Hasta llenar el carro: comienza la Gran Recogida del Banco de Alimentos de Valladolid

Un metro, dos como mucho, separan el almacén improvisado por el Banco de Alimentos de la zona que permite acceder al interior de un supermercado situado en el Paseo Zorrilla de la capital. El procedimiento en un día lluvioso como el de este viernes, en el que el termómetro rozaba los tres grados y el aguacero obligaba a los viandantes a acelerar el paso, es siempre el mismo. Los clientes entran en el establecimiento y, tras unos segundos de cortesía para cerrar el paraguas, les espera Carlos Renedo, uno de los 1.700 voluntarios que estos días participan en la Gran Recogida que por quinto año organiza el Banco de Alimentos de Valladolid con la colaboración de 63 establecimientos, principalmente de la capital, aunque también «algunos» de municipios como Arroyo de la Encomienda o Laguna de Duero. Reproduce la misma frase una y otra vez. Dice que lo lleva «grabado a fuego». «Muy buenas, somos del Banco de Alimentos. Nos gustaría que colaborase con nosotros; si no le importa, le dejo un folleto con los alimentos que más urgen», explica.

La mayoría de las veces la respuesta es positiva. Las cajas apiladas y los carritos llenos de víveres dejan constancia de ello. Alubias, lentejas, caldos de verdura y pollo, conservas cárnicas, cereales de desayuno y leche entera. Son los productos en los que este año ha puesto el foco el Banco de Alimentos porque, de una lista de 26 productos básicos, son de los que, ahora mismo, menos fondos hay en las despensas solidarias que la fundación tiene en la calle Vázquez de Menchaca.

Saben que la Navidad está a la vuelta de la esquina. Son fechas «mágicas». Especiales. Pero quieren que lo sean «para todos». Las neveras de las 15.200 personas (familias vulnerables, víctimas de una «pobreza crónica, parados de larga duración y trabajadores precarios») que sobreviven todos los meses gracias a las aportaciones de la citada entidad no lucirán más vacías. No tiritarán más. No habrá niño sin bigote. «Hombre, no se ha pedido porque realmente no es un bien de primera necesidad, pero también están dejando turrones, polvorones... seguro que en Navidad lo agradecen», continúa este voluntario.

Los vallisoletanos han vuelto a dar la cara. A sacar su versión más amable para ayudar a las familias más desfavorecidas de la provincia. «La gente de Valladolid es muy solidaria, solo hace falta echar un vistazo a cómo está todo de lleno para darse cuenta», afirma Renedo. Este es el tercer año que colabora con la entidad solidaria en la macroperación kilo. Pero «nunca» había visto tanto altruismo por metro cuadrado. «Espectacular». «Increíble». Se queda sin adjetivos para describirlo. Carga dos cajas con botellas de leche, coge aire y una gran sonrisa delata su satisfacción. «Si es que no paramos, no paramos», se repite a sí mismo.

Esta ola de solidaridad comenzó hace unas semanas. Por la base. Los cimientos. El llamamiento del Banco de Alimentos en busca de voluntarios dio sus frutos. Durante días, confirma el presidente de la entidad, Jesús Mediavilla, el teléfono no paró de sonar. Al otro lado, decenas de personas deseosas de ayudar y contribuir a esta «gran labor». En concreto, 200 más que el año pasado. Gloria López, vallisoletana de adopción, es una de ellas. Solo pudo colaborar «unas horas» ayer por la mañana, tiempo más que suficiente para tener claro que su relación con el Banco de Alimentos no ha hecho más que empezar. «Hay muchísima necesidad; creo que nunca son demasiados voluntarios, así que mientras pueda y me coincida aquí estaré», sostiene.

Llevaba «tiempo» intentando colaborar con la entidad sin ánimo de lucro. «Entre unas cosas y otras», cuenta, «nunca» podía. No se acababa de decidir. Su «amiga» Patricia Gordillo, voluntaria desde hace más de seis años, intentaba convencerla. La «inquiciaba». La contaba «todo» lo que hacían para despertarla el gusanillo. Y funcionó. «Me decía: 'vente un día y pruebas, seguro que te gusta', y la verdad es que no le ha faltado nada de razón; me apetecía hacer una obra solidaria y qué mejor que recogiendo alimentos», apostilla López.

A Estrella Casero, Montserrat Feliz y Carlos Herrera les ha «tocado» un supermercado de la calle Gabilondo. Allí, la gente está respondiendo «muy bien». De hecho, Herrera cree que «más y mejor» que otros años. «Yo creo que estamos un poquito por encima que en año pasado, tenemos los palés llenos», indica. No quieren anticiparse. Las «expectativas son muy buenas», pero habrá que esperar para saber si se ha vuelto a superar el reto. «El segundo día siempre suele ser más fuerte; el sábado, sobre todo por la mañana, esperamos bastante, porque es cuando la gente tiene más tiempo libre», sentencia Mediavilla. Quedan veinticuatro horas. Este sábado, última oportunidad.