La amistad como vía de integración: cómo un grupo de mujeres traza redes de inclusión social en Valladolid
Un grupo de vecinas de Delicias, llegadas de otros países y que no se conocían entre sí, participan en un programa para afianzar su presencia en la ciudad
Khalida siempre quiso ser maestra. Lo soñaba de pequeña en su casa de Oujda, la ciudad al noreste de Marruecos en la que nació. A ... sesenta kilómetros del Mediterráneo, muy cerquita de Argelia, casi medio millón de habitantes. Allí vive gran parte de su familia. Hace meses que no los ve. Tan solo, de vez en cuando, una llamada desde ese teléfono móvil con funda roja que ha dejado sobre la mesa. «Ha sido muy duro, estos meses he estado muy sensible. Los echo mucho de menos», dice desde Valladolid, ciudad a la que llegó hace un año junto con su marido (trabaja como cocinero en un restaurante)y sus dos hijos, de seis y dos años.
La joven que quiso ser maestra y terminó en tierras castellanas es una de las vecinas de Delicias que participan en Zaida, el programa de «intervención comunitaria» que desde este verano –alcanza su cuarta edición– despliega la ONG Procomar-Valladolid Acoge, en colaboración con la Junta y el Ayuntamiento, para «facilitar el crecimiento personal y la integración social» de mujeres procedentes de otros países.
Hay alumnas llegadas de Venezuela, Honduras, Nicaragua.La mayoría son marroquíes. Pero también las hay con orígenes tunecinos, como Fadoua. Lleva seis meses en Valladolid. Antes pasó un año en Madrid. Su reto en estos primeros compases es aprender a fondo el español, un idioma «cálido, muy dulce», donde lo más «complicado es la pronunciación». Para perfeccionarla, sigue por la tele concursos («me gustaba 'El precio justo'») o programas como 'First dates' («el de Carlos»). Y asiste a este curso de Procomar en el que, durante esta mañana, han aprendido vocabulario vinculado con la cocina:las frutas, las verduras, los tipos de carne y de pescado.
Sienten que el idioma es lo más importante para avanzar en su proceso de integración. Ya partir de ahí, confían en «conocer más gente, tener amigas con las que charlar y pasear», como dice Aixa, madre de dos niñas, desde hace un año en Valladolid.
«El objetivo es que las mujeres se abran al barrio, que participen de forma activa en la ciudad en la que viven, porque eso contribuirá a mostrar la diversidad cultural del barrio y mejorar la convivencia», asegura Carmen Muñumer, coordinadora del área de Mujer en Procomar, quien recuerda que la pandemia ha complicado este proceso. Las restricciones impuestas por el coronavirus han limitado las oportunidades de encuentro y de relación de mujeres que llegaron de otros países sin apenas conocer a nadie, sin amigas ni conocidas casi. De ahí la importancia también de estas sesiones (se reúnen dos días a la semana, martes y jueves por la mañana)para trenzar redes.
Hadima tiene 50 años. Hace uno y medio recaló en Valladolid junto con su marido –hoy trabaja en el campo– y sus hijos. Su ciudad de origen es también Oujda, como la de Khalida, pero ha sido aquí, a cientos de kilómetros de distancia, con un mar de por medio, cuando se han conocido y hecho amigas. «No es fácil empezar una vida en un nuevo país cuando no conoces a nadie», explican en un incipiente castellano.
Y esta frase es subrayada por Corina Frangolea, la técnico que se encarga de impartir el curso. «Yo sé muy bien lo que sienten porque hace veinte años viví la misma situación», explica Corina, titulada en Empresariales, quien ha encontrado su vocación en acciones de este tipo. Llegó desde el este de Europa a principios de este siglo XXI, «cuando no había tantos recursos para las personas que veníamos de fuera».
Ya existían entidades de acogida a inmigrantes, pero su labor no estaba tan implantada como en la actualidad. Apenas clases de español. Desde luego, no programas como este Zaida que promueve la integración a partir de las propias vivencias de las participantes.La primera sesión sirvió para expresar sus sentimientos después de este duro año de pandemia.«Lo más difícil es haberlo pasado con la familia tan lejos. Sin saber cómo estaban ellos, si estaban seguros», cuenta Najat, una joven peluquera de Rabat que busca ahora empleo en Valladolid, después de haber encadenado varios contratos en la limpieza o la hostelería.
En muchos casos, trabajos precarios, temporales, inestables, que están alejados de su formación. Es el caso de Fadoua, titulada en Económicas y Administración de Empresas. «Sé que no será fácil trabajar, pero quiero aprender bien el español para conseguirlo», asegura una enamorada de los viajes. Sus ojos se iluminan cuando piensa en Italia («ojalá pudiera ir»). Los de sus compañeras de clase piensan sobre todo en Francia.Los Campos Eliseos. La Torre Eiffel.«Tiene que ser muy bonito París», susurra Hasna, una joven de 28 años, muy tímida, con un bebé de un año y otro de camino.
Ellos, los críos, fueron el motivo por los que muchas salieron de sus países. «Queremos que coman bien, que estudien bien, que se integren. Aquí pueden tener una vida mejor», resume Khalida, feliz por su estancia en Valladolid, una ciudad «acogedora» donde, como sus compañeras, asegura que no ha sentido muestras de racismo. No hay rechazo, pero esperan que conocer mejor el idioma sirva para avanzar en su comunión social.«Amigas españolas no tenemos», reconocen.
«Pero yo sí que tengo una vecina que se porta muy bien, que está pendiente de mí», cuenta Fadoua. Su vida se desarrolla casi exclusivamente por Delicias, por su barrio. «A veces vamos al centro: al Ayuntamiento, al hospital, a Procomar». Cuando hay que hacer gestiones o papeleos. Si no, lo habitual son los paseos por los parques de la zona.
Uno de los objetivos del curso –que se imparte en el centro de iniciativas ciudadanas Segundo Montes, en Las Viudas– es precisamente ese: ampliar el escenario vital de unas mujeres que inician una vida en Valladolid con ánimo de hacer amigas y de ampliar sus relaciones sociales, vecinales y culturales en esta que ya es su nueva ciudad.
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