Así ve el fútbol Guillermo Almada, el nuevo técnico del Real Valladolid

La búsqueda de un nuevo entrenador en Valladolid ha acabado con la llegada de Guillermo Almada, uruguayo con experiencia en varios contextos futbolísticos que han ido elevando su caché en América. El nombre de Almada, que será presentado este martes tras la primera sesión de entrenamiento, genera no pocas dudas al no tener una noción clara de cómo es la propuesta de un gran desconocido en Europa que ha desarrollado toda su carrera al otro lado del Atlántico.

Un técnico que, al contrario de lo que se puede pensar, sí ha tenido una cotización alta en América, con clubes importantes que han tanteado su fichaje desde su llegada a Pachuca como Cruz Azul, Chivas o incluso Boca Juniors. Muchos de los aficionados al club de los Tuzos, de hecho, echaron de menos la capacidad del técnico charrúa en el Mundial de Clubes, por haber perdido esa capacidad ofensiva y de sacrificio colectivo tras su marcha y la llegada de su relevo, el mexicano Jaime Lozano.

Nacido el 18 de junio de 1969 en Montevideo, el paso de Guillermo Almada por el fútbol se entiende desde una idea moderna y de carácter ofensivo. Ese resumen recoge lo que sería un ideario básico para entender que el uruguayo compromete a todos en las funciones defensivas y ofensivas, y que siempre tiene la intención de subir un escalón más para tener presencia y oportunidad en el área rival.

Entrando más en materia, se ha servido de manera habitual de figuras como el 1-4-2-3-1, que le dan la posibilidad de deformar a su antojo en las diversas fases del partido ante exigencias defensivas o posibles situaciones en las que el dibujo deba cambiar para aprovechar ventajas y superioridades (especialmente hacia un 1-4-3-3 o un 1-4-4-2). Y no es poca cosa esa fluidez en el dibujo, pues le da opción de igualar o no sistemas rivales con cierta eficacia cuando es propicio.

Opta por un equipo que salga jugando desde atrás y que transite por medio de pases cortos, que prefiere construir con balón de manera paciente pero que no rehúye la opción de cambiar la dirección de juego o de buscar efectivos alejados para encontrar la velocidad para presentarse en campo contrario.

En ataque, se trata de un entrenador que quiere que sus equipos muerdan con balón y disfruten de la posesión. Ese equilibrio entre creatividad y verticalidad a nivel ofensivo le da una sensación de velocidad y dinamismo a sus equipos que fue especialmente notorio en Pachuca, con atacantes versátiles como Oussama Idrissi o John Kennedy siendo esenciales para aparecer en zonas inesperadas. Bandas profundas (especialmente laterales) y extremos que aporten por dentro, con perfiles de mediocentro versátiles para primeros pases y orientación de juego y delantero referencia.

En defensa, la voluntad es siempre marca de la casa. Siendo técnico de Pachuca, no logró solo que los Tuzos fueran uno de los equipos más presentes en campo contrario, sino también uno de los más seguros atrás. De hecho, en México, logró ser de los equipos que menos goles recibieron a balón parado y logró que su equipo acabara la temporada como el equipo menos goleado, empatado con Atlas.

Más allá de los números, Almada siempre quiere presión alta y muy intensa, con implicación de todos los actores. Esa es una parte fundamental a la que presta mucha atención y que le obsesiona, siendo clave su capacidad para convencer a la plantilla en esa necesidad. Es un equipo que, a veces, sufrió el mal de la manta corta, sufriendo a la espalda por esa intención de presentarse rápidamente en zonas ofensivas.

Hay quien definió en México a Guillermo Almada como un 'guerrero que abraza'. Algo que encaja bien con la voluntad del técnico uruguayo para contar con los más jóvenes, aprovechar la oportunidad de exprimir su talento y alimentar la idea de sus equipos a través de su energía y entrega. Ese guerrero lleno de intensidad y garra que exige cada carrera a los suyos es capaz de entender la sensibilidad con la que se deben entender los tiempos en un salto desde la cantera al primer equipo.

