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La Asociación de Familias de Acogida de Segovia defiende la profesionalización del como fórmula para sumar más hogares candidatos a esa labor y vaciar ... los centros de menores. Su presidenta, Nuria Tapias, pide que Castilla y León siga el ejemplo de otras regiones que ya no tienen menores de seis años sin hogar y estudiar fórmulas como otorgar dedicación exclusiva a algún miembro de la familia, algo que aplica País Vasco con los adolescentes –quizás el tramo de edad más difícil de asignar– y que plantea extender también a los bebés.
Tapias resume la percepción social del acogimiento: «Es complicado convencer a familias porque estos niños traen muchas problemáticas por sus circunstancias y a veces tenemos que afrontar situaciones difíciles. La gente que te conoce puede ver que se te complica la vida con un niño, aunque sea maravilloso». Y la despedida, algo que los veteranos han normalizado con los años. «Es cuestión de tratamiento. Pasar un tiempo de duelo y te recuperas. La mayoría hemos tenido varios acogimientos».
Hay casos en los que la voluntad no es suficiente. Tapias pone ejemplos como hermanos múltiples. «A lo mejor te puedes llevar dos, pero tres, en una familia en la que ya haya más hijos… No todas las casas están en condiciones de ampliar espacio para eso». Aunque reconoce al apoyo económico para asumir la tarea, incide en la conciliación como aspecto pendiente. «Tú tienes que seguir con tu trabajo y no vas a poder rendir». Aunque las responsabilidades se acumulen, como las visitas al médico o asegurar que va a clase. «Me voy a trabajar, parece que va a clase y en cuanto giro la esquina vuelve a casa. Y me llaman del instituto a una reunión y a otra. A no ser que lo hagan profesionalizado, va a ser complicado que gente joven se anime».
Ello se añade a factores estructurales de una sociedad con la natalidad a la baja y la edad del primer hijo cada vez más tardía, consecuencia de múltiples factores, desde la precariedad laboral de los jóvenes al auge de otros modelos de familia. «La gente no se complica la vida. O la tiene ya demasiado complicada como para un acogimiento». Los bebés exigen una disponibilidad extra. «Es verdad que te llaman de un día para otro, tienes que estar con la cuna preparada». Y cuando se convierten en permanentes, borran a una familia de la lista para muchos años, pues lo habitual es que salga en adopción antes de los dos años.
Tapias plantea potenciar el recurso en familias que, por lo que sea, han dejado pasar la paternidad, como fórmula para rejuvenecer un colectivo ya entrado en años al que cuesta sumar familias jóvenes. «Segovia es una ciudad que va envejeciendo. ¿Abuelos que acogen nietos? Vale, no pasa nada, pero no es el modelo que tiene que ser». Pone con cierto humor el ejemplo de llevar al niño al parque de atracciones como una de las actividades que relacionen al menor con otros de su entorno. Esa red social –entre los amigos y los tíos, primos o abuelos, que se multiplican entre los biológicos y los de acogida– es preferible al contexto del centro, con relaciones que en muchas ocasiones son conflictivas.
«Hay muchos adolescentes en los centros. Y a los 18 años tienen que salir. ¿Dónde van?». Hay pisos tutelados, pero el requisito es un itinerario con trabajo o estudios. «Así te puede salir uno de cinco. ¿Y los otros qué? ¿Vuelven a su familia biológica?». La fórmula del colectivo es adelantarse a ese momento y, quizás, dedicar el presupuesto de los centros a las familias. «No necesitan un profesional, sino una madre y un padre, y que estén dedicados. Y son niños que necesitan más atención que los propios». Es la paradoja del acogimiento, una figura cada vez más urgente en una sociedad cada vez menos disponible.
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