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JAVIER AGUIAR
Viernes, 30 de abril 2010, 02:52
La historia de España está poblada de héroes anónimos y genios incomprendidos. Es así. Los parimos con la misma facilidad que los olvidamos o marginamos. Pero también de pícaros y de bastantes majaras. Lo que hoy se llamaría 'frikis'. El problema es saber diferenciarlos.
El 30 de abril de 1980 EL NORTE informaba de un personaje que parecía fronterizo entre vaya usted a saber cuántas de esas aduanas. Yo me limito a contar la historia y que sea el lector el que ponga su intuición a trabajar para calificar a nuestro protagonista.
'El inventor del generador magnético, dispuesto a realizar cuantas pruebas se le pidan', decía el titular. Se llamaba Marcos Pinel, tenía 42 años, y aseguraba que su hallazgo podía «mover un coche, iluminar una ciudad o hacer funcionar una fábrica».
«El señor Pinel» -contaba el texto- estaba empeñado en «demostrar la autenticidad y eficacia de su ingenio», al que se refería como «consecuencia de un adecuado estudio de los campos magnéticos para producir energía por sí solo o con el aprovechamiento de una pequeña batería o de simple aire comprimido, lo que le permite adaptarse a cualquier posibilidad de producción energética».
El inventor tiraba tan alto que suscitaba ciertas sospechas. Así, aseguraba que su descubrimiento era «una auténtica revolución en el mundo del motor, porque acabaría con el problema de la gasolina y, en general, en todo lo que se refiere a la energía, porque nunca más careceríamos de fuentes para ella». Item mas había buscado nuevas salidas «tan interesantes como llegar a conseguir el alumbrado de campos de fútbol, avenidas o grandes almacenes con el solo impulso de los espectadores que entran, los coches que pasan o los clientes que se mueven en su interior».
¿Era Pinel un iluminado, un lunático o un genio? En vista de que EL NORTE de ese día no daba más pistas para encontrar la respuesta el equipo de investigación de esta sección hurgó mínimamente en las entrañas de Google para recabar más datos. De tan humilde y económico modo encontró un artículo tres años posterior en un muy serio y creíble diario nacional que decía, entre otras cosas: que Pinel era un reputado investigador que trabajó en EE. UU y Suecia, que fue candidato al Nobel de Física, vilipendiado por la comunidad científica y amenazado por oscuros intereses económicos.
En años sucesivos inventores de medio mundo patentaron máquinas semejantes. Muchos de ellos también denunciaron haber sido objeto de amenazas, en algunos casos comprobadas.
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