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Javier del Caño, presidente de la Asociación, en plena elaboración del dulce. :: M. A. S.
PALENCIA

Un dulce nunca amarga

La tradición renace con los postres típicos de la Semana Santa

JAVIER CASADO

Viernes, 22 de abril 2011, 03:04

Nos encontramos ya en plena Semana Santa y más de uno anda relamiéndose por los platos típicos que se pueden disfrutar en estas fechas tan señaladas. Y aunque entre tanto plato uno se puede perder, lo que está claro es que, como indica el historiador gastronómico Julio Valles, «el elemento patrimonial son los dulces».

Es evidente que cada zona tiene sus tradiciones y, tanto en Castilla y León, como en Castilla la Mancha, los postres típicos para Semana Santa son las torrijas y los pestiños. Según Javier del Caño, presidente de la asociación de Empresarios de Confitería de Valladolid, «luego se diluye un poco en el resto de España, pero encontramos las monas de Pascua en Cataluña y en la zona de Levante es muy típico un bollo con un huevo cocido en el interior».

Aunque la mona de Pascua ha ido arraigando en Castilla y León, no se trata únicamente de un postre, sino que cuenta con una historia que recuerda que es típico regalar al ahijado esta figura de chocolate, que suele llevar una sorpresa dentro de la figura. Algunas de estas figuras llegan a ser verdaderas obras de arte, ya que «todo lo que te puedas imaginar se puede realizar con el chocolate». A pesar de ello, «lo realmente típico son las torrijas, de las que existen una variedad infinita. Desde hacerlas con vino hasta las clásicas con miel». Fue Santi Santamaría, quien falleció hace unos meses durante la inauguración del restaurante de su hija en Tailandia, quien empezó a comercializar y dar renombre a las torrijas con vino tinto.

Cada lugar tiene sus tradiciones. En Salamanca son muy importantes los hornazos, excepto el Viernes Santo, ya que no se puede comer carne. Es un producto típico que empezaba en carnavales y su historia se remonta a cuando «las prostitutas eran llevadas en Cuaresma al otro lado del Tormes, ya que el marido no se podía acostar con la mujer. Entonces, para celebrarlo con las prostitutas, llevaban el producto y lo compartían con ellas».

Otros productos, como las rosquillas de palo, se vendían en Semana Santa, pero al igual que otros dulces típicos de Cuaresma, ahora se pueden adquirir durante todo el año. Javier del Caño explica con nostalgia que son productos «que se han comercializado en exceso y los podemos encontrar en todas las grandes superficies envasados, por lo que ya no se sabe ni a qué época del año pertenecen».

Pero no todo son postres. En un buen menú de Semana Santa no puede faltar el bacalao o un potaje de garbanzos. Julio Valles recuerda que, en épocas antiguas, el bacalao era el único pescado que se podía comer de acuerdo con las prescripciones religiosas, por lo que se ha ido conservando en el tiempo como algo tradicional». Pese a ello, es cierto que en los últimos años se ha perdido un poco la tradición a favor de los pinchos. José Ramón García, presidente de la Asociación de Hosteleros de Valladolid, confirma esta tendencia y apunta que «con el fuerte turismo que hay, no podemos desaprovechar la oportunidad del auge de las tapas y los pinchos». Julio Valles cree que «han cambiado los hábitos de comer y es algo que se observa día a día, aunque es cierto que se podrían adaptar estos pinchos a la Semana Santa. Quizá sea por la menor presión, tanto de la gente como desde la Iglesia, que no lo prohibe con la misma intensidad». Lo que está claro es que el pincho ha ganado el pulso gastronómico a los menús, ya sean de Semana Santa o no. Habrá que ver si estas tapas cumplen con la abstinencia que tan importante era hace unos años.

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