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Antonio G. Encinas
Lunes, 20 de octubre 2014, 17:51
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En las aulas de Secundaria del colegio La Salle las mesas están dispuestas en círculos de cuatro. Sobre ellas hay cuadernos, pero no libros. Los sustituye un bazar electrónico de tabletas de todos los tipos, Android, Surface, iOS... En el Lourdes sí hay libros junto a los iPad que manejan los alumnos, pero cuando se accede a la clase de Matemáticas el profesor está enviándoles desde su propia tableta un ejercicio que ellos, a su vez, resuelven y devuelven firmado electrónicamente. Mientras el profesor explica las dudas que plantea la pregunta del ejercicio, empiezan a desfilar por la pantalla que sostiene en la mano las primeras respuestas. «Pregunto si lo han entendido. Dicen que sí. Pongo un ejercicio y de un vistazo compruebo todas las respuestas. Si la mayoría están mal, no lo han entendido. Volvemos a repetir la explicación. Si están casi todos bien, te centras en los que han fallado y sigues con el siguiente tema», comenta.
En el colegio de Infantil y Primaria Antonio Machado, público, ya son veteranos en esto de utilizar las tabletas con los más pequeñines. Chavalines que aún no saben leer son capaces de descifrar intuitivamente el funcionamiento de estos aparatos. Óscar Andrés, su director, explica que «en dos años se ha doblado el alumnado del centro», y lo achaca en buena parte al proyecto educativo.
El colegio García Quintana va a empezar ahora a emplear las tabletas con los niños de Infantil. Claro que para sacarles partido los primeros que han tenido que estudiar han sido los propios maestros, que han recibido clases durante una semana para familiarizarse con el aparatito.Su director,Javier Merino, explica que «hay padres que creen que es demasiado pronto», aunque espera vencer esas reticencias.
Los cuatro directores de estos centros tienen tableta. Los cuatro, de hecho, la tenían o la habían probado antes de este experimento pedagógico.
Once colegios públicos, al margen de otros privados o concertados, como el Lourdes o La Salle, han incorporado las tabletas a las aulas en Valladolid, según datos de la Consejería de Educación.
¿Es el futuro? Pues más bien es un presente vertiginoso, porque el cambio está alcanzando a todos los niveles educativos en un plazo de tiempo muy corto. Quizá la clave esté en la apreciación que hacen los directores de La Salle y Lourdes. Ni las pizarras digitales ni los miniportátiles que se adquirieron en la etapa de Zapatero cambiaban la forma de enseñar. Ambos pertenecen al colegio, los controla el profesor y, en el caso de los ordenadores, no eran realmente eficientes por lentos, escasa capacidad, poca duración de la batería y porque no existían las aplicaciones que ahora añaden versatilidad al asunto, aseguran. Las tabletas, en cambio, permiten trabajar en equipo o individualmente, compartir contenidos con facilidad o controlar los ejercicios de una clase inmediatamente a través de aplicaciones como Socrative.
Fantástico.
«Pero no es la panacea».
Lo dice Javier Abad, director del colegio Lourdes. Solo hay que ver que cada centro ha optado por una forma diferente de enfrentarse a este cambio. Unos han sustituido los libros, otros no. Unos trabajan todas las clases con el aparatito, otros en momentos determinados. Unos se han lanzado en brazos de Apple porque garantiza estabilidad, compatibilidad y aplicaciones de calidad, y otros han visto el precio y han decidido optar por plataformas que fueran válidas para un iPad Air de mil euros y para una BQ Android de 150 euros.
Diego Fernández justifica así la decisión de su centro, La Salle. «Se trata de que en seis años suponga un ahorro considerable o muy considerable a las familias. Si compras una tableta de doscientos euros y le sumas las licencias de los libros, que están en 180-190 euros por año, el primer curso te sale igual que comprar los libros, que rondan los 350-400 euros, pero al segundo año empiezas a ahorrar dinero», calcula. Si se multiplica por los cuatro cursos de Secundaria y los dos de Bachillerato, la cuenta final sale positiva aunque se tenga que cambiar de dispositivo a mitad de trayecto.
Las cuentas son distintas en el Lourdes. «Optamos por iPad porque nos parecía que era la plataforma más potente y con más aplicaciones, era más cara pero tampoco mandamos comprar la última versión. Les sale por 580 euros pero incluye la tableta, la funda, el seguro y la aplicación de control», explica Javier Abad. Y a eso hay que sumar los libros. «No hemos querido apostar por los libros digitales más que en alguna asignatura, y mantenemos los libros de papel. Lo de estudiar todo por el iPad no terminamos de verlo, hay niños que se organizan bien y otros que no». Lo que sí se ha suprimido es la agenda escolar de papel. Con la del iPad es más que suficiente.
«Motiva mucho», «es más divertido», «es más fácil para trabajar con los compañeros». Para los alumnos, la tableta no es comparable con un libro. Tiene desventajas, claro. «Que te duelen los ojos después de mucho rato», dice una estudiante. Y que hay que tener cuidado con la batería y con el material, y que para estudiar es mejor «leer en papel», asegura otro chico. Incluso, a pesar de ser Apple, «que a veces se cuelga». «Y que te distrae más», asegura otro.
Los padres tienen una visión distinta. «¿Le habéis comprado una tableta? A mí me parece muy pronto. Cuanto más tarde, mejor». Esta es una reacción real, en la puerta del colegio, de una madre de una niña de ocho años al saber que una compañera había tenido como regalo de cumpleaños una tableta. «Hay que formar en seguridad y confianza digital. Lo que hay que hacer es educar en el uso seguro», resume la directora general de Innovación Educativa de la Junta, Pilar González. Otro de los grandes problemas que observan los padres es el precio, claro. La gama de precios es amplísima, especialmente si se cuenta con Android, que incluye dispositivos de entrada, básicos, por unos 150-200 euros. A partir de ahí, si el colegio se inclina por Apple, la cosa se dispara.El más asequible ahora mismo sale por 379 euros.
En Castilla y León unos ochenta centros se han acogido al trabajo con tabletas, según unas primeras estimaciones de la Consejería de Educación que habrá que revisar. «Hay un programa, Formapps, que trata de fomentar el uso de las tabletas y hace ya tres cursos que empezamos en diferentes colegios», explica la directora general de Innovación Educativa, Pilar González. El motivo de promover este tipo de acciones queda bien expuesto en la orden publicada en el BOCyL en enero de este año. «El proceso de cambio que se está generando con la incorporación de los recursos digitales en el aula hace que se esté dibujando un nuevo panorama en el que los avances tecnológicos así como el acceso a los mismos planteen la necesidad de experimentar su incorporación al aula».
Y de formar a los profesores, claro. «Son dispositivos que ayudan a enseñar y aprender de otra manera», explica Pilar González. Por eso, 752 docentes vallisoletanos se están formando ya en competencia digital. Porque las tabletas han aterrizado en las aulas, y por cómo las usan los niños parece que están dispuestas a quedarse.
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