Jueves de mudanza por explosión en Juan de Valladolid
Los vecinos tratan de adaptarse a su nueva situación y pactan un día semanal para recoger enseres, ropa o recibir las notificaciones de Correos
Platos, cubiertos. Un robot de cocina. Ropa de moto. Más ropa. Utensilios de todo tipo. Cosas que, como dice Manuel Fernández, de pronto echas de ... menos y sumas a la lista del «hay que coger». Si te pasa cuando te vas de vacaciones después de horas haciendo maletas, o en el hiper cuando cargas dos carros para darte cuenta de que te has dejado justo lo que necesitabas hoy… Él ha venido de parte de sus suegros, que residen en el primero y que no podían acudir a la hora convenida para que las familias afectadas por la explosión de gas en el bloque 23 de la calle Juan de Valladolid recojan lo que necesiten. Han pactado un horario fijo, los jueves de 12 a 13 horas. Porque sí, algunos pisos están menos afectados, pero el edificio entero está en obras. Los primeros días les acompañaban los policías locales o los bomberos, pero ahora que el entorno ya está asegurado lo han organizado así para evitar vaivenes. Eso ha obligado, por ejemplo, a llegar a un acuerdo también con Correos para que las notificaciones se entreguen el mismo jueves por la mañana y que así no se les pasen de fecha.

Así que a las 13 horas, el portal se llena de vecinos o de enviados cargados de mochilas y maletas vacías, bolsas de rafia o cajas. El coche cerca, para no llevar peso de acá para allá, y los obreros, mientras, cerrando el tajo por hoy. Aún queda mucho. Las tres viviendas más afectadas por la explosión de gas, las del tercero, tardarán más en estar listas. Para los demás, el plazo que les han dado es de dos meses y medio, aproximadamente, hasta volver a casa. Solo que aquí entran otras peculiaridades, porque con 37 familias, cada caso es único. Por ejemplo. Puede que cuando puedan entrar a vivir aún queden remates. Y entre esos remates están los ascensores, cuyas puertas pueden retrasarse y provocar que los del octavo se encuentren con que viven en un piso sin ascensor. Y hay gente con movilidad reducida, o de más edad, que en ese caso no podrían regresar a casa hasta que los elevadores vuelvan a funcionar. El Ayuntamiento se ha comprometido a prestarles ayuda, en ese caso, independientemente de lo que pueda resolver el seguro.
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Algunos salen cargados de enseres y piden no salir en las fotos. Otro de ellos, que ha subido y bajado varias veces con un casco de obra, se ofrece a varios de los que llegan para echar una mano si hace falta, o a la próxima ocasión. Porque no es lo mismo subir y cargar en el primero que tener que alcanzar, por ejemplo, la quinta o la sexta planta.

La situación, después del shock inicial, ha generado incomodidad y, sobre todo, un punto de frustración por esa obligación de trastocar tus rutinas, de instalarte en un hotel, en una segunda vivienda en el pueblo o en un piso de alquiler. Si lo encuentras. Raquel, una de las vecinas, cuenta junto a su hermana que algunos vecinos han tenido problemas para alquilar piso por tratarse de un plazo muy corto, apenas tres meses. Ella no estaba en casa el día de la explosión. Es lo primero que recordó su hermana, que vive un poco más arriba, cuando toda la familia se levantó de golpe por la explosión.
Un matrimonio carga con las bolsas de rafia y el carrito de la compra repleto de encargos. Su hijo no podía venir a la hora convenida por cuestiones de trabajo, así que han hecho la lista de esos «qué bien me vendría» y «que no se me olvide coger» y allá van de vuelta. Afortunadamente, dicen, todos están bien. Ahora solo queda avanzar, de jueves en jueves, hasta el retorno definitivo a casa.
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