Fayad Abumuaileq posa en el salón de su casa en Valladolid. Aida Barrio
Fayad, palestino afincado en Valladolid

«Lo más duro es pensar que pueden sobrevivir a la guerra pero morir por falta de medicamentos»

Lleva dos años esperando que el Ministerio de Asuntos Exteriores solicite la evacuación de su familia, refugiados en España que quedaron atrapados durante una visita a Gaza cuando comenzó la masacre

Jenifer Santarén

Valladolid

Viernes, 10 de octubre 2025, 20:58

«Buenos días, estamos bien, por allí, ¿qué tal?». La pantalla del móvil de Fayad Abumuaileq, 35 años, palestino afincado en Valladolid desde hace siete, ... muestra la misma notificación cada mañana desde que estallara la nueva fase del conflicto el pasado 7 de octubre de 2023. El mensaje no siempre entra a la misma hora, ya que los cortes de electricidad e internet, que contrastan con la inmediatez con la que llegan las peores noticias a occidente, son una constante en la franja de Gaza y juegan malas pasadas a quien convive con el temor de que algún día no llegue.

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El remitente es su padre, que aún mantiene la misma foto de perfil de Whatsapp que se tomó con Amaya, la hija de Fayad, que ahora tiene tres años y está a punto de convertirse en hermana mayor, cuando solo era un bebé. Fue antes de partir a Gaza a comienzos de 2023, junto a su mujer y a su otra hija de 21 años, la pequeña de una familia de seis hermanos. Un viaje de visita que emprendieron para conocer a sus otros dos nietos, de dos y cuatro años en aquel momento, sin saber que no podrían volver pese a gozar de residencia legal y de protección internacional. Dos años después, asegura que el Ministerio de Asuntos Exteriores aún no ha movido ficha para reclamarlos.

«Mis padres y mi hermana fueron a visitar a mi otra hermana y mis dos sobrinos. Ella había conseguido la reagrupación familiar y estaba previsto que viniera a España cuando estalló la pandemia. Entonces después decidimos que cuando fueran mis padres de visita ya vendrían todos juntos. Se fueron en abril e iban a volver a finales de octubre, estábamos buscando piso en Valladolid para que estuviéramos todos juntos, pero pasó esto», explica Fayad, que asegura que desde que empezara la nueva fase del conflicto han intentado huir de Gaza en varias ocasiones, sin éxito: «Intentaron salir al principio de la guerra pero no pudieron. Estuvieron en la frontera de Egipto, que hay una empresa que la gestiona, pero pedían mucho dinero».

Fue entonces cuando decidió recurrir a la vía diplomática. «En noviembre de 2023 nos comunicamos con la embajada española de Jerusalén para ver si podían facilitar la evacuación o al menos conseguir que llegaran a Egipto, pero no hemos obtenido ayuda», se queja, sabedor de que en otros países, como «Francia, Bélgica o Italia» se han hecho varias evacuaciones. «Al principio España lo único que hizo fue sacar a gente que tenía doble nacionalidad, pero mi familia no tenía dni español y se quedó fuera», crítica. Desde entonces se han sucedido la respuestas, pero no la soluciones.

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«La embajada llegó a crear un grupo de Whatspp con todos los familiares para informarnos pero nunca han escrito nada»

«Que todavía no hay orden de evacuación... tenemos que comunicar con Israel y con Jordania... el último email ha sido el más sorprendente: todavía no tenemos orden de pedir autorización de evacuación desde el Ministerio de Asuntos Exteriores», lee, mientras muestra en la pantalla de su móvil un correo electrónico del pasado 14 de septiembre. Cómo él, hay más de un centenar de personas que reclaman el retorno a España de 200 familiares. «Le embajada llegó a crear un grupo de Whatsapp con todos para mantenernos informados, pero lo más gracioso de todo es que nunca han escrito nada, lo utilizamos solo entre nosotros para contarnos lo que sabemos», asegura.

