La edad media de los sacerdotes de la Diócesis de Valladolid es de 63,9 años
En los últimos diez años se han registrado 18 ordenaciones frente a una media anual de siete jubilaciones de curas
Hay una escasez sacerdotal en la Iglesia de España, una sequía vocacional que obliga a los párrocos rurales a recorrer kilómetros y a transportar fieles de iglesia en iglesia para cubrir el cuorum dominical. Una «penuria seria de vocaciones» sobre la que el propio cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, puso el acento hace unos días en la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal que preside y a la que la Diócesis vallisoletana tampoco ha conseguido sortear.
El clero envejece sin un relevo generacional acorde al número de jubilaciones o fallecimientos. En Valladolid, la edad media de los 222 curas incardinados y residente en su Diócesis es de 68,3 años (hay 12 que residen fuera no contabilizados), aunque si solo se tienen en cuenta a los 170 sacerdotes activos (excluyendo a los jubilados) la edad baja a los 63,09. Ricardo Blázquez lo puntualizó. Lo advirtió. Y dijo que «las consecuencias de esta carestía larga y dura están a la vista: descenso del número de presbíteros y media de edad cada vez más alta».
La estadística negativa de estas vocaciones se refleja directamente en la cifra reducida de seminaristas que actualmente se forman en Valladolid, con nueve en el Mayor (dos de ellos se ordenarán en junio) y 24 en las enseñanzas de ESO y Bachillerato. Una tendencia que se ha venido reflejando al menos en los últimos diez años, cuando el número de ordenaciones ha sumado 18, con una media de 1,8 anuales pese a que en los ejercicios de 2010, 2014 y 2017 no se registró ninguna. Una pequeña incorporación de sacerdotes al clero vallisoletano que en ese mismo periodo (2008-2018) contabilizó 72 fallecimientos y que, además, coincide con la jubilación de las gruesas cifras de curas registradas a finales de los años 50 o primeros de los 60 en plena transición demográfica (con una media de siete anuales), y que ponen en jaque una futura correcta atención de las parroquias vallisoletanas. «Si hace varios decenios la abundancia era extraordinaria, actualmente la escasez es también extraordinaria», incidió Blázquez.
Iglesias sin culto
En la provincia de Valladolid hay ya al menos diez municipios que se tienen que desplazar cada domingo para poder oír misa. Sus vecinos, de las comarcas de Olmedo y de la Tierra de Campos, lo hacen en vehículos particulares o de copilotos con los propios curas, acostumbrados desde hace años a recorrer kilómetros para poder decir misa en el mayor número de poblaciones posible. Solo en esta Diócesis harían falta 135 sacerdotes para equiparar el número de parroquias al del clero. Pero las cifras aquí también son negras. Y si entre la ciudad y los pueblos suman 305 iglesias, el clero vallisoletano en activo apenas llega a 170 presbíteros en activo.
¿Por dónde pasa la solución? Durante la asamblea plenaria, el cardenal arzobispo advirtió de que «nos puede acechar la tentación de cubrir la falta de vocaciones con soluciones improvisadas y atajos arriesgados» pero recordó que en esta situación «precaria» la Iglesia va cubriendo las acciones ministeriales básicas con iniciativas diversas, «según se trate de ciudades, de grandes núcleos urbanos o de zonas rurales, con frecuencia despobladas y envejecidas».
Es por ejemplo el caso de la importación de sotanas de otras Diócesis, en una iniciativa que ya comenzó Braulio Rodríguez como arzobispo de Valladolid para intentar llamar la atención de curas polacos. Son actualmente más de veinte las parroquias en las que cada domingo la misa tiene acento extranjero, a través de una decena de sacerdotes procedentes de países como Brasil, Uruguay, Venezuela o Polonia. Ellos forman parte de un fenómeno de internacionalización de la Iglesia que arrancó entre 2008 y 2009 y que hoy por hoy, con la reducción de ordenaciones y el número de jubilaciones, se antoja casi indispensable en la Diócesis vallisoletana. «Debemos decirlo con claridad: la Iglesia en España necesita vocaciones para el ministerio sacerdotal; y al hacernos eco de esta indigencia básica, no debemos olvidar, movidos por la solicitud católica, la colaboración con otras diócesis y la participación en la 'missio ad gentes'», concluyó Blázquez.
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