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Camareros a la puerta de un negocio hostelero en Valladolid. Carlos Espeso
El cero eléctrico castiga al comercio de la calle Santiago y trastoca pero menos a los bares
Apagón en Valladolid

El cero eléctrico castiga al comercio de la calle Santiago y trastoca pero menos a los bares

Un ambiente bullicioso, a caballo entre el simulacro de tragedia y de antítesis pandémica toma Valladolid durante el apagón

Lunes, 28 de abril 2025, 18:35

¿Boicot? ¿Sabotaje? ¿Ciberataque? 14:50, más de dos horas después del 'cero en suministro eléctrico' El ambiente en las calles del centro de Valladolid era igual pero distinto. A caballo entre un simulacro que obliga a desalojar a los empleados de una empresa y a un aviso de bomba en una facultad.

El anticonfinamiento. Mucha gente por la calle, más de lo normal a esa hora en la que sin anomalías y en lunes la gente está comiendo en casa. Terrazas hosteleras llenas en la Plaza Mayor, pero sin cañas, solo en botellas y lo que duren las cámaras con el frío acumulado. Raciones de queso, de embutido, de cualquier vianda que salga de una lata, pero nada caliente.

Tiendas en la calle Santiago sin actividad, pero no cerradas, que más quisieran. La casi totalidad de los negocios de la gran arteria comercial de la ciudad son franquicias, por lo que sus sistema de cierre está totalmente automatizado, a la última pero absolutamente inservible en caso de apagón. De ahí que muchos empleados y empleadas de las tiendas permanecieran sentados a la puerta, como en aquellas escenas de pueblo, a la fresca. El cero eléctrico fue la pascua para el comercio pero una suerte de agosto para los bares.

También fue una prueba más de que en los casos en los que la gente tiene que dar lo mejor de sí misma. En el semáforo de la plaza de Zorrilla los coches que vienen de Miguel Íscar se detienen para dejar que crucen los peatones. El Campo Grande vuelve a ejercer de isla en medio de la ciudad, en este caso de paz y de normalidad, ardillas y pavos reales no consumen energía. Se ven más paseantes y más ciclistas urbanos que lo que suele ser habitual.

Cruzado el parque, en el inicio de la calle Arco de Ladrillo, un coche detenido justo delante de una de las barreras de acceso al aparcamiento de residentes de los pabellones del lado izquierdo en sentido salida de la ciudad. Para que se levante la barrera hace falta luz eléctrica. Sin embargo, las máquinas que rematan la obra de acondicionamiento del viaducto funcionan sin tregua, como tampoco descansan los agentes de la Policía Local que regulan el cruce del paseo del Hospital Militar. No hay cláxones, no hay tensiones, impera la normalidad.

15:10, al otro lado del paso subterráneo de peatones, en las últimas manzanas en los que hay vida urbana en dirección a la sede del periódico, la última terraza pasada la esquina de la calle Adolfo Suárez repite el modelo de éxito de sus colegas de la Plaza Mayor. Lo demás es una recta larga por una avenida de anchas aceras en la que las falta de comercios y de bares no dejan una imagen diferente al del resto de los días. Diferente será la forma de contarlo por parte de los establecimientos con sede en el polígono de Argales. Pero para ello habría que esperar al regreso de la electricidad.

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