Una de las facetas a contemplar en la celebración del quinto centenario del origen de la Catedral de Segovia es su relación con la cultura. ... La existencia de las escuelas Catedralicias en la Península ha sido fuente de interpretaciones sobre la relación entre cultura y Catedral.
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Algunos autores han considerado la Escuela catedralicia como base fundamental de la Universidad y como centros culturales como aquellos que surgieron en torno a los monacatos y monasterios. La preocupación por la formación del clero de las catedrales, personificada en las figuras del maestrescuela y el chantre, y representada en la aparición de las escuelas de gramática, hunde sus raíces en las disposiciones del III Concilio de Letrán en 1179.
En el último tercio del siglo XV hacen su aparición en los Cabildos catedralicios las dos primeras canonjías de oficio: doctoral y magistral. Una canonjía para un licenciado o maestro en teología (magistral) y otra en la creación de estas dos primeras canonjías de oficio en las catedrales castellanoleonesas, entre las que se encuentra la de Segovia.
Junto a la promoción de los estudios de las catedrales se ha de considerar el valor cultural y artístico del edificio en cuanto tal. Hay aspectos históricos y arquitectónicos que confieren una cierta importancia a la Catedral. La Iglesia nunca consideró como propio ningún estilo artístico, sino que, acomodándose al carácter y a las condiciones de los pueblos y a las necesidades de los diversos ritos, aceptó las normas de cada tiempo, creando en el curso de los siglos un tesoro artístico digno de ser conservado cuidadosamente.
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La arquitectura de las catedrales forma uno de los capítulos más importantes de la historia del arte, incomprensible fuera del ámbito religioso. He aquí algunos ejemplos: en Oriente, la planta de la catedral tiene forma de cruz griega de brazos iguales y en occidente forma de cruz latina con una nave larga y un crucero sensiblemente más corto.
Si las primeras recuerdan la cruz de Cristo, hasta el siglo XII fueron de menor importancia que las iglesias abaciales. De las grandes catedrales góticas francesas que se comienzan a finales del siglo XII, ninguna se llevó a término según el plan preconcebido; dada la duración de las obras se superponían los estilos dando una belleza sinigual.
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En la catedral gótica, como la segoviana, todo es armonía: el haz de columnas, el trazado de ventanales, la organización de las naves entre sí, o de las torres con el frontispicio, la bella composición de las formas o la silueta o perfil que le da un carácter peculiar, el predominio de los vanos sobre los macizos da mayor esbeltez y ligereza a las catedrales góticas. Todo ello, no se entendería sin el carácter religioso del templo que quiere convertir el cosmos, creado por Dios, en un recinto construido por manos humanas para ser lugar de estancia de la divinidad.
Como afirmaba Paul Claudel: «La Sagrada Escritura se ha convertido en una especie de Inmenso vocabulario», impreso en las Iglesias, en las catedrales y en las obras de arte; cuando los visitantes llegan a una catedral se encuentran ante un inmenso «Atlas iconográfico» del que se han nutrido la cultura y el arte cristianos. Todo ello constituye un vasto capítulo de fe y belleza en la historia de la cultura de la ciudad de la que se han beneficiado especialmente los creyentes en su experiencia de vida y de oración.
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Para muchos, en épocas de escasa alfabetización, las expresiones figurativas impresas en los templos y en las calles representan una concreta mediación catequética y cultural: «La pintura se usa en las iglesias para que los analfabetos, al menos mirando a las paredes, puedan leer lo que no son capaces de descifrar en los códices».
Dostoievski dice que «la belleza salvará al mundo». Mirando al futuro, al querer potenciar este servicio de querer conocer la razón de ser de las catedrales y del arte religioso, respondemos desde el convencimiento de que la belleza artística es llave del misterio y llamada a lo trascendente. Por eso, la belleza de las cosas creadas suscita en san Agustín aquel canto: «Tarde te amé, belleza tan antigua y tan buena, tarde te amé».
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