

Valladolid
Historias de 'sexilio': cuando hay que emigrar para vivir la identidad sexual en libertadEl fotógrafo Samuel Reales expone en el espacio Atalaya un proyecto de fotografías y testimonios de personas del colectivo LGTBI que tuvieron que dejar sus raíces para vivir sin ataduras su expresión de género y orientación sexual
Irma Obarro (hoy 52 años) paseaba por su ciudad, cuando apenas tenía veinte, con la sensación de que no había baldosas suficientes para todos los ... pasos que necesitaba dar. Sentía que las calles de su Palencia natal eran cada día más pequeñas, más estrechas y oscuras, más inhóspitas para el camino personal que necesitaba emprender. Así que, decidió hacer las maletas y buscarse la vida fuera de allí. «Pero la vida que yo quería vivir».
«Desde que era joven, sentía que había algo, pero que no sabía encontrar. Tal vez porque en mi ciudad no había referentes, porque no conocía a ninguna persona trans, porque no había modelos en que me pudiera reconocer». Por eso, dice, tuvo que salir. Por eso viajó por Europa. Por eso vivió en el Reino Unido, en Irlanda, en Alemania. Por eso se miró en mil espejos hasta que en alguno se pudo reconocer. «En Berlín hice muchas amistades en el mundo LGTBI, conocí a personas trans, varias hicieron la transición. Ahí fue cuando me empecé a definir». Cuando Irma pudo por fin ser Irma. Para regresar a Palencia y caminar por fin por unas calles luminosas que ya no eran tan oscuras.
La historia de Irma, una imagen suya sentada en el sofá familiar, forma parte de 'Sexilio', un proyecto en el que Samuel Reales (Ávila, 1988) recopila las historias de una treintena de personas de Castilla y León que tuvieron que emigrar para vivir (sin vergüenza ni impedimentos) su identidad y orientación sexual. Hay experiencias terribles y otras luminosas.

Hay relatos como el de Natalia («yo tenía mi vida hecha, un trabajo estable, una familia, dos hijos…»), quien explica que empezó a hormonarse sin receta médica, negándose a sí misma que era «una chica trans». «Seguía pensando que podía ir a trabajar de chico y cuando salía me cambiaba en el coche. Pero después de años pasándolo mal, le dije a mi jefe: 'Soy una chica trans, quiero que me veáis así'. Y se han portado muy bien: me abrazaron, me hicieron hasta una fiesta». Pero ese apoyo no lo ha encontrado de forma tan clara en la casa de su pueblo en Palencia. «Mi padre me trata en maculino y le da igual».
O como María, quien posa despreocupada ante la cámara de Reales. «Hicimos la foto cerca de su casa, en el río. En un momento dado, en el que estaba como evadida, pensando en sus cosas, hice el clic. Cuando le enseñé la foto, me dijo: 'Así es como me veo en el espejo por las mañanas, pero así es como nunca me enseño'.
Reales cuenta que con las fotografías de 'Sexilio' quiere descorrer la cortina que en muchos lugares se extiende sobre las personas del colectivo LGTBI. «Es una forma de quitar las barreras en las que muchas personas se tienen que esconder para pasar desapercibidas y encajar en la sociedad». Una selección de las fotografías tomadas durante los últimos dos años puede verse durante este mes de junio (de la mano de Creava) en Atalaya, el espacio expositivo y dedicado a la fotografía de la calle Santo Domingo de Guzmán. También llegará a lo largo de este mes a la Fundación Díaz Caneja, en Palencia.
Los retratos se completan con estampas castellanas, fotografías de pueblos o parajes que en algún momento se volvieron poco hospitalarios para quien sentía que allí no podía vivir en completa libertad. «Esa sensación no tiene que venir de agresiones físicas, que puede ser el caso más extremo, sino de pequeñas presiones que se van sucediendo a tu alrededor», asegura Teresa Castro, voluntaria en la emisora lésbica Inout Radio y autora de los podcast con entrevistas a las personas retratadas por Samuel. «Hay un 'sexilio' físico, de aquellas personas que se tienen que marchar, que pierden sus raíces. Pero también hay un 'sexilio' interior de quienes, por cuestiones económicas o por otros motivos, no pueden emigrar. Y entonces, han de adaptarse a su entorno de la mejor forma posible», cuenta Castro.

«Todas las personas queer, LGTBI, vivimos una especie de desarraigo, una expresión de deshabitarse uno mismo, hasta que finalmente encontramos espacios en los que podemos resignificarnos», cuenta Áster Frechilla (Valladolid, 1994), quien, en un texto introductorio a la exposición, cuenta que en un principio no se vio interpelado, no se reconocía en los retratos y testimonios ahí recogidos porque en ningún momento tuvo que marcharse de casa, porque no vio de cerca la hostilidad. Pero, asegura, sí que hay un hilo conductor con el que sentirse imbricado. «Hay personas a las que no echan de casa, a las que no les insultan ni se les juzga, pero sí que sienten que sus comportamientos más personales se coartan o tienen que adaptarse en lo 'estándar' para encajar», explica Reales, quien con sus fotografías genera unos «espacios de intimidad» para que el protagonista se muestre y exprese con absoluta naturalidad.
«Trabajo en analógico y con trípode», explica Reales junto a la fotografía de Mari, una mujer intersexual que pone rostro a la vertiente más terrible del 'Sexilio'. «Su DNI no determina si es hombre o mujer porque el médico no lo pudo precisar, pero le obligaron a hacer la mili, donde sufrió muchas vejaciones. Incluso su propio hermano la maltrató. Por eso -cuenta el fotógrafo- se refugió en un pueblo de la montaña palentina, donde socializó como chico como manera de protegerse». El problema es que después de que la visitara su hermano y sufriera una nueva agresión, los médicos al tratarla vieron que tenía pechos y desvelaron esa situación ante el resto del pueblo. «Aquello supuso que sufriera el rechazo de su comunidad», cuenta Reales.
Frente a estas experiencias, hay otras más esperanzadoras, como la de Irma, esa mujer trans que dejó Palencia para descubrirse a sí misma en Europa. Después de aquellos años de Berlín, se instaló en Escocia, para trabajar en la Universidad de Edimburgo y comenzar su transición médica. «Yo he sido muy afortunada. Primero, en mi entorno de trabajo, pero también en el familiar. Aquí me parecía muy difícil que pudiera vivir la vida que quería. Primero porque la situación laboral en España era entonces más difícil, pero también porque a eso se añadía el tema de la identidad de género. En países como Reino Unido me encontré una sociedad más avanzada en el reconocimiento de los derechos legales y médicos de las personas trans, pero siento que, en los últimos años, se están dando pasos hacia atrás». Más desde las acciones políticas que desde la realidad cotidiana, en el día a día.
«La sociedad es favorable a las personas trans, porque está claro que no suponemos un problema para nadie. Al contrario. Y lo bueno de exposiciones como esta es que se da visibilidad, cada vez hay más referentes, más ejemplos en el cine, las series o la literatura que hacen que la sociedad sea más receptiva». La Palencia que Irma dejó hace treinta años no es la misma ciudad que hoy. «Una ciudad puede ser conservadora o difícil, pero en absoluto violenta. Y cuando se tienen referentes, es más fácil abrir los ojos a otras realidades», resume Irma.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.