Vallisoletanos por el mundo
«Cuando estoy en Alemania, me doy cuenta de lo española que soy»Laura Martínez López es una vallisoletana que llegó a Alemania sin hablar el idioma y que hoy forma a generaciones de alumnos en Augsburgo
A primera vista, Emersacker podría parecer un lugar sacado de un cuento. Es un pequeño pueblo, que está rodeado de bosques infinitos y casas de ... tejados inclinados donde los inviernos son largos y las bicicletas no se guardan ni cuando nieva. En este pequeño rincón de Baviera vive Laura Martínez López, una vallisoletana de 42 años que lleva ya casi dos décadas muy felices en Alemania. «Aquí he formado mi hogar. Estoy casada con un alemán y tenemos un hijo de siete años que crece entre dos culturas. Es un pequeño embajador de mis raíces pucelanas», cuenta con orgullo.
Su historia de migración arranca en el año 2003 cuando durante su carrera de Filología Inglesa le concedieron una beca para una estancia Erasmus en la Universidad de Ulster en Coleraine (Irlanda del Norte). La experiencia académica de aquellos meses en el país de acogida fue increíble, pero nada comparable con la experiencia personal, ya que allí conoció al que ahora es su marido.
Al finalizar la beca Erasmus regresó a Valladolid donde se graduó en Filología y siguió estudiando. Escogió Magisterio con especialización de inglés. Su plan era continuar formándose y viajar a otros países, pero siempre con la intención de regresar a su Valladolid natal. Sin embargo, la vida decidió por ella. Antes de terminar Magisterio le surgió la oportunidad de una segunda beca Erasmus, esta vez para estudiar en la Universidad de Augsburgo (Alemania). Su plan era pasar un tiempo en el país germano donde estaba su pareja, continuar estudiando y volver a casa. Sin embargo, mientras preparaba la documentación recibió una oferta que no pudo rechazar, un puesto de trabajo el Colegio Internacional de Augsburgo. «Acepté el trabajo y me mudé directamente. Así empecé a trabajar en el colegio, en lugar de ir a la universidad con la beca», recuerda Laura, quien tenía que viajar a Valladolid regularmente para realizar sus exámenes de carrera. «Una compañera me enviaba los apuntes por correo ordinario. ¡Qué tiempos aquellos…!», comenta entre risas.
En julio de 2006 hizo las maletas de forma definitiva. Su destino era Emersacker, un pueblecito cerca del bosque y de Augsburgo, en Baviera. Sin entender ni hablar el idioma y con un clima nada apetecible para la época, de lluvia y frío, para Laura la llegada a Alemania fue «todo un choque». En cambio, con la comida, fue amor al primer bocado. «La comida me encantó desde el principio, sobre todo los Butter Pretzel. Me apunté a clases de alemán y en el trabajo hice amigos bastante rápido. Echaba de menos a mi gente, pero con la novedad del país y estando ocupada todo el día, lo llevé bien. Me sorprendió muchísimo lo verde que estaba todo y los paisajes tan bonitos que había. Me encanta hacer deporte al aire libre y correr por aquí es una maravilla», cuenta.
En el Colegio Internacional de Augsburgo comenzó trabajando como asistente en educación infantil mientras terminaba la carrera a distancia. Una vez titulada, pasó a ser profesora de español, educación física y música para alumnos de cursos equivalentes a ESO y Bachillerato. Lleva cerca de veinte años ligada al mismo centro, donde se siente muy valorada. Ella nunca se olvida de sus raíces y por eso, cada año organiza un viaje a Valladolid con sus alumnos de 3º de la ESO. «Los chicos pueden pasear en bicicleta por la ciudad, van a clases de flamenco en la academia Bailarte, se toman un helado en Iborra… Les encanta nuestra ciudad», prosigue.
Sus datos
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Edad: 42 años
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Lugar de nacimiento: Valladolid
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Estudió en: Colegio La Enseñanza y UVa
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Fecha de partida: 2006
Hoy, Laura tiene su vida hecha en Alemania. Se casó en 2006 y tiene un hijo de siete años que disfruta de sus viajes a Valladolid tanto como ella. «A mi marido y a mi hijo les encantan las croquetas y los churros igual o quizás más que a mí», bromea. Regresa a la capital del Pisuerga entre una y tres veces al año, siempre por Navidad, y otras veces en primavera o verano. «Lo que más echo de menos es a la familia, los amigos, el clima, la comida y la amabilidad en las tiendas. También el Campo Grande, la croqueta del Corcho, picar algo en la Sepia, el chocolate con churros, los edificios del centro, los aperitivos de los domingos, el tardeo, el ambiente…», dice con nostalgia.
La adaptación al país, en general, le resultó sencilla. Aprendió el idioma rápido y adoptó un estilo de vida muy tranquilo y vinculado a la naturaleza. Le gusta practicar el esquí de fondo y del senderismo. «De Alemania me sorprendió mucho la organización, el silencio en los medios de transporte y que la gente haga menos vida en la calle. También lo increíblemente bonito que son los paisajes. Me alegro de vivir aquí y de ir conociendo el país poco a poco», admite. Lo más difícil para ella es la distancia que le separa de la gente que quiere. «Cuando estoy en Alemania, me doy cuenta de lo española que soy. Y cuando estoy en España, a veces echo de menos algunas cosas de aquí. Supongo que, a día de hoy, soy una mezcla de ambos países», remarca a sabiendas de que aquel Erasmus que empezó en Irlanda, sin saber alemán y sin planes a largo plazo, acabó siendo el comienzo de la historia más importante de su vida.
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