Valladolid
La Floristería Azahar busca un traspaso por jubilación: «Han sido treinta años de ilusión»La pequeña tienda de la calle Ultramar quiere evitar el cierre definitivo en el plazo de un año y medio, que es cuando su propietario tiene intención de dejar el negocio
Lorena Arias Duque
Valladolid
Domingo, 10 de agosto 2025, 08:39
Tres décadas con aroma de pétalos en la vallisoletana calle Ultramar se despiden tras el mostrador de la Floristería Azahar, donde su propietario, José Antonio ... García, se mantiene a la espera, con anuncios en la puerta, de quien decida tomarle relevo el próximo año, cuando llegue la hora de su jubilación. Situado en el entorno de la Plaza de Toros, este pequeño comercio local se fundó en 1994, cuando su dueño dio el paso para convertirse en autónomo, ya experimentado en el mundo floral, que años atrás le había dado su primer trabajo como repartidor de otra tienda del estilo, cuando era «prácticamente, un niño».
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Desde entonces, «siempre he trabajo con mucho ánimo y con mucha ilusión», asegura José Antonio, convencido de que ese ha sido, precisamente, el toque único de su negocio, que si bien no se ha movido de sitio desde su inauguración, la vía en la que está sí parece haberse convertido en otra con los años. «Empecé tan de cero que no estaba ni siquiera el edificio de enfrente, esta era una calle bastante oculta, y poco a poco se ha ido animando». Cosa que, en buena parte, tiene que ver con la ilusión que le ha aportado a lo largo de los años su trabajo. «Lo he visto siempre con futuro. Con sus momentos buenos y no tan buenos, siempre hemos salido del agujero», asevera.
Es un negocio inevitablemente supeditado a las modas y a las estaciones del año, así como a los distintos eventos sociales. «Va bajando y subiendo según el mercado», explica José Antonio. «Por ejemplo, antes se llevaba mucho en los nacimientos, pero ahora no nos dejan entrar a los hospitales y se ha perdido esa costumbre. En cambio, el consumo doméstico está empezando a subir otra vez en los últimos tiempos». Pero hay cosas que nunca cambian «y la gente siempre viene en unas ocasiones fijas, como el Día de la Madre, San Valentín o el Día de Todos los Santos». Es más, hay una clientela «muy estable», que el florista no duda en atender «incluso de vacaciones». Clientes que se han mantenido en el tiempo y que «siempre aportan algo», considera, porque «cada uno viene con una inquietud distinta y aprendes a hacer cosas diferentes para ellos, según lo que te pidan. Siempre son momentos nuevos para crear».
En la entrada de la Floristería Azahar, un rectángulo alargado que cuelga de un extremo a otro de la vidriera anuncia su traspaso, del que por tanto ya no es ajeno a ningún vecino. En el barrio reciben este evento «con mucha nostalgia», asegura José Antonio, al que también llegan mensajes de afecto por parte de los clientes porque consideran, dice, que es «una pena que nos marchemos». «Pero llega nuestro momento y hay que cogerlo», se resigna el florista. Al igual que son cada vez más los vecinos que van sabiendo de su próxima jubilación, también asciende el número de interesados que contactan con el propietario de la tienda y «ya son varios» los que ha atendido en los últimos días.«Yo lo veo bien», señala al respecto José Antonio, porque le parece que «desde que se ha puesto el cartel de traspaso la gente se está moviendo bastante» y ve «muy posible» que encuentre un relevo para su negocio. «Me da la impresión de que hay una generación que a la que le toca jubilarse en estos años, porque sé de varios casos últimamente, incluso de compañeros míos», apunta el florista, que no se lamenta tanto del momento de decir adiós a la etapa laboral, sino de que «se cierren las tiendas porque no se consiguen traspasar».
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Después de treinta y un años tras el pequeño mostrador de madera, pasando cada día entre los jarrones de orquídeas, los claves o las rosas que entrelaza con delicadeza para los diferentes arreglos, José Antonio cuenta, más o menos, un año y medio para decir adiós a su pequeña tienda y, desde ahora, acoge el momento «con un poco de nostalgia, pero con ilusión a la vez porque llegue el descanso». Lo que no significa para él desligarse por completo del mundo florar. «Es imposible desconectar después de tantísimos años», asegura.« Para mi vida, el mundo de las flores es fundamental y sin duda cuando me retire seguiré viviéndolo, porque lo tengo muy metido dentro».
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