En México, concretamente en los últimos meses en Pachuca, Almada contó con un plantel con una media de edad por debajo de los 24 años. Una obsesión por probar y hacer debutar perfiles para tratar de dar continuidad a la competencia dentro de una plantilla con piezas referenciales muy veteranas, como el ya ex de los Tuzos, Salomón Rondón (fichado ahora por el Oviedo), con jóvenes como Alexéi Domínguez, Pedro Pedraza, Elías Montiel o Juan Sigala.

Guillermo Almada fue capaz de construir su carrera a través de una idea clara de juego que ha ido protegiendo desde sus inicios. Se entrega totalmente a un deporte que le ha dado todo, desde sus inicios, compaginando el fútbol con su empleo en una gasolinera, hasta sus éxitos internacionales como entrenador en Pachuca. Sin embargo, todo comenzó en su Uruguay natal.

El debut como técnico llegó en Tacuarembó, en un contexto modesto donde, pese a no conseguir grandes resultados, empezó a perfilar su propuesta: presión alta, ritmo intenso y una apuesta decidida por el juego de ataque. Esos primeros pasos le llevaron a sentar las bases para lo que vendría después. En 2010 asumió el puesto de técnico en River Plate de Montevideo, y durante cinco temporadas convirtió al club en un equipo con presencia habitual en los primeros puestos de la liga uruguaya, siendo capaz de ganar el Torneo Preparación en 2012, así como varias clasificaciones a torneos continentales. En esa etapa fue elegido mejor entrenador del país en dos ocasiones y terminó de pulir un estilo que ya empezaba a destacar.

Ese reconocimiento conseguido en Uruguay le abrió las puertas del fútbol en Ecuador. A bordo del Barcelona SC, uno de los equipos más seguidos de América. Guillermo Almada llegó en un momento complicado para la entidad a nivel competitivo, pero en poco tiempo logró devolverle la grandeza. En 2016 ganó tanto el Apertura como el Clausura del campeonato nacional ecuatoriano, y al año siguiente alcanzó las semifinales de la Copa Libertadores, dejando a equipos como Palmeiras y Santos por el camino para caer finalmente ante Gremio en ese penúltimo peldaño.

Su figura creció lo suficiente para que la siguiente etapa la viviera en México. En ese fútbol en ebullición, Santos Laguna confió en su propuesta para tratar de crecer en el balompié mexicano. Ese paso acabó consolidando su imagen de entrenador ofensivo, valiente y metódico, con mimbres que reafirmaron su idea. Aunque no levantó títulos con Santos, su equipo mostró una propuesta clara con la que fue protagonista en la Liga MX. En 2021 fue capaz incluso de acabar segundo en el torneo nacional y confirmó su capacidad para competir en contextos más exigentes ante grandes equipos muy dominantes en México.

Y a pesar de todo este crecimiento, iba a ser en 2022 cuando le llegaría su mayor reto futbolístico y los mejores mimbres para aprovecharlo. El Grupo Pachuca decidió ponerlo al frente de su equipo bandera y en Pachuca encontró un entorno alineado con la base de su forma de trabajar: buena base de cantera, plantilla de perfiles versátiles y ambición por ir más allá en la pizarra y en la sala de trofeos.

Al frente de Pachuca, Guillermo Almada sí logró vencer y convencer. En su primer año fue segundo en la Liga MX, y levantó el trofeo solo un año después, sorprendiendo a todos por su celeridad a la hora de implantar su idea. Como colofón, se hizo con la Liga de Campeones de la Concacaf en 2024, un triunfo que le dio la vía directa para disputarle al Real Madrid la Copa Intercontinental en la final ese mismo año.

Su salida de Pachuca por desavenencias con la directiva a las puertas del Mundial de Clubes 2025 fue sonada y dejó la sensación de que el ciclo de Almada con los Tuzos se había cerrado antes de tiempo. Una realidad que no enturbió la sensación que se tenía en México de que el uruguayo era ya uno de los entrenadores más llamativos y prometedores de América.

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