De cualquier otra manera
El dibujante frustrado que Delibes tenía dentro se le realizó en El Norte de Castilla, donde firmaba como 'Max'
Dejé en el aire, en mi 'hora' anterior, la fortuita vocación literaria de Delibes. De la que el novelista se ocupó, alguna que otra vez, ... en escritos propios o en respuestas a entrevistas de prensa. Y también salía a relucir esporádicamente en nuestras rondas por los vericuetos del Campo Grande. Miguel Delibes siempre achacó su oficio de escritor al puro azar. Ni de niño ni luego ya de muchacho pensó nunca en la pluma como instrumento o medio de vida. En absoluto.
De niño, con nueve, diez, once años, solo pensaba en el balón de fútbol. Y también sus recuerdos afloraban cuando paseábamos por el Paseo Central del Campo Grande. Donde el niño Miguel y los chicos del barrio disputaban encuentros futbolísticos, lo mismo que en otoño montaban batallas campales con las castañas locas como proyectiles.
–El fútbol para mí era casi casi como Dios: una presencia constante.
Incluso, ya más mocito, llegó a jugar Miguel en el equipo titular de su colegio, del colegio de Lourdes. ¡Casi nada! Que tampoco se alzaba –el colegio, digo – lejos del Campo Grande.
Dibujante frustrado
En su juventud y mocedad probó Delibes varios caminos profesionales. Todos o casi todos ajenos a sus gustos y vocación auténtica. Estudió Comercio y Derecho Mercantil, solo por seguir la senda de su padre y asegurarse un 'modus vivendi', aunque su verdadera ilusión...
–Mi verdadera ilusión era el dibujo. Y en cierto modo yo soy un dibujante frustrado. Empecé haciendo caricaturas de los frailes «baberos», de los profesores del colegio de Lourdes, quiero decir, y acabé un día pintando dibujos y caricaturas para El Norte de Castilla. Yo tal vez hubiera sido dibujante profesional, quizá pintor, si hubiese sido debidamente encauzado. Pero lo cierto es que la vida da muchas vueltas, querido Ramón...
No era Miguel Delibes un hombre nostálgico, pero el Campo Grande, su Campo Grande, le incitaba no pocas veces a la evocación.
Y volviendo al azar, que él siempre esgrimió como motivo útimo de su oficio de escritor, resumió así su convencimiento en una charla que mantuvo conmigo, recogida luego en mi libro 'Miguel Delibes: un hombre, un paisaje, una pasión' (1985):
–Simplificando un poco las cosas, bien podría concluir que fueron cuatro las causas que hicieron realidad mi vocación literaria: el curso de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues (que Delibes estudia para preparar oposiciones a cátedra en la Escuela de Comercio); el periódico El Norte de Castilla, el Premio Nadal y mi esposa Ángeles. De haber faltado cualquiera de ellas, casi seguro que yo no hubiera sido novelista.
Y sin embargo sucedieron así...
En alguno de nuestros paseos en que saltó a la conversación lo que acabo de evocar, se me ocurrió argumentarle, entre bromas y veras, al fortuito novelista: ¿Sabes lo que estoy pensando, Miguel? Que tienes escrita una novela en la que, desde el arranque, desde el mismísimo arranque, dejas constancia de este convencimiento tuyo sobre la eventualidad de tu oficio de escritor.
–Tú dirás...
–Me refiero a la novela 'El camino'. Tanto en la vida de Daniel, el Mochuelo, el protagonista, como en la tuya personal, «las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera, y sin embargo sucedieron así» (sic).
Miguel siempre reía con benevolencia mis ocurrencias. Y hasta las solía echar a barato. Sin duda porque tampoco le complacía demasiado hablar de libros, aunque fueran suyos, en nuestros oxigenados y distendidos ires y venires por el parque municipal de Valladolid. ¿Y lo del banco de madera? ¡Del siguiente domingo no pasa!
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