Tres personas se fotografían ante la entrada principal de la Catedral de Valladolid. Aida Barrio

Valladolid

¿Puede una catedral dar alergia por huevo o esporas de hongo? Parece inaudito, pero sí

Investigadores de Valladolid participan en un estudio impulsado desde Japón sobre biodetección y monitorización de alérgenos en monumentos

Susana Escribano

Valladolid

Lunes, 22 de septiembre 2025, 06:55

La piedra, los marcos, los pigmentos de las pinturas, los legajos o los tapices de los monumentos conservan alérgenos latentes insospechados para el visitante y, ... sobre todo, para los trabajadores que limpian, conservan y estudian en esos edificios históricos, y que en personas sensibilizadas a esas sustancias pueden provocar rinosinusitis, eccemas o episodios de asma.

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La investigación impulsada por la universidad japonesa de Niigata aborda la presencia de esos alérgenos en monumentos y la posibilidad de aplicar técnicas de biodetección y de monitorización. En ese trabajo participa como investigadora asociada la catedrática y exjefe del Servicio de Alergología del Hospital Universitario Río Hortega, recientemente jubilada, Alicia Armentia, junto a expertos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Austria. «Se pueden llegar a dar, aunque sea en raras ocasiones, anafilaxias, por lo que no estaría de más colocar junto a los desfibriladores que hay en muchos de estos edificios para atender un caso de infarto, un soporte con una pluma de adrenalina, que un alérgico podría utilizar», valora la doctora Armentia.

«Parece recomendable establecer medidas para informar y atender a visitantes de monumentos con riesgo de reacciones alérgicas graves»

Alicia Armentia

Catedrática de Inmunología y Alergia

Que una catedral puede avivar el asma a una persona con antecedentes de dermatitis atópica y asma moderada como reacción a alérgenos contenidos en el huevo es posible. Se probó en Valladolid, a través de una investigación desarrollada por la propia Alicia Armentia, Borja Bartolomé, Francisco Javier Martín-Gil, Ana Callejo, Juan Andrés Asturias, José María Vega, José Manuel Martín Santos y María Luisa Arranz.

Fue el caso de una joven que trabajaba en la limpieza y reparación de un muro de piedra del templo catedralicio vallisoletano. Junto con otro compañero y cinco personas con sensibilidad al alérgeno del huevo dieron positivo en una prueba realizada con el extracto de la pátina de un muro que levantaron maestros albañiles en el siglo XVI. La inhalación del polvo que generaba esa restauración en una piedra a la que se aplicó huevo en su día como aglutinante del elemento constructivo en el mortero histórico y que mantenía proteínas de la clara y la yema provocaba esa reacción alérgica varios siglos después.

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La iglesia de Santa María de la Antigua vista desde el campanario de la Catedral de Valladolid. Rodrigo Jiménez

El objetivo del trabajo que ahonda ahora en casos como el constatado en la Catedral de Valladolid en relación con el huevo es valorar la biodetección y la monitorización de alérgenos en los edificios monumentales. Es algo que se aplica para medir cuestiones como la calidad del aire, la humedad o la concentración de polvo, que podría extenderse al rastreo de moléculas alérgicas, como las del huevo que se empleaba en pinturas y paredes. «Parece recomendable establecer medidas orientadas a dar información y atender a visitantes de edificios patrimoniales con riesgo de reacciones alérgicas sistémicas graves, así como para monitorizar regularmente a quienes trabajan en esos monumentos y museos para detectar el posible desarrollo de alergias ocupacionales», valora Alicia Armentia.

En Tordesillas se documentó el caso de una archivera que trabajaba con legajos antiguos en las Casas del Tratado y que tenía sensibilidad al polvo que generaban una termitas minúsculas que se alimentaban de esos documentos. El cuidado y la manipulación de las casullas de las vestimentas religiosas, los tapices o los tejidos históricos, por ejemplo, se ve afectado por una microfauna de ácaros y coleópteros que también provocan reacciones alérgicas. «La exposición a alérgenos puede provenir de la atmósfera, con los ácaros del polvo doméstico, alérgenos y esporas de hongos, caspa de animales y pólenes, o del contacto con alérgenos de huevo, leche o pescado utilizados en materiales de construcción antiguos, adhesivos o témpera y también de picaduras de insectos», apunta la investigadora vallisoletana, que culminó en junio su último curso como docente en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid

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Así, los pacientes alérgicos sensibilizados que visitan edificios patrimoniales corren el riesgo de sufrir episodios de asma, rinosinusitis o eccemas, que pueden escalar hasta una anafilaxia con un cuadro de hormigueo y mareo, urticaria, hinchazón, dificultad para respirar, desmayo... Esta última reacción más grave y peligrosa se daría, eso sí, en muy raras ocasiones.

Leche, piel de conejo, cúrcuma...

Armentia contextualiza la repercusión del trabajo de investigación sobre alergias en monumentos que impulsan desde la universidad nipona de Niigata en un territorio como Castilla y León, con un importante patrimonio inmobiliario histórico, entre el que destacan sus más de 300 castillos,y que incluye numerosos museos y archivos, pinacotecas, muebles y tejidos. La alergóloga enumera sustancias alimenticias que se empleaban como aglutinantes en pinturas históricas. Es el caso de la caseína, proteína de la leche, en murales, que se ha detectado mediante técnicas de microscopía de inmunofluorescencia en el castillo de la ciudad eslovena de Samobor.

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El listado de alérgenos ocultos en pegamentos históricos incluye piel de conejo, hueso de vaca o pescado, que se han empleado también en labores de dorado y en trabajos de ebanistería. Son sustancias que ni por asomo relaciona el visitante de un museo o un edificio histórico con las obras que puede disfrutar de cerca en una visita. Detrás de las pinturas empleadas por artesanos y artistas hay productos alimenticios como la cúrcuma para lograr los amarillos, la remolacha y el pimentón para el rojo (insectos como la cochinilla para lograr el carmín), o la canela y el café para los marrones.

El estudio se impulsa desde Japón. «Es un país con muchos edificios antiguos que cuidan muy bien, con sensores de humedad, de temperatura, de partículas contaminantes, a los que se podría añadir de alérgenos que pudieran afectar a las personas que entran en ellos», remarca la experta en alergología. Una iniciativa exportable a territorios como España y Castilla y León, con un listado imponente de monumentos y museos.

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