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Viajeros en la estación de trenes de Valladolid, con todas las pantallas apagadas. Alberto Mingueza
Apagón en Valladolid

El apagón histórico que desconectó Valladolid durante cinco horas y veinte minutos

Policía, Bomberos, Auvasa, hospitales y Protección Civil multiplican los esfuerzos para mitigar el efecto de un incidente que llegó a desabastecer a algunos supermercados

Antonio G. Encinas

Valladolid

Lunes, 28 de abril 2025, 21:13

Un virus paralizó el país varios meses y ¿otro virus, un chispazo, un sabotaje? dejó sin luz al país durante varias horas de este lunes casi veraniego. A las 12:32 Valladolid, como el resto de España, se quedó a oscuras. Hasta las 17:52, hora en la que la ciudad empezó a recobrar la normalidad. Cinco horas y veinte minutos desde que los ordenadores dijeron basta en todas las oficinas. Desde que una notaría del centro de Valladolid vio cómo la impresora dejaba de escupir la documentación de una hipoteca que se iba a firmar. Desde que pagar con tarjeta se volvió casi imposible salvo en algunos supermercados con grupos electrógenos, como el Mercadona de El Peral. Primero fue la maldición clásica y una vieja recomendación-superstición en El Norte: «¿Habéis guardado?». O como decía el maestro José Luis Lera, «para mayor seguridad, manzana-ese has de dar». Después, la constatación de que era en todo Valladolid. ¿Dije Valladolid? «Hay más ciudades», dice alguien. «Es toda España». Y la radio, que se mantuvo en el aire, confirma poco después: España, Portugal y sur de Francia.

La activación de la Policía Local y de los Bomberos fue prácticamente inmediata. Los primeros para regular los cruces más conflictivos y poner orden en un tráfico que, sorprendentemente, fue más fluido de lo que cabría esperar en un lunes primaveral en una ciudad sin semáforos. Quizá ayudó que la hora punta de regreso del trabajo, esta vez, se escalonó bastante, dado que muchos ciudadanos no pudieron ejercer su tarea con normalidad. Los Bomberos comenzaron a atender los avisos que llegaban por el canal habitual, el 112, aún disponible pese a que las redes tenían graves problemas de cobertura. Un hombre con Masmóvil, en el paseo de Zorrilla, no lograba conectar con el amigo con el que había quedado, que vivía en el décimo piso del bloque. Otro con Digi intentaba conectar sin éxito en la puerta de la estación de trenes. Por momentos Movistar iba a venía. Simyo le funcionaba a uno de los periodistas habituales en los Anexos del Zorrilla. Orange mantenía la cobertura algo mejor.

Agentes y bomberos fuera de servicio se prestaron como voluntarios. Hacían falta. El alcalde de Valladolid, Jesús Julio Carnero, lo comprobó en primera persona cuando acudió a la Comisaría. «Entraban muchos policías y bomberos que no era su turno ni se les había llamado, pero acudían a ayudar a sus compañeros y a todos los vallisoletanos», aseguraba. No fueron los únicos. El delegado del Gobierno, Nicanor Sen, confirmaba que «la Guardia Civil y la Policía Nacional han doblado turnos para asegurar el mantenimiento de la seguridad ciudadana».

El balance del Ayuntamiento, sin apenas accidentes de tráfico, contabilizaba «más de cincuenta actuaciones» de la Policía Local «solo en ascensores», más otras tantas «en atención a personas necesitadas de servicios básicos de salud y movilidad». Y en cuanto a los Bomberos, «más de 60 intervenciones, también en temas de ascensores», decía la nota municipal. Fuentes del cuerpo de Bomberos hablaban de «casi doscientas personas que quedaron atrapadas en los ascensores» de la ciudad. La Policía convirtió los cruces más complicados en rotondas para agilizar el tráfico y Auvasa permitió, con el servicio habitual y con la única incidencia de los paneles apagados, como es lógico, que los desplazamientos no sufrieran más de lo debido. «El comportamiento de todos y cada uno de los conductores ha sido ejemplar», advirtió Carnero.

