El Ayuntamiento recurre a los voluntarios para censar a unos 2.000 gatos callejeros
El nuevo convenio confía en la Gestora de Comunidades Felinas el protocolo de esterilización en entre 50 y 60 colonias
La ciudad de Segovia tiene una población de unos 2.000 gatos callejeros repartidos en entre unas 50 y 60 colonias. Es una estimación del ... Ayuntamiento, pero no hay nada parecido a un censo para contabilizarlas, delimitarlas y, sobre todo, evitar su propagación. Ese fin es uno de los elementos que persigue el convenio con los voluntarios que los atienden, aprobado en el Pleno a finales del julio, aún pendiente de su firma. La estrategia municipal parte de asumir sus escasos medios para contabilizar a los felinos y suma fuerzas para encauzarla.
Tras varios años asistiendo en las colonias, la mayoría del medio centenar de cuidadores registrados se ha unido en la Asociación de gestores de colonias felinas de Segovia, el interlocutor municipal. «Hablar de forma individual con cada cuidadora era más complicado; ahora, la comunicación es mucho más fluida», valora el concejal de Sostenibilidad Ambiental y Salud Pública, Gabriel Cobos. «Queríamos hacerles partícipes con este convenio y que nos ayudaran con su experiencia en el terreno. Tienen más conocimiento sobre en qué colonias intervenir primero y cómo». Esa intervención consiste en aplicar el método CER (Captura, Esterilización y Retorno) para controlar su población.
Hay cuidadores al cargo de varias colonias, otros que comparten la gestión de una y algunos que no pertenecen a la asociación
El primer objetivo del Ayuntamiento es elaborar un censo. Era el fin de los carnés que se otorgaron a los cuidadores, a los que habilitaba para gestionar una determinada colonia, con el requisito de mantener una información fluida con las oficinas municipales sobre su evolución, desde el número de gatos al estado. «Esa información nunca ha llegado, así que tenemos bastante desconocimiento de la situación real. Cuando hablamos con ellas, saben si hay 30 ejemplares, cuántos son machos, el color, cuáles están castrados…».
Hay cuidadores al cargo de varias colonias, otros que comparten la gestión de una de ellas y algunos que realizan la tarea sin pertenecer a la asociación. «Lo que queremos es llegar también llegar a esas personas que a lo mejor son un poco más difíciles de convencer para que trabajen codo con codo con el Ayuntamiento». La idea de Cobos es tender puentes hacia este grupo con la mediación de la Gestora para evitar conflictos vecinales, en parte porque algunos no siguen el método establecido y, por ejemplo, dejan comida húmeda, lo que se traduce en peores olores que la seca. Como tantas especies, son animales territoriales a los que no es fácil reubicar en otro lugar donde a priori causen menos molestias. «Si tú les desplazas, van a volver a su territorio, tienen que hacerlo de forma voluntaria». Cobos pone el ejemplo de un solar abandonado en el que se empiece a construir y cómo ese trasiego invitaría al éxodo.
«Es un animal que tiene todo el derecho a vivir en libertad y estar en nuestro espacio», dice el concejal de Salud Pública
La primera decisión del convenio será seleccionar las colonias que requieren una intervención más urgente. La idea es, a partir de ahí, concretar cuántos gatos hay en cada una. El voluntario es un aliado necesario para la captura, pues gestiona sus horarios, sus comidas. Nadie mejor para llevarlos hacia la pequeña jaula de captura o para hacer el recuento, pues la tarea es peliaguda: basta un ejemplar sin castrar para seguir engordando la población. «No sirve para nada castrar tres en un barrio y cinco en otro. Hay que tener un plan para que las colonias que se intervengan no aumenten y los que la formen tengan una buena calidad de vida».
Cobos subraya que el aumento de ejemplares supone «más problemas», tanto para el Ayuntamiento como para los voluntarios, que costean de su bolsillo la comida, una responsabilidad que la legislación no atribuye por el momento a las arcas municipales. Cobos apunta al protocolo CER como un «sobrecoste» para el presupuesto y no considera viable ir más allá –costeando, por ejemplo, la alimentación– si no median fondos estatales. «A mí la ley no me obliga a que todos los días alguien tenga que dar de comer a un gato. No son animales abandonados, hay que dejarlo claro, sino gatos callejeros, su hábitat es vivir en la calle. Contratar a una persona, o a más, para que vaya todos los días a dar de comer a 2.000 o 3.000 gatos es un coste inviable».
Casos aislados
Cada colonia tiene su circunstancia en función de su población, su proximidad a la población y la susceptibilidad de los vecinos. A falta de establecer ese plan de prioridades, Cobos apunta a Nueva Segovia y el casco histórico. «Son casos aislados y la mayoría de las veces depende del uso que haga la cuidadora. A los vecinos que no les molestia que haya dos o tres gatos, sino que la comida se deje mal, se esparza por muchos sitios y la zona sea insalubre». Por ejemplo, la comida húmeda, con más fibra y, por tanto, más defecaciones. «Por eso uno de los objetivos del convenio es llegar a cuidadoras que están haciendo mal esa labor voluntaria para instruirlas y evitar problemas con los vecinos». Una tarea que, en la práctica, se emprenderá a través de charlas con expertos para explicar los pormenores del protocolo. Algo que se costeará como parte de los fondos del convenio, de 50.000 euros en total.
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