Una niña enciende una vela en la misa funeral por las víctimas de la covid-19, celebrada en la catedral. GABRIEL VILLAMIL

La Iglesia de Valladolid celebra una misa por las víctimas del virus: «Hay mucho que reconstruir»

El cardenal Blázquez reclama en la catedral «solidaridad y esperanza» y ensalza el papel del personal sanitario

Víctor Vela

Valladolid

Sábado, 25 de julio 2020, 20:05

Han pasado apenas doce minutos desde el inicio de la ceremonia, de esta misa con la que, en el día de Santiago, la Iglesia vallisoletana tributa un recuerdo y rinde homenaje a las víctimas del coronavirus en la diócesis (642 muertes confirmadas, más de 800 si se suma a quienes fallecieron con síntomas compatibles). Doce minutos desde que el cardenal, Ricardo Blázquez, pronuncia sus primeras palabras, en las que se encomienda a la luz frente a «la noche de la epidemia». Doce minutos con la catedral llena hasta donde el 75% del aforo lo permite (tres personas por banco). Doce minutos, cuando comienza la lectura de la carta de San Pablo a los Corintios. Y entonces parece que todo aquello habla del ahora: «Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos. Perplejos, pero no desesperados. Perseguidos, pero no abandonados. Derribados, mas no aniquilados».

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Con esas palabras en el aire, Blázquez se retira la mascarilla, toma unos papeles entre las manos y se dirige a los fieles que asisten al funeral por los difuntos víctimas de la covid-19. Entre sus mensajes, uno que no aparecía en el borrador de la homilía: «No perdamos el tiempo en polémicas. Hay mucho que hacer y reconstruir», dice, justo después de reconocer que, en todos los ámbitos de la sociedad, «habrá habido limitaciones, pero siempre deseos de acertar y nunca de actuar equivocadamente. Presentemos humildemente nuestras disculpas», propuso Blázquez.

Porque a todos «nos ha rozado la muerte». Porque el coronavirus ha sido un «golpe seco», una «irrupción violenta, una novedad abrupta» que ha generado un «desconcierto insospechado». «Los hospitales quedaron desbordados, con enfermos y muertos incontables». «Todos hemos sentido la fragilidad, el impacto de la finitud, la experiencia compartida del peligro y la inseguridad», porque «la pandemia no conoce fronteras» y ha mostrado «con un poder devastador incontenible» que el ser humano tiene «los pies de barro». «Ha desafiado a la humanidad en sus pretensiones de autosuficiencia».

Blázquez subrayó la «particular dureza» con la que el coronavirus ha golpeado «a nuestros ancianos, a nosotros los ancianos», que en muchos casos fallecieron con un «desamparo especial». «La imagen de las morgues improvisadas son un recuerdo sombrío. Al dolor de la pérdida de una persona querida se han unido otras formas de dolor muy hiriente, la soledad en que muchos murieron, sin la cercanía de los suyos», recordó el cardenal.

Durante su homilía, tuvo palabras de reconocimiento para el personal sanitario, que «desarrolló hasta la extenuación su dedicación, protegidos con escasos medios y arriesgando su propia salud». También alabó el papel de la Iglesia, que durante semanas estuvo «confinada, pero no ausente». «La Iglesia no se ha detenido. Cáritas ha multiplicado sus servicios, parroquias y comunidades religiosas han estado atentas. Los capellanes de los hospitales han acompañado a los enfermos en la medida de lo posible». Yensalzó «la generosidad de tantas personas en favor de los más desvalidos».

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Ante el futuro incierto –«los expertos dicen que tendremos que convivir algún tiempo con la pandemia»– instó a «ser responsables para no contagiar ni contagiarnos». Pero, al mismo tiempo, animó a no quedar paralizados por el temor. «La vida del hombre debe armonizar la seguridad y la confianza, el respeto a la realidad y la esperanza. Ni confinados por el miedo ni atrevimientos insensatos. ¡Que no nos encierre el retraimiento ni presumamos de inmunidad!».

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