Aunque lo poco que saben, tampoco les llega a través de fuentes oficiales: «Ahora estamos esperanzados porque estos días hemos recibido noticias sobre que varios países, entre ellos España, van a hacer evacuaciones». La fuente es la frontera de Rafah, «un grupo de Telegram que siempre tiene información fiable», aunque «por vía oficial todavía no hemos recibido nada», recalca.

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El alto al fuego firmado recientemente por Hamas y Gaza es otro motivo para la esperanza, aunque el mayor temor para Fayad es que las soluciones no lleguen a tiempo. Sus padres, sus dos hermanas y sus sobrinos de cuatro y seis años han esquivado la muerte durante los dos años en los que los drones y las bombas han asolado la franja día y noche. Pero teme que lo que no ha conseguido la artillería, que ha reducido a escombros el edificio en el que vivían, como tantos otros, lo haga la ausencia de víveres.

«Ya no hay carreteras, no hay coches, no hay gasolina. Mis padres están enfermos y han tenido que andar muchos kilómetros»

«Lo más duro es pensar que pueden sobrevivir a la guerra, pero pueden morir por falta de medicamentos», lamenta, con la mente puesta en el delicado estado de salud de sus dos progenitores, de 67 y 60 años. «Mi padre está operado de la arteria aorta. Se llevaron medicamentos para el viaje y los han estado gestionando, pero se han quedado casi sin ellos. Han buscado cosas similares en Gaza, pero lo único que han conseguido ahora son aspirinas para la coagulación», sostiene, pese a sus intentos, en vano, de hacérselos llegar por Cruz Roja Internacional o Médicos sin Fronteras: «No hay manera de llevarles lo mínimo».

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Su madre, diabética, ha perdido la mitad de su peso por la imposibilidad de poder llevarse algo a la boca ante una hambruna donde la escasez de alimentos no entiende de intolerancias. «Todo lo que había eran macarrones, harina, cosas con gluten que le afectan más de lo que le alimentan», apunta. Convive también con ataques de pánico ante la amenaza que representa el constante zumbido de los drones.

En estas condiciones han sido varios los desplazamientos forzosos que han tenido que afrontar para buscar refugio en casas de otros familiares en zonas más seguras, aunque asegura que allí no existe tal cosa. «Cuando estalló la guerra se fueron hacia el centro de la franja de Gaza. Con la tregua volvieron y en septiembre han tenido que volver a salir. Ha sido la más dura, porque ya no hay carreteras, no hay coches, no hay gasolina. Han tenido que andar muchos kilómetros, coger un carro empujado por animales, volver a andar, coger otro... para gente mayor que está enferma es muy duro», relata.

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«Mis sobrinos no entienden porque no pueden comer fruta o carne. Hace diez meses que eso allí no existe»

Pese a lo dramático de la situación que narra, se la escapa la sonrisa cuando saca el móvil y muestra fotos de sus familiares. Sus padres cocinando en el patio de que algún fue su hogar y del que ya no queda nada. Todos juntos en la playa. Sus sobrinos comiendo pescado con una salsa de tomate durante una tregua que permitió a los pescadores salir al mar. «A ellos la falta de alimentos les ha afectado mucho, porque los niños no entienden porque no pueden comer fruta o arroz con carne. Y hace diez meses que eso allí no existe», lamenta Fayad, que cuando habla con ellos toma precauciones para que no se encaprichen de algo que su hermana no les pueda dar: «A veces me piden ver a Amaya. Y si ella está comiendo un cacho de sandía o un platano, pues me espero a que termine, porque le van a decir a su madre que ellos también lo quieren».

En esa cercanía tecnológica han encontrado una solución para un problema que lleva dos años atascado en una embajada: «Me preguntan que quién va a venir en el avión y que dónde va a parar. Que si los recogen allí o tienen que ir a algún sitio. Me piden que hable con el piloto para que venga ya. Lo que para ellos es tan sencillo, para nosotros es un ojalá»

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