Mientras tanto, en los hospitales se mantenían los servicios esenciales con cierta normalidad, no solo en el Río Hortega y en el Clínico de Valladolid, sino en los de toda la comunidad autónoma, explicaba la Junta, y en el resto de España, según confirmaba la ministra del ramo, Mónica García. Los grupos electrógenos permitieron que la actividad fundamental no se resintiera. La Junta señalaba que se había ordenado el suministro de combustible para esos generadores por si se diera escasez en algún caso.

La Universidad de Valladolid suspendió todas las clases, incluidas las de la Millán Santos, vespertina. Y los colegios intentaron mantener los centros abiertos hasta el momento en que los padres pudieron acudir a recoger a los niños, con la dificultad, eso sí, de que algunos servicios de comedor, que utilizan catering, tuvieron que suspenderse.

«El servicio 112 de Castilla y León está operativo y se ha reforzado duplicando el número de gestores para poder atender las llamadas de emergencia», anunciaba el propio servicio a las cuatro y media de la tarde. Y advertía: «Es muy importante que lo utilices sólo en caso de emergencia para evitar colapsar las líneas». No era una advertencia banal. Protección Civil recibió 1.350 llamadas de emergencia y gestionó 465 incidentes, según el primer balance de la Junta.

La Junta de Castilla y León activó el plan de emergencias, Plancal, en el nivel 2. El Cecopi (Centro de Coordinación Operativa Integrado) se había constituido a las 13:25 horas. Alfonso Fernández Mañueco, presente en la reunión, lo anunció en sus redes sociales. Junto a él, la vicepresidenta de la Junta, Isabel Blanco, el delegado del Gobierno, Nicanor Sen, el consejero de Medio Ambiente, Juan Carlos Suárez-Quiñones, el de Presidencia, Luis Miguel González Gago, y el de Sanidad, Alejandro Vázquez. «Estamos en permanente coordinación con los delegados territoriales, los gerentes de los hospitales y los gerentes provinciales de Servicios Sociales. También estamos hablando con alcaldes y presidentes de Diputación a medida que las comunicaciones nos lo permiten», añadía el presidente autonómico. El Ejecutivo pidió la activación de la Unidad Militar de Emergencias (UME) «para apoyar las posibles eventualidades que pudieran producirse».

«Nuestra principal prioridad era el normal funcionamiento de hospitales, residencias y centros educativos», explicaba Mañueco en un vídeo enviado por la Junta a modo de balance.

Uno de los ámbitos más afectados fue el del transporte ferroviario. En la estación, a las 13:23 se iluminaron fugazmente los paneles informativos. Fue un espejismo. El ministro de Transportes, Óscar Puente, anunciaba que se suspendían todos los servicios ferroviarios «hasta nuevo anuncio». Posteriormente se añadía que por la noche se iban a dejar abiertas varias estaciones, entre ellas la de Valladolid, «para facilitar que las personas que tengan que coger un tren y no tengan otra posibilidad de pernoctar puedan hacerlo allí». Cuatro trenes tuvieron que ser auxiliados en Castilla y León tras quedarse varados por el apagón, especialmente aquellas personas que necesitaban trasladarse con mayor celeridad por su condición física.

Las cinco horas y veinte minutos de apagón provocaron, eso sí, la reaparición de algunas escenas 'pandémicas' ya olvidadas, como baldas vacías en los supermercados, especialmente las del agua potable. Otros comercios se organizaron para permitir a los ciudadanos comprar algunos bienes básicos de forma individual. También colas en las gasolineras cuando se recuperó el servicio, aunque en algún caso con el pago restringido a efectivo porque los métodos de pago no acababan de arrancar. «Solo con efectivo», se desgañitaba y excusaba una empleada en una estación de servicio de Argales. «Pues ponme poco», decía una mujer con un SUV al que le entraron diez euritos para ir tirando hasta que los datáfonos volvieran a la vida digital.

Si en algo coincidieron los responsables de las instituciones implicadas fue en el comportamiento «cívico» de los ciudadanos y en la gran labor realizada por los servicios de emergencias. «Hay que hacer un reconocimiento a todos los empleados públicos, y me van a permitir que se lo haga a los empleados de la Junta que se han volcado con esta emergencia», señaló Mañueco, que se congratuló de que no se hubiera producido «ninguna incidencia personal grave».

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