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Gárgola con cuerpo de león y cara de humanoide, con colmillos, alas de murciélago y pecho con escamas. Óscar Costa
Gárgolas, guardianes del agua y el misterio
500 años de la Catedral de Segovia

Gárgolas, guardianes del agua y el misterio

Las treinta y cinco gárgolas de la Catedral datan de los siglos XVI y XVII, y son el último elemento de todo un sistema de evacuación de las aguas pluviales

Carlos Álvaro

Segovia

Martes, 22 de abril 2025, 07:25

Dicen Bonifacio Bartolomé y Carlos Sánchez que las gárgolas son el último elemento de todo un sistema planificado de evacuación de las aguas pluviales de las cubiertas de los edificios. Su finalidad es la de alejar el agua de los muros y cimientos para evitar los daños que la humedad pueda ocasionar en ellos. Sin embargo, descubiertas sus posibilidades como soporte escultórico, con fines decorativos o simbólicos, simultanearon ambas vertientes, la práctica y la artística. El éxito ornamental fue tan grande que incluso se llegaron a instalar gárgolas que nunca canalizaron el agua.

La función decorativa de las gárgolas (que adoptaron formas humanas, animales fantásticos o reales, monstruos y demonios) hunde sus raíces en la Francia del siglo XIII, aunque la tradición de usar mascarones para decorar vías de evacuación de agua era habitual en las culturas egipcia, griega y romana. A su difusión contribuyeron los bestiarios, catálogos ilustrados de animales reales, fantásticos y monstruosos acompañados de textos descriptivos o interpretativos.

Sobre el simbolismo de las gárgolas, no hay unanimidad. Algunos autores aseguran que son fruto de la imaginación del artista; otros, sin embargo, encuentran en cada una de ellas una explicación simbólica, y hay quienes, como Francisco Vicente Calle, razonan la simbología de muchas, pero admiten el valor exclusivamente decorativo de otras.

Las treinta y cinco gárgolas de la Catedral de Segovia datan de los siglos XVI y XVII, excepto cuatro de ellas, más antiguas, que llegaron al templo con el claustro de la antigua Catedral. Labradas en piedra de granito procedente de la cantera del Ciguiñuela, a excepción de una de caliza que evacua el agua por el lado norte de la capilla del Santísimo, estos mascarones tienen en la iconografía la parte más simbólica y atractiva. No hay unanimidad en relación con su significado, pero sí puede hablarse de unidad temática si se agrupan por fases constructivas.

Entre ellos predominan los animales fantásticos, resultado de la combinación de partes de animales reales (leones, águilas, perros o jabalíes). Abundan, pues, los leones alados (con alas de águila, dragón o murciélago), los grifos (formados por cabeza y alas de águila y cuerpo de león) o los dragones, básicamente reptiles alados. Cuatro de las trece gárgolas situadas en la girola tienen rostros humanoides monstruosos y cuerpos de animal que bien pudieran identificarse con representaciones del diablo. Según Bartolomé y Sánchez, su ubicación, en la zona más estrecha de la calle San Frutos, podría perseguir el objetivo de que los transeúntes vieran bien su sonrisa grotesca e intimidatoria. Una de ellas, muy visible desde la calle, tiene cuerpo de león y cara de humanoide, con colmillos, grandes orejas, alas de murciélago y pecho con escamas. Por contra, las piezas del claustro siguen una estética más naturalista, pues solo representan a animales reales (oso, león) o fantásticos (dragón). La unidad estilística no permite diferenciar con claridad las cuatro gárgolas importadas de la antigua Catedral y las dos renacentistas que el maestro cantero Juan Campero añadió en 1473.

Cuatro de las trece situadas en la girola tienen rostros humanoides

En cuanto a su ubicación, la mayoría se asienta sobre estribos o contrafuertes, como ocurre en el caso del claustro, la nave norte o la girola. También hay otro grupo que se sitúa sobre la línea de cornisa. En cualquier caso, todas están posicionadas sobre los tramos exteriores de la estructura escalonada del templo, a fin de poder cumplir bien la función práctica para la que fueron concebidas.

Precisamente, desde un punto de vista funcional, las gárgolas de la Catedral presentan dos modelos para la expulsión de agua: de lanzadera (horizontal) y o a plomo (vertical). Las primeras abundan más y están en aquellos tramos del templo con suficiente espacio en relación con las construcciones que lo rodean. El resto tiene la boca-desagüe mirando hacia el suelo y se sitúa en la parte central de la girola, donde las casas están a pocos metros de la Catedral. También hay algunas cuya funcionalidad original ha sido modificada, a fin de que evacuen en vertical, con la adición de un embudo con bajante de metal. Además, para alejar más el agua y evitar daños en los muros, a muchas de las gárgolas se les han instalado lanzaderas de metal. En todas ellas, excepto en dos, el agua recorre el interior de la pieza para terminar expulsado por la boca.

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