Iñaki Bea, durante el partido ante el Atlético Astorga. Juan Martín / Gimnástica Segoviana

«En ataque estamos atrancados; con balón no somos ni chicha ni limonada»

Iñaki Bea hace autocrítica por la dificultad de su equipo para marcar goles en los partidos en La Albuera y anuncia cambios en el juego

El Norte

Segovia

Domingo, 30 de noviembre 2025, 21:08

El empate ante el Atlético Astorga dejó más preguntas que alivio en el vestuario azulgrana. Iñaki Bea, entrenador gimnástico, centró su diagnóstico en el atasco ofensivo que sufre su equipo como local y en la exigencia mental que implica defender la primera plaza cada fin de semana.

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«Vengo dándole vueltas a la situación, sobre todo en casa», reconoció en la rueda de prensa posterior al duelo, contraponiendo la eficacia fuera con el paso más corto en Segovia. Bea enumeró varios momentos que pudieron cambiar el guion mucho antes del descuento: «Si en la primera parte entra un disparo de Marc Tenas, un disparo de Diego y la de Ivo al centro de Ayán, igual hubiera cambiado la cosa. O la de Pau en la segunda parte». Pero no entraron y el técnico hizo bandera de la autocrítica: «Tengo que hacer autocrítica… Me responsabilizo de este partido y de los partidos anteriores».

Para Bea, el problema no es únicamente de acierto, sino de identidad con balón. «En casa jugamos un poco atrancados», resumió, antes de dibujar a un equipo a medias entre dos caminos. «Con balón no somos ni chicha ni limonada: ni jugamos a los espacios ni tenemos la paciencia suficiente como para elaborar», explicó. Ese bloqueo, además, repercute cuando toca defender: «Por momentos sin balón estamos muy lejos de todo». Y ahí descargó al vestuario: «No es culpa de los futbolistas; el único responsable soy yo», dijo admitiendo que, en ciertos tramos, el mensaje puede estar «confundiendo» al equipo o no se está adaptando bien a lo que él pretende.

El cuerpo técnico, aseguró, trabaja ya en ajustar esa versión doméstica, especialmente para «sufrir menos» sin perder competitividad. Bea dejó caer que habrá matices en la forma de presionar y en los tiempos del partido: la «precipitación» que en algunos encuentros ha funcionado puede ser veneno contra rivales que llegan a La Albuera a protegerse con un bloque bajo y a convertir cada minuto en una pequeña negociación.

Ahí aparece, precisamente, el atasco. Preguntado por la sensación de previsibilidad cuando el rival se cierra, Bea fue rotundo: «Totalmente de acuerdo». Su explicación puso el acento en el duelo y en la segunda jugada en campo contrario, claves para sostener la presión y habilitar transiciones. «Si vamos a la presión y no recuperamos, si no somos ganadores en el duelo y en la segunda jugada, le esperamos al rival y no tenemos capacidad de jugar a la contra; al final nos volvemos previsibles», analizó. Y añadió la dificultad estructural de atacar sin grietas: «No hay espacios a las espaldas de los defensas», lo que obliga a elegir bien el ritmo, no precipitarse y, sobre todo, encontrar variantes.

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Pese a la frustración por el atasco, el entrenador valoró el punto por la respuesta emocional tras encajar en el tramo final. «Felicitar a los jugadores por el hecho de seguir creyendo», dijo, destacando «la personalidad, la ambición y la confianza» para igualar el partido. Eso no le impidió admitir su nivel de exigencia: «Si empatamos contra el Real Madrid también estoy triste, porque me gusta ganar». Con todo, pidió perspectiva: «Hemos sumado un punto», es «otro partido más sin perder» y el equipo «sigue en la pelea».

La última reflexión de Bea apuntó al contexto del liderato. Ser primero, recordó, también se juega en la cabeza: el rival se activa por el «gusto de ganar al líder» y el entorno eleva la expectativa hasta convertir cualquier empate en decepción. «Tenemos que quitarnos esa mochila de en medio, disfrutar y ser nosotros, porque conseguimos un punto y parece que hemos perdido», cerró.

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