y el Caribe. En 2018 se trasladó a Barbados y, desde 2023, lidera la oficina del PNUD en Trinidad y Tobago. Su equipo, de unas 40 personas, trabaja en programas de cooperación en temas de cambio climático, transición energética, inclusión social y prevención del crimen. «Como representante del PNUD, mi trabajo es liderar la cooperación internacional. Trinidad y Tobago es un país petrolero, multicultural y con grandes retos sociales. Nuestro papel es apoyar al gobierno y a las comunidades para que el desarrollo llegue a todos. Contamos con una red global de expertos y somos una de las organizaciones más transparentes del mundo. En el fondo, mi trabajo es tender puentes, escuchar y buscar soluciones», comenta.
En toda esta travesía internacional, Ugo nunca ha estado solo. En Haití conoció a Akiko, una japonesa con la que lleva 15 años de vida y aventuras. «Somos un equipo. No podría hacer lo que hago sin ella. Nos hemos acompañado en cada cambio, en cada mudanza, en cada país», cuenta. Juntos tienen dos hijos, Mika, de 7 años y Kento, de 3.
Sus datos
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Edad: 47 años
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Lugar de nacimiento: Valladolid
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Estudió en: colegio San Agustín y Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid
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Fecha de partida: 2002
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Destinos: Ha vivido en Perú, Vietnam, Indonesia, Haití, Estados Unidos, Barbados y, desde 2023, en Trinidad y Tobago
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Profesión: representante Residente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)
Después de tantos años de vida nómada, Ugo confiesa que lo que más echa de menos son los pequeños detalles, como las terrazas al sol, los pinchos en la Plaza Mayor, el olor a tierra mojada después de la lluvia o la tranquilidad del Campo Grande. «Valladolid es calidad de vida, seguridad, educación, salud. Solo te das cuenta de lo que vale cuando lo ves desde fuera», dice. Y de todos los aprendizajes que le ha dado la vida fuera, se queda con apreciar esas pequeñas cosas del día a día. «En Haití pasé dos años sin agua caliente. Desde entonces, celebro con una sonrisa y un agradecimiento cada vez me meto en la ducha y el agua esta templada», reconoce.
Ugo explica que vivir en tantos lugares le ha cambiado profundamente. «He aprendido a adaptarme, a entender que no hay una sola verdad. Que lo que funciona en Mozambique no tiene por qué servir en el Caribe. La clave está en escuchar. En cada país he hecho amigos que se convierten en familia. Las despedidas son duras, pero el mundo es pequeño. Al final los caminos siempre se cruzan otra vez y terminas con amigos en todas las partes del mundo», comenta este vallisoletano, que ha formado piña con todos los españoles —unos veinte—, que hay en Trinidad y Tobago. «Nos reunimos para ocasiones especiales, como la reciente fiesta nacional y, sobre todo, en eventos de fútbol, mundiales u olimpiadas», cuenta. «Yo siempre me sentiré profundamente vallisoletano, pero también soy un poco de cada sitio donde he vivido. Eso te abre la mente y te hace valorar más la riqueza de España», añade.
A veces sueña con volver. «Los puestos de Naciones Unidas son rotativos, cada tres o cinco años cambiamos de destino. Nunca he trabajado en España, pero me gustaría hacerlo algún día. Ojalá los vallisoletanos se den cuenta de la suerte que tienen. Forman parte del 1% más privilegiado del mundo. Que lo aprovechen para ser más felices y para ayudar a quienes no han tenido esa suerte. Porque, al final, todo es cuestión de azar: nacer en Valladolid es una lotería», remata